21.

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Capitulo 21.


Bevelyn bufo poniendo los ojos en blanco mientras planeaba a través de las blancas nubes. Si hubiera estado de buen humor una sonrisa maliciosa se hubiera extendido por sus labios al recordar la promesa del ángel. Lástima que el idiota de Kellion le hubiera echado a perder el ánimo.

¿Seducir a un viejo pervertido? Fácil, pero le cortaría la lengua apenas tratará de sobrepasarse con ella.

Aterrizó con suavidad detrás de un edificio viejo y en mal estado, sacando una capa de su bolsillo mágico, se la puso sobre los hombros y apresuró el paso para mezclarse con la multitud. Por lo menos con la capa iba a llamar menos la atención de su enorme escote. Más tarde se aseguraría de que la cabeza del maldito rubio quedará atascada en algo oloroso y pegajoso.

Ignorando las miradas lascivas de los hombres sobre su cuerpo, entro en el burdel más cercano que vio y se sentó en la barra. El cantinero se acercó sonriendo, pero ella ni siquiera pestañeó. Solo un par de ojos verdes la harían suspirar y los de cantinero no eran precisamente de ese color. Cafés, como la mierda de caballo.

— ¿Se le ofrece algo señorita? —preguntó mostrando una sonrisa de dientes amarillos.

—Una jarra de cerveza por favor, sin espuma.

El hombre no tardó en preparar su bebida y la dejó enfrente de ella, claro que Bebe no la bebería. Pasados los minutos por la puerta entró un hombrecillo encorvado. La valkiria sonrió. Su boleto al palacio y directo al asqueroso harén del rey había llegado y ella sabía muy bien cómo hacer para capturar su atención, seguramente aquel hombrecillo estaría feliz de poder llevarle carne fresca y virginal a su rey. Lástima que Bevelyn no fuera ninguna de las dos, porque la única carne fresca que habría en la escena sería la de algún pervertido si se atreviera a tocarla.

...

Había sido fácil, demasiado fácil diría ella. Mirando fijamente el enorme palacio que cernía sobre su cuerpo, recordó riendo lo tonto que había sido convencer al consejero real cuando estaba completamente borracho de que era una pobre huérfana que acaba de perder a su madre en un accidente y ahora estaba sola en ese cruel mundo.

El consejero ni siquiera había dudado en ofrecerle un puesto en el harén real luego de darle un vistazo a su rostro.

—Por aquí Señorita Eve. — la llamo por el nombre que había inventado a último minuto mientras la guiaba por los largos pasillos llenos de basura aristocrática. Estaba acostumbrada a ver montones de esa en el lugar de donde venía. —El rey la estará esperando en su recámara al anochecer. Por ahora las doncellas le asignarán una habitación en el palacio cálido donde se encuentra el harén real.

— ¿¡Deberás!? Nunca había tenido una habitación solo para mí, siempre la compartí con mis siete hermanas... — fingió mirar a la nada y luego las lágrimas se deslizaron por sus mejillas junto con suaves sollozos saliendo de sus labios. — E-estoy tan agradecida con usted y su majestad.

— No hay necesidad de llorar mi señora, luego de esta noche usted se convertirá en una de las mujeres y concubinas del rey. No estará sola nunca más. —habló rápidamente el hombre regordete tratando de hacerla sentir mejor o que parara de llorar de una maldita vez. Bevelyn quiso reír.

Pero, aunque quería burlarse de ese hombre primero tenía que asegurarse de que ninguna mujer loca en el harén tratará de cortarle el cuello o envenenarla antes de que pudiese llegar al viejo y robarle lo que los chicos tanto querían. O por lo menos tratar de meterlos en el palacio y para que eso sucediera tenía que actuar como una verdadera perra y destrozar a todos lo que se pusieran en su camino, lo más antes posible si pudiera antes de que fuera demasiado tarde para volver a casa.

El Reino Maldito (Guarrenclow #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora