31| Christian lo sabe

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Olivia.

Reí a carcajadas ante la reacción de mi primo.

—¡Tramposa! –me acusa, molesto.

Salté de la emoción, bailando ridículamente delante de él.

—¡Te gané, te gané! –canturree mi victoria.

Erik se cruzó de brazos, desplomándose en el sillón molesto por haber perdido.

Dejé de festejar cuando noté que se molestó de verdad. O eso parecía.

Me acerque a él, sin dejar mi felicidad de lado.

—Es un tonto juego, Erik –lo molesto, poniéndome en sus piernas–. Aunque te haya ganado toda la tarde, quizás algún día me ganes –no pude evitar molestarlo.

Me miró como si me quisiera matar. Y su venganza, claro que tenía que terminar yo en el suelo.

—¡Erik! –chillé adolorida e indignada.

Con un movimiento de pierna, yo ya me encontraba con la cola en el piso. Me había tirado de sus piernas el maldito perdedor.

J no perdió oportunidad en levantarse de su lugar, y lamerme el rostro contento.

Me hice la pobrecita, llorando falsamente. Christian casi salta del sillón para poder asistirme, levantándome con cuidado.

—¿Estás bien? –preguntó, acariciándome los codos.

Hice un puchero, negando. Teniendo a J entre mis piernas que como de costumbre, le gruñía. Lo calmé con unas caricias.

—¡La lastimaste idiota! –se quejó con mi primo, frunciendo su ceño.

El muy maduro de mi primo, se cruzó de brazos y carcajeo. Riéndose de mi desgracia.

Le saqué la lengua, dejando de fingir.

—Al menos no perdí en las cartas más de diez veces –me burlé como niña pequeña.

Acepté el abrazo de lado que Chris me ofrecía mientras yo discutía con mi primo. Quien no paraba de sacarme la lengua.

—Niños, basta de jugar –llegó mi tía, vestida con el uniforme de la cafetería–. Erik, debemos irnos que llegamos tarde –regaño a mi primo, yo sonreí triunfadora.

Mi primo se levanto, me tiró un cojín y se fue por el pasillo de la entrada. Decidí no seguirle el juego, para que mi tía no me regañara a mí. Concentrándome en Chris.

Bese su mejilla, rodeando su cuello con mis brazos. Olía a recién bañado, y creo que era eso lo que me hacía sentir su piel como perro. 

Él encantado con mi tacto, besó mi cuello. Aunque tuvo que separarse cuando mi tía lo corrió, para nada delicado quiero aclarar, y me miró en su altura.

—Volvemos en la noche. Tienen la cena en la heladera, y la lista de mandados que deben hacer, si pueden compren todo por favor –pidió, besándome la mejilla–. Cuídate, nos vemos.

—Cuídense –aclaré, sin querer que desprecié a Chris.

Mi tía no le dio importancia a mis palabras, haciendo un gesto con la mano. Se dio la vuelta, saludo a J y se fue por donde lo hizo Erik.

Quedando solo Chris y yo. A solas.

Se volvió a acercar, recuperando el espacio que mi tía lo obligo a tener. Abrazándome por la cintura.

Su aroma era como el de un niño. Y me encantaba.

—La casa esta sola... –sus palabras comenzaron a sonar.

𝐖𝐄 𝐃𝐎𝐍'𝐓 𝐆𝐈𝐕𝐄 𝐔𝐏  | #𝐑²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora