decasílabo

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Pocos días habían transcurrido desde que Minhyung les acompañaba en el castillo como el futuro prometido de Youngeun. En ese corto período no hubo tiempo para ningún otro encuentro entre los jóvenes, pues la princesa había acaparado toda la atención del dramaturgo aunque no fuera por su propia voluntad. No lo detestaba, pero necesitaba más que largas charlas sobre literatura para poder confiar en él, o al menos esa era la imagen que pretendía dar.

Mientras tanto el príncipe seguía deambulando sin rumbo alguno entre las gruesas paredes con la esperanza de compartir unos pocos minutos con Minhyung. Sentía la necesidad de conocerlo más a fondo y de descubrir todos los rincones que no mostraba tan a la ligera sobre su persona. Quería debatir sobre música, poemas, libros e incluso aceptaría una amena conversación sobre deliciosos manjares solo con el propósito de conocer más a cierto dramaturgo que le quitaba el sueño sin ninguna explicación coherente. Había encontrado a un compañero que, si no se equivocaba, lidiaría a su lado todas las guerras que fueran necesarias. Sin embargo, era prácticamente imposible sin la presencia de Youngeun.

Su hermana era la persona que más adoraba en el mundo, mas por primera vez en su corta vida detestó su presencia. ¿Por qué no podía dejar libre a Minhyung unos escasos minutos? Entendía a la perfección por qué no podía acercarse demasiado y en cierto modo lo aceptaba, pero eso no significaba que no podía intercambiar palabras con el prometido de Youngeun. Tan solo eran ellos dos dentro de una burbuja donde nadie más podía acceder por más que quisieran. De hecho, Donghyuck paró en seco cuando escuchó una leve risa que llamó su atención devolviéndolo al mundo real. Se acercó tratando de hacer el menor ruido posible, lo que menos deseaba era ser descubierto espiando a alguien más cuando tenía a la mitad de la guardia real tras sus pasos.

Entonces los vio.

Los vio riendo juntos mientras sus ojos se observaban mutuamente contándose historias que atesorarían por el resto de su vida. Detestó ver a su hermana sucumbir ante un hombre que le habían impuesto y como los orbes de Minhyung mostraban una constelación entera. La ira era creciente dentro del príncipe, quien poco a poco estaba perdiendo la cordura ante la incapacidad de poder ser la fémina que le arrebatara suspiros enamorados al dramaturgo. No lo aceptaba, había una guerra coexistiendo en lo más profundo de su alma cuyos bandos eran completamente opuestos.

Anhelaba aceptar que se había enamorado desde la primera vez que lo vio sumido en su propio caos, sucumbiendo lentamente en la locura que quería apoderarse de él. Sin embargo, se obligaba a no hacerlo. Se trataba del prometido de Youngeun, de su querida hermana a quien protegió desde que tenía uso de razón, y lo que menos deseaba era dañarla de algún modo u otro.

Pero allí se encontraba, luchando en contra de sus demonios observando como su amante caía en los brazos de su ser más preciado. Debía soltarlo y eliminar la posibilidad de escribir una bonita historia de amor que terminaría en tragedia, porque muchas veces olvidamos que también es parte de ellas.

A veces amar significa dejar ir, mas nunca cuentan qué tan doloroso puede llegar a ser.

A veces amar significa dejar ir, mas nunca cuentan qué tan doloroso puede llegar a ser

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poemas escritos bajo la lluvia | markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora