35. Confesiones de medianoche

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El reloj holográfico en su mesa de trabajo marcó medianoche. Tony solo estiró su brazo tomando su whisky, todavía quedaba un último trago en el vaso. El genio lo bebió todo. Su manzana de Adán subió y bajó una vez al tragar. Tony no hizo ningún gesto. Hace muchos años que el alcohol no lo hacía arrugar su nariz.

Solo sintió el calor del alcohol calentando su garganta hasta llegar a su estómago. Solo sus mejillas ligeramente enrojecidas revelando la cantidad de alcohol que el genio castaño consumía desde que se encerró en el laboratorio de la torre Stark.

Tony dejó el vaso en su lugar, y de inmediato DUMMI-E lo sujetó con su garra robótica. El robot se llevó el vaso hacia la cocineta en una de las esquinas del laboratorio. Lo colocó sobre la encimera, y con su nuevamente garra libre, cogió la botella de whisky.

—Buen chico, papá está orgulloso —el genio alabó a su creación mientras su robot se encargaba de rellenarle el vaso con más alcohol.

Tony giró su rostro hacia la entrada, apenas escuchó el desliz de las puertas automáticas abriéndose. Tony resopló, impresionado del enorme rubio que acababa de alegrarle la noche. Los ojos azules de Steve se encontraron con los suyos. Y por un segundo, reinó el silencio.

—Volviste temprano, Steve. La última vez que Fury te llamó de urgencia no te vimos en casa durante una semana —comentó Tony distraído inspeccionando con su fisgona mirada el cuerpo de su pareja.

Steve seguía vestido con su traje azul marino de Capitán América. Fue suficiente incentivo para que Tony se crease toda una lista de cosas que ansiaba hacerle al rubio musculoso con la mirada de cachorrito despistado. Sí. Lo que Tony empezaba a sentir en sus pantalones, lo hizo olvidarse de su trabajo. Steve robó su absoluta atención.

—Era otra misión de reconocimiento en el desierto de California. Ya la encontramos, Tony. La base de Hydra que Buck sabía que existía ahí. Curiosamente, seguía activa, o... no lo sé, alguien había estado ahí recientemente —aclaró Steve todavía metido en sus pensamientos para notar el descaro con que Tony le miraba la entrepierna—. No encontramos a nadie cuando llegamos. Pero, hay evidencia que fue usado hace tres o cuatro días atrás. Tengo una corazonada que su usuario regresará. Intervine el lugar con el equipo de SHIELD, y creamos un perímetro afuera del bunker para colocar sensores de movimiento que nos mandarán imágenes satelitales de cualquiera que traspase. Y cuando eso pase, estaremos listos para atraparlo. Ahora solo hay que ser pacientes.

El rubio colgó su escudo en uno de los ganchos libres de la pared, donde Bruce dejaba sus batas de laboratorio cada vez que se quedaba de visita en la torre. Cuando se giró, Tony seguía repasando su rostro y su cuerpo con clara lujuria. Steve abrió su boca con intenciones de reprender su falta de atención, pero el genio lo interrumpió.

—Adoro tus dotes de estratega ¿lo sabías?

Los ojos del genio regresaron al rostro de Steve, sin el menor gramo de vergüenza por su escrutadora mirada. Tony se limitó a esbozar una ligera sonrisa y la tensión del viaje de Steve desapareció de su cuerpo, como si esa carga solo esfumó gracias a la calidez de esos ojos miel traviesos.

De pronto, el rugido de su estómago rompió el apetecible silencio entre miradas acogedoras.

—Vaya, eso sonó a una queja de tu estómago, guapo. ¿No has cenado aún? —preguntó el genio, curioso.

Steve encogió sus anchos hombros, antes de confesar.

—Bueno... ¿no? A menos que cuentes como almuerzo un paquete de tic tacs, una barra energética y agua.

Tony rodó sus ojos y se puso en pie.

—Eres tan negligente a veces... anda, siéntate —le ordenó paciente, señalando su actual banco vacío.

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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