Había llegado el día tan esperado para Lord Lee y el tan repudiado para la princesa, quien dejaría de lado toda su inocencia para sucumbir ante un varón lleno de arrogancia con la única finalidad de continuar el linaje real.
Aún no estaba preparada, de hecho, jamás lo estaría ante algo así. Se iba a convertir en un objeto que solo serviría para engendrar hijos y aparecer públicamente como la mujer de algún príncipe que aspira a rey.
Sin embargo, nada de eso importaba ese día.
El castillo estaba pulcramente decorado, todo estaba en su lugar y resaltaba cada pequeño detalle que quisiera ser expuesto. Había flores desde la entrada hasta la última torre, acompañando con un fresco aroma que se instalaba en los pulmones de cada uno de los allí presentes. Puro, como la damisela que dejaría de serlo.
La imagen era tan triste pero tan humana, tan incorrecta y tan poco ética. Toda la plebe vestía sus mejores trapos sucios para aparentar lo que en algún universo paralelo anhelaban, mientras que los nobles vestían ropas totalmente inaccesibles para un pobre de clase baja que trabajaba desde los primeros rayos del sol hasta ver las estrellas de la oscura noche.
Siempre había sido así, la ley del más fuerte proseguía y lo seguiría haciendo hasta el final de este cuerpo celeste. Qué irónico, pues se creía que era un acuerdo para ambas partes beneficioso, mas solo lo era para los de alto estatus. Qué satírica mofa sin gracia.
Y entre toda la multitud no se hallaba cierto bardo ni su pequeño acompañante dramaturgo, no había ni rastro de ellos a pesar de ser los principales protagonistas de esta vil historia.
Había desaparecido Na Jaemin.
También lo había hecho Lee Minghyung.
¿Y el príncipe Donghyuck?
Poco tiempo después de la incertidumbre que reinó en el gran salón, ambos varones entraron sin prisa alguna para acaparar la atención de todos los presentes. Eran celebridades a pesar del repudio por parte de aquellos que no eran capaces de entender sus melodías.
Nadie se atrevió a preguntar, más bien nadie quiso hacerlo porque junto a ellos entró Lord Lee con su característica sonrisa ladina que helaba la sangre de cualquiera que se dignara a mirarla. Minhyung trataba de ocultar el desagrado en su rostro, por este motivo, cuando finalmente el rey dejó de deleitarles con su cercanía, su expresión cambió totalmente.
–Padre, exijo que os expliquéis ahora mismo. ¿Qué os traéis entre manos un maldito bastardo y vos?–musitó enfurecido. Sentía que las mentiras reinaban en el presente que estaba viviendo.
–No debéis preocuparos, lo sabréis en su preciso momento–suspiró pesado–pero debéis prometerme que no juzgaréis mis decisiones ni tampoco seréis capaz de odiar a vuestro progenitor, no de sangre, pero vuestro padre.
–Estáis aterrándome–su expresión volvió a cambiar. Ahora expresaba preocupación–¿Qué hicisteis? Esperad–abrió los ojos con excesiva sorpresa–¿Acaso ese monstruo os amenazó? Decidme la verdad, confesad cada uno de sus pecados para expiarlos como a un maldito demonio desterrado del mismísimo cielo.
–Sed pacientes, hijo mío. No ejerzáis presión y prisa donde reina la calma, pues la extrañaréis cuando la paz no esté con vos.
–No descifro vuestras confesiones, padre.
–Sed pacientes–su tono fue demasiado seco para Minhyung, quien estaba atacado por los nervios de la incertidumbre–Ahora disfrutad de esta corta velada, ahora que aún sois libre.–susurró tan bajo que ni los más astutos escucharon. Lo agradecía, porque desde ese preciso instante tan solo recibiría el odio del joven que amó tanto como a su propio hijo.
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poemas escritos bajo la lluvia | markhyuck
Fanfiction❝Nuestros corazones se unieron en un efímero choque de miradas, pero el destino ya había jugado sus cartas.❞ #6 en poeta entre 2.3k [28/09/22]