... Con Una Llamada Telefónica

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Al día siguiente, Simón dejó dos marcas más en el pecho de Ámbar. 

Fue durante el almuerzo, lo cual era inusual porque, normalmente, después de una noche como esa, no necesitaban satisfacer más ansias tan pronto. Pero la pausa en actividad había sido sentida por los dos, y ahora que podían hacerlo de nuevo, no parecían querer esperar. 

"No puedo parar de pensar en lo de anoche", Ámbar exhaló entre besos y manos aceleradas, arrancándole la ropa con la misma urgencia de su voz. "No me logro concentrar en nada."

Simón gruñó y la apretó contra su cuerpo, y luego hizo lo que ella quería y le dio duro contra el colchón.  

Había algo sumamente satisfactorio en cómo podía convertir a una persona tan imponente como Ámbar en un desastre de jadeos y gemidos con solo unos empujes de cadera. Ella siempre tenía listo algún comentario ingenioso, una respuesta irónica para quien sea que le hablara, pero cuando estaba así, con él, podía reducirla de tal forma que la dejaba hablando incoherencias. 

Lo llenaba de orgullo. Le daba ganas de dar más. 

Después, cuando se estaban vistiendo de vuelta para ir a buscar algo para comer (Simón no debió haberla deshecho por todo el tiempo que lo hizo, ahora tendrían que comer rápido si no querían pasarse de la hora, pero había extrañado esto) Ámbar vio los nuevos chupones que le había dejado en los pechos y se rio, diciendo que no sabía que tenía este lado de él. 

Honestamente, Simón tampoco lo sabía. Tomó verla usando nada más que su camisa para darse cuenta de lo mucho que le gustaba, y no podía negar la satisfacción primitiva que lo golpeaba al verla con esas marcas en el pecho y en el cuello. Se veía sexy. Se veía suya. 

Por suerte, Ámbar le dijo que no le molestaba, siempre y cuando no fueran muchas y no las dejara en un lugar visible, y siempre y cuando le permitiera marcarlo a él también. Simón no tenía problema con eso. De hecho, una parte de él quería que le dejara el chupón más obvio en pleno cuello y que ella luciera los suyos también solo para poder pavonearse en frente de Benicio tipo— ¿Ves? Somos super felices, ya déjate de molestar.

Pero eso sería muy bajo de su parte, y se sentiría mal por usar a Ámbar así, como si fuera un objeto que él quería presumir. Se daba un poco de asco a sí mismo solo de pensarlo, así que Simón empujó ese impulso bien, bien abajo, hasta que casi no lo sentía más. Además, el yo de su imaginación era mucho más desvergonzado de lo que él realmente era. Si Simón se anduviera paseando de verdad con un chupón en el cuello, se moriría de vergüenza.  

No había nada que probar de todas formas. Benicio podría haber estado haciendo un farol cuando mencionó ese punto en el cuello de Ámbar— Quizás solo le había acertado por suerte. Pero incluso si no era así, no importaba. Ámbar escogió a Simón. Quizás se habían estado viendo menos los últimos días, pero cada mañana sin falta, tomaban desayuno juntos, y cuando llegaba el momento en que Simón se tenía que ir, en lugar de decirse adiós, siempre se decían 'Te amo.'

"Que tengas un buen día, te amo."

"Nos vemos después, te amo."

"Ya tengo que correr o voy a llegar tarde, te amo."

Te amo, te amo, te amo. Eso era lo único importante. 

Durante los días siguientes, se vieron un poquito más, de hecho, lo cual fue una grata sorpresa para Simón. Un par de asuntos oficiales de Encargada requerían la presencia de Ámbar en el Roller, empezando por la llegada de los nuevos empleados que Ámbar había estado pidiéndole a Vidia desde hace un tiempo. Eran tres part-timers que empezarían a trabajar todos los fines de semana para que Pedro, Eric y Simón pudieran descansar: Dos chicas que estarían a cargo de la cafetería, Cata (o Cat, de apodo) y Camila, y un chico que sería el nuevo asistente de pista y estaría a cargo de los lockers, llamado Alex.

Caminos Que Se Cruzan...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora