31. El Caos

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—Bien. Creo que tienes razón, Tony —suspiró Bucky, resignado—. Adoptar a Peter sería imposible.

—Lo es —acordó Tony, bebiendo un sorbo de café.

El genio se sintió tan aliviado que finalmente Bucky entrase en razón. Por otra parte, el soldado miró con decisión esos ojos castaños.

—Me iré con el niño a otra parte. Si no puedo obtener su custodia legal, entonces no me importa. Me haré responsable de Peter de todas formas —zanjó Bucky.

—¡¿Qué?!

Pepper jadeó sorprendida, ella y Natasha compartieron una mirada antes de observar el serio rostro y temple inquebrantable de Bucky. Tony se quedó perplejo, con su taza casi inclinada sobre él. Contuvo la respiración mientras Bucky seguía sin apartar la seria mirada de sus ojos. Era más que obvio que el hombre no estaba jugándole una broma.

En medio del tenso silencio, los dedos de Tony temblaron lo suficiente para derramar parte de su café caliente sobre él. El castaño gruñó, enojado con su propio desliz.

—¡Ahhg! ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! —maldijo Tony soltando la taza que se quebró contra la superficie de granito de la isla de la cocina, salpicándolo de nuevo con pedazos finos de cerámica y más café.

—¡Tony! —chilló Pepper asustada.

—¡Ahg! —el genio gruñó de nuevo, desabotonándose la camisa con violencia antes de acercarse al lavabo, dándoles la espalda a los únicos tres espectadores de su estúpido accidente.

Tony dejó la camisa sobre la encimera antes de coger el grifo expandible del lavabo y echarse agua en el abdomen que ahora lucía algo enrojecido. La coloración de su piel no lo hacía candidato a una seria quemadura. Quizás le ardería el resto del día si no se aplicaba un buen ungüento y tomaba un par de analgésicos.

—Oh por Dios... —chilló Pepper, espantada— Tony, ¿qué te pasó?

—¿De qué hablas? —se quejó el genio, más malhumorado que antes. Él sentía que esto era culpa de Bucky también, y sus estúpidas ideas de largarse de la Torre por un chico que apenas conocía— ¡Me viste derramar el café, Pep!

—¡No! ¡No eso! ¡Mírate! ¡Tienes moretones por todo el cuerpo!

Tony se congeló, incluso sintió que sus pulmones y corazón se paralizaron por dos segundos. Un frío helado de ansiedad le recorrió el cuerpo. Y cuando osó a mirarse sobre su hombro, todo lo que pudo notar, eran las marcas de dientes de Bucky.

Cuando se dio la vuelta, reticente a tener esta conversación, se fijó que el soldado seguía sentado, con sus labios apretados y una expresión de espanto en su rostro. Era obvio que el hombre no estaba listo para abrir la boca y confesar que él era el causante de la cantidad de mordiscos y chupetes en su cuerpo. Tony no tuvo más de otra que fingir indiferencia, encogiéndose de hombros.

—Corrección, Pepper, son chupetes.

—Demonios —murmuró Natasha, su mirada seguía repasando las marcas en su abdomen, pectorales, y cuello—. Tú y Steve necesitan bajarle un poco a su sexo raro. En serio... ¿Eso que tienes en los brazos son moretones?

Tony bajó la mirada al mismo tiempo que alzó su brazo. Los dedos de Bucky yacían estampados en violáceos moretones en sus dos brazos. Cuando el genio intentó recordar en qué momento creyó haberlos obtenido, su cabeza le brindó una obscenidad de imágenes sexuales que lo hicieron estremecerse. Bucky no le había mentido al decirle que a él también le agradaba follar duro, no solo era una cualidad de Steve.

—Yo solo digo, Steve... —se coló la voz de Sam desde la entrada secundaria de la cocina—. Que me parece perfecto que sean íntimamente compatibles, pero esa clase de mordidas dan a entender otra idea, ¿entiendes?

VIAJERO EN EL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora