La tan esperada ceremonia había terminado como empezó, con la única diferencia que el hogar de Minhyung había cambiado completamente. No era costumbre alojar al prometido de una princesa en su propio castillo, mas no había otro remedio conociendo el lugar de origen del dramaturgo. Además, era una orden mantenerlo cerca.
Por otro lado también estaba la concertada boda, la cual no podía ser celebrada hasta dentro de algunos meses por ordenes de Lord Lee. Durante ese período, los comprometidos debían conocerse y aceptar que no podían rechazar el enlace que se les había impuesto, prácticamente, a traición.
Sin embargo, Minhyung no entendía cómo había terminado en dicha situación tratándose de un simple plebeyo que vivía junto a un bardo. Sus padres biológicos subsistían con lo más mínimo porque no les alcanzaba el capital para alimentarse como se debía. Entonces, ¿cómo había llegado a ser el próximo heredero de la corona? ¿Cómo iba a ser un rey si su mundo giraba alrededor de los versos escritos en días de lluvia donde dejaba volar su imaginación y las palabras se proyectaban frente a él?
Cuando volvió a la realidad analizó todo a su alrededor, desde la ventana que acaparaba gran parte de la habitación hasta los muebles que valían diez veces su peso en oro. Se acurrucó con las sábanas blancas que cubrían sus piernas y recordó, incontrolablemente, el rostro confundido del príncipe Donghyuck cuando fue arrastrado ante ellos. ¿Quizá no era conocedor del nuevo miembro de la familia? No, tan solo estaba ejerciendo su papel cómo todos en la familia real. No confiaría en nadie más que él mismo.
—Boberias Minhyung...dejad vuestros pensamientos morir como un vampiro en el sofocante sol.—sacudió la cabeza para evadirse del cúmulo que habitaba dentro de ella. Realmente le estaban atormetando demasiado.
Sin embargo, fue en vano. Recordó también a su padre quien lo había vendido como si no tuviera valor alguno y la desesperación en sus ojos cuando fue arrancado de sus brazos. No le perdonaría, pero tampoco podía odiarlo. Le debía todo lo que era, mas no entendía por qué le escondió semejante noticia y sobre todo cómo fue capaz de aceptar un enlace con la mismísima familia real sabiendo de primera mano el odio que Jaemin sentía.
—El príncipe podrá ayudaros, acudid a él.
Chasqueó la lengua en desagrado cuando las últimas palabras del bardo se reprodujeron por enésima vez en el día, alentándolo a dejar las sábanas de lado y ponerse de pie. No iba a arruinar su primera mañana en el castillo más de lo que ya estaba.
Se alzó con cuidado, no quería romper alguna baratija o armar un escándalo con el que podrían cortarle la cabeza sin perdón alguno. Acto seguido, se acercó a la ventana para admirar el extenso paisaje que le rodeaba.
Jamás había entendido qué era la libertad hasta ese preciso instante, sintiéndose encerrado entre cuatro paredes que le impedían cualquier atisbo de huir. De hecho, ¿lo había sido alguna vez?
Cientos de veces entendemos por libertad la posibilidad de actuar bajo nuestra propia voluntad, siempre y cuando no sea alterada la de otro individuo. Sin embargo, estamos regidos por una fuerza superior que marca límites imposibles de traspasar. Es aquí donde surge una nueva incógnita: ¿somos realmente libres o se nos impone un significado erróneo que hemos interiorizado tanto que no puede ser cambiado?
Cuando desvió la vista hacia el interior de la sala pudo ver una presencia que no estaba antes, se trataba de una esclava que había llegado en silencio. Ésta hizo una reverencia y procedió a hablar sin despegar la mirada de sus viejos zapatos rotos.
—Buenos días, señor. Lord Lee me mandó para ayudaros en vuestro primer día.—caminó hacia el armario y lo abrió con cuidado—Todas estas ropas están a vuestra disposición ahora, dejad que os ayude.
ESTÁS LEYENDO
poemas escritos bajo la lluvia | markhyuck
Fanfic❝Nuestros corazones se unieron en un efímero choque de miradas, pero el destino ya había jugado sus cartas.❞ #6 en poeta entre 2.3k [28/09/22]