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||CHOCOLATES...||

Un precioso lunes había llegado nuevamente, dando amor y calor a todos los ciudadanos en cualquier situación que estuvieran.

Las horas en la escuela habían pasado lento para Jackson, esperaba con ansias que el timbre sonara y fuera hora del receso para buscar a Tommy y volver a disculparse bien; incluso había ensayado frente al espejo todo el fin de semana lo que le diría a la chica en cuanto tuviera la oportunidad de verla por los pasillos del colegio.

–¿A dónde vas, Jackson? –preguntó en voz alta JB cuando vio a su amigo salir del salón a toda prisa y sin decirles nada a ellos.

–¡A buscar a Tommy! –gritó sin más, desapareció al bajar por las escaleras buscando por todos lados la silueta de la chica.

Cuando la encontró, gritó su nombre y ella rodó los ojos siguiendo su camino hacia la cafetería de la escuela.

¿Acaso no entendió lo que le dije?

–¡Tommy, Tommy! ¡Espera! –la tomó del brazo y ella se detuvo de la manera más pacifica del mundo, no estaba molesta, solo fastidiada; la última semana no fue muy buena para ella y le echaba toda la culpa al chico que ahora mismo la miraba con una sonrisa pequeña y con la respiración agitada.

–¿Qué necesitas?

–Yo... quería disculparme, otra vez. En serio lo siento.

–Te había dicho que aceptaba tus disculpas. No tienes que hacerlo de nuevo. –dijo ella dándole una sonrisa forzada, pero que pareció un poco genuina.

–Sí, lo sé... pero yo... –alzó la caja de chocolates y ella se sorprendió un poco. –Te traje esto, y sé que no tengo que disculparme otra vez, pero quiero hacerlo bien. –respiró hondo y golpeó con sus dedos la caja. –Lo siento, el lunes estaba muy mal, no quería vomitarte y durante toda la semana me dio miedo hablar contigo y cuando me animé el viernes derramé tu jugo por accidente y a parte todos creyeron que dije que eras una chica trans, pero tampoco fue mi intención, te lo juro. –respiró en cuanto terminó de hablar, pues ni siquiera había hecho pausas entre su disculpa elaborada. –Lo siento por todo, lo siento en verdad.

Tommy ahogó una risa, pero su sonrisa la delató. De cierta forma, la actitud del chico le parecía tierna; tierna y rara. Ella pensaba que era el chico popular que tenía amigos y vaginas detrás de él, porque era lo que ella veía y escuchaba, pero durante la semana que observó a Jackson, se dio cuenta que era un chico tímido con amigos contados y vida social poco activa y excesiva. La popularidad que tenía en el colegio era gracias a su atractiva cara, cuerpo y voz. Nada más.

–Está bien, Jackson. No te preocupes, ya te disculpé. Tranquilo. –le dio un leve golpe en el brazo y ambos se sonrieron.

–Gracias. Y bueno, esto, espero que te gusten. –le dio la caja de chocolates y ella se enterneció por el detalle.

–Nunca he probado estos, pero seguro tienen buen sabor. –comentó abriendo la caja y tomando un chocolate. Lo llevó a su boca. Lo masticó un poco. Al principio todo iba bien, estaba rico, la mezcla perfecta entre cacao y azúcar y pequeños trozos de nuez. Pero al final. Dios. Tendría que ser un maldito pecado hacerle eso a un delicioso y sublime chocolate. –Ahm... Jackson...

–¿Sí? –esperó ansioso y nervioso. Alcanzó a ver la mueca de desagrado de la chica frente a él y simplemente le preocupo. ¿La habría cagado otra vez?

Por favor, no.

–Prueba. –le dio un chocolate en la boca y él lo masticó, intentando encontrar lo malo entre el chocolate. Hasta que vio a la chica escupir el chocolate en un bote de basura cercano, y él sintió la fruta seca pegarse en sus dientes y arruinando toda la delicia. –Ahg, no, qué puto asco. ¡Tienen pasas! –dijo con la lengua de fuera, realizando la misma acción que Tommy.

Cuando ambos se miraron aún con las muecas de asco, rieron y acordaron en ir por agua y un buen dulce a la cafetería.

–¿Por qué compraste esas cosas? –dijo ella mientras esperaban en la fila.

–Yo sólo fui a la dulcería, vi que eran chocolates que nunca había visto, pero no noté que tenían pasas, lo juro. A mí tampoco me gustan... son, son... asquerosas y ni siquiera están ricas.

–Lo sé. Yo siempre le he dicho eso a mi padre y me tacha de loca, porque él siempre tiene una bolsita con frutas secas y todo el tiempo las come.

–Guacala.

–Ya sé. –rieron levemente y llegó su turno, pidieron lo que querían, incluyendo el desayuno en la orden, y se separaron en el camino hacia las mesas de cada uno.

–Ahm... Tommy, lo siento, mañana te traeré unos chocolates ricos, lo prometo.

–No hace falta, con este es suficiente. Gracias. –dijo moviendo en el aire el chocolate Milky Way que Jackson decidió pagar por ella.

–Okey, entonces, te traeré uno de esos cada día. Nos vemos.

–Adiós. 

3:00 a.m «Jackson Wang» (complete)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora