sátira

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El alba mostró los primeros rayos de luz teñidos de rojo. No hubo piedad ni un mínimo vestigio de compasión cuando le dieron caza como si de un animal se tratase. Trató por todos los medios sobrevivir y proteger aquello que más amaba. Lo único que le quedaba.

Sin embargo, falló. 

Falló en velar por la vida de alguien más antes que la suya. No fue suficientemente egoísta como para abandonarlo a su suerte y huir sin ningún rasguño. Era su hijo, pero olvidó que éste dependía directamente de su propia vida. 

Na Jaemin ya no estaba, fue eliminado como una sucia rata que recorre las callejuelas a manos de un ser sin corazón. No pudo dejar ningún legado ni una lastimera carta de despedida donde quedara redactado todo lo que nunca confesó. 

La noticia no tardó en llegar a oídos ajenos: desde los más afectados hasta los que celebraban su muerte. Sin embargo, Minhyung no pertenecía a ninguno de los bandos. Negaba que fuera cierto, se negaba a creer que le habían arrebatado a su atesorado padre sin una pizca de arrepentimiento. 

No obstante, ¿Quién creyó que un desalmado era capaz de sentir emociones? 

Por otro lado, la situación en el castillo no era mejor. El príncipe escuchó las nuevas y, lleno de cólera, comenzó a buscar las respuestas que sabía que su repugnante rey tenía. Sin embargo, no necesitó violencia o palabras llenas de trampas, tan solo bastó una mujer que había cometido un error que jamás podría reparar. 

—Querido padre, tras escuchar vuestras vivencias y secretos tomé la decisión que vos creíais oportuna—habló Youngeun. Donghyuck se mantuvo escondido detrás del portón escuchando detalladamente. 

—Es de gran agrado que escucharais lo que ese vil bardo escondía y tomarais una difícil decisión. Sois muy valiente, querida princesa. 

—¿Qué?—habló para sí mismo el príncipe. No entendía que estaba sucediendo. O quizá no quería creerlo. 

—Oh, querido padre. Fue arduo, pues algo dentro de mí impedía tal acción, mas fue lo mejor para todos nosotros. Asimismo, entiendo que Na Jaemin no era el progenitor biológico de mi prometido y tan solo era un estorbo tratando de alejar a Minhyung de su destino. No es una pérdida que merezca derramar lágrimas. 

—Habéis madurado, princesa Youngeun. Seréis una excelente reina, no tengáis dudas de ello. Ahora, marchaos. Hay cosas que debo solucionar.

—Sí, padre.

Una reverencia fue hecha antes de comenzar su camino hasta abandonar la enorme sala del trono. Mas no hubo tiempo para nada más, una suave tela fue colocada en los labios de la princesa y un voz comenzó a hablar detrás de ella.

—No hagáis ningún ruido y seguidme antes de que lamentéis lo que pueda suceder.

Youngeun tan solo se limitó a asentir. 

 

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poemas escritos bajo la lluvia | markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora