dodecasílabo

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Mientras la monotonía reinaba en el castillo eliminando toda esperanza posible de romper el ciclo, cierto bardo lidiaba la más cruel de sus batallas. ¿Qué era él sin su hijo, quien fue arrebatado de sus manos sin derecho de reclamarlo?

Recordaba demasiado bien el día que recibió la carta con la petición de Lord Lee, un escalofrío le recorrió toda la columna vertebral; era miedo, terror. No se trataba de una cualquiera, se trataba de una amenaza que no podía ignorar si no quería ver a Minhyung muerto, literalmente.

No le arrebataría su hogar ni su reputación, tan solo quería ser el propietario de la vida del joven dramaturgo a cambio de no arrancarle el corazón. No conocía los motivos, pues la misiva no contenía más que escasos detalles sin dejar nada en claro. Sabía que su decisión traería más consecuencias que beneficios, sin embargo nunca se arrepentiría de haber preferido un destierro por parte de Minhyung antes que ver como su propio rey lo asesinaba sin compasión.

Porque así era Lord Lee, un demente sin remordimientos que cometería cualquier atrocidad con tal de satisfacer sus macabros fetiches de lunático.

El mundo de Jaemin se estaba corrompiendo con cada segundo que pasaba, sintiendo la necesidad de saciar su sed de venganza aún sabiendo que le sería, francamente, imposible.

Jamás había sido un hombre de armas y mucho menos un estratega capaz de trazar un plan que funcionara contra Lord Lee, era un sencillo bardo con la música grabada en el alma. Nada más que eso.

Y se odiaba profundamente por ser incapaz de traer de vuelta al único hijo que le quedaba con vida, inclusive sin ser el suyo propio. Sin embargo, por más que quisiera creer que el luto había terminado y Jisung estaba en paz en algún lugar del inmenso cielo, nunca podría ser capaz de olvidarlo. Ni a él ni a Minhyung.

Jisung fue el primer y único hijo de la familia Na, pues su esposa no pudo superar el parto y tuvo que seguir adelante junto a una pequeña criatura que no comprendía nada a su alrededor. Cuando Eunji falleció, el duelo fue demasiado doloroso para un simple mortal que acababa de perder a la persona que evitaba que perdiera los estribos ante las adversidades. Fue un golpe que había roto en mil pedazos su lastimado corazón que rogaba por piedad de rodillas.

Eunji era una mujer como cualquier otra; hermosa e inteligente. Fue bendecida con el don de la música, sin embargo jamás pudo expresarlo como hubiera querido. Se le fue prohibida cualquier conexión con ella y tuvo que abandonar todos los sueños que una vez tuvo.

El día en que conoció al bardo que le cambiaría la vida todo fluyó con normalidad y con la monotonía que la perseguía sin descanso. Era más de medianoche cuando Eunji abandonó el pequeño negocio donde trabajaba como panadera y tuvo que regresar sola a su pequeño hogar. No estaba lejos, pero le aterraba deambular a altas horas de la noche sin nadie más a su alrededor que no fueran ebrios con el sentido del norte perdido. Detestaba verlos tan desorbitados por culpa de un licor que tan solo los alejaba de los problemas; no solucionaba absolutamente nada.

Pasó apresuradamente frente la taberna que gran parte del pueblo frecuentaba, mas no divisó a tiempo al varón que se había interpuesto en su camino en medio del callejón que le llevaba a su casa. Pudo notar el asqueroso olor a bebidas alcohólicas impregnado en cada rincón del susodicho mientras la observaba lascivamente, en busca de satisfacer todas sus repugnantes intenciones.

-¿Qué hace una damisela como vos vagando solitaria?-rió-Vuestro lugar está en casa-se acercó un poco más a Eunji-junto a este varón que os hará suya esta noche.

El sudor frío comenzó a recorrer la columna de Eunji inundándola de pavor. No tenía la fuerza suficiente para enfrentarse a él sin salir mal parada, de este modo dejó que el destino jugara sus cartas esperando que fuera una escalera real.

poemas escritos bajo la lluvia | markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora