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||¡TOMMY!||

Si una persona que tú quieres termina decepcionada de alguien, pero tú le advertiste un millón de veces, no quiere decir que tendrás los brazos abiertos para tu persona querida. Claro, es decisión de cada uno, pero si tienes un poquito de dignidad y amor propio, alejaras a esa persona que te puso debajo de otra.

Tommy se sentía culpable de la decepción de Jackson por Ellie; resulta que sí se había lastimado, tenía moretones y obviamente dolor, pero fingir que sus tobillos estaban rotos solo para tener a Wang de enfermero las veinticuatro horas del día, era pasarse de la línea.

Jackson había ido sin avisar a la casa de la rubia, sin muchas vueltas, la encontró semidesnuda y teniendo intimidad con un chico del que no tenía idea quién era. Se sintió tan estúpido y engañado, ni siquiera le había reclamado, sólo se fue, se alejó sin muchas vueltas.

De alguna manera, todos en el colegio se enteraron. Y Tommy no evitó sentirse culpable y ni siquiera sabía por qué, ella no tenía nada qué ver, ni siquiera obligó a Jackson a estar con ella, pero sentía culpa… una estúpida culpa. Pero aun así, siguió en su posición de no dar segundas oportunidades, y aunque le fuera pesado, ignoraba y evitaba a Jackson.

–Me da lástima, pero qué podemos hacer. –dijo Mark sin mucho interés, viendo al chino quien estaba debajo la sombra de un árbol, quizás estudiando.

Había intentado hablar con ellos, pero nadie dio su brazo a toser, ni siquiera Tommy.

–¿Quieren ir al cine saliendo de aquí? Tengo ganas de palomitas. –dijo Tommy ignorando el tema.

–Compramos palomitas, buscamos algo en Cuevana y ya, no gastamos tanto. –ofreció JB haciendo cálculos.

–Cuevana no, Jae. –reprochó Mark.

–Bueno, bueno, vamos con Tommy, ella tiene HBO. –solucionó Jae tranquilizando a su amigo.

–¿Podemos, Tommy?

–Claro.

Salían por la puerta principal cantando a todo pulmón Hakuna Matata, muchos los miraban divertidos y otros más se les unían a la canción

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Salían por la puerta principal cantando a todo pulmón Hakuna Matata, muchos los miraban divertidos y otros más se les unían a la canción. Todos los viernes solían ser escandalosos gracias al desespero de los estudiantes por salir del colegio, y ese viernes no fue la excepción.

–Esperen, esperen. –les pidió Tommy cuando notó que su celular sonaba y en la pantalla se mostraba el nombre de su padre Hank, curiosa y con una sonrisa le contestó. –Hola, ¿qué pasó? ¿Van a venir por mí?

La respiración agitada y los leves sollozos de su padre la asustaron, sostuvo más fuerte su teléfono y ansiosa le habló.

–Papi, ¿qué pasó? ¿estás bien? ¿te pasó algo? ¿mi papá Charlie está mal?

–Hija, vinieron por Thomas. –dijo entre lagrimas y ella se congeló totalmente. –Nos van a quitar a Thomas. –no esperó nada más y comenzó a correr incluso más rápido de lo que recordaba.

No le importó chocar con todas esas personas, menos tirar las naranjas de esa dulce señora de la frutería. Solo quería llegar a su casa y proteger a su hermanito, no dejaría que nadie lo tocara ni se lo llevara.

Tampoco le interesó mucho pasar corriendo entre los autos cuando los semáforos estaban en verde. Le valió mierda incluso dejar tirada su mochila en la esquina de la calle dónde se encontraba su casa. Su corazón estaba terminando de romperse, el aire faltaba en sus pulmones y estaba cansándose, pero increíblemente no sintió nada, nada que no fuera dolor y ese puto nudo en la garganta otra vez.

–¡THOMAS! ¡NO! ¡NO SE LO LLEVEN! –gritó en cuanto notó que dos hombres llevaban al niño a un auto, uno de ellos lo tenía entre sus brazos, apresándolo, porque él no quería irse, no quería que esas personas lo llevaran a ningún lugar.

–Señorita, por favor, no interfiera. –otro hombre logró detenerla antes de que pudiera acercarse al pequeño. Forcejeando con ella para mantenerla lejos del vehículo y del niño, quien aún se negaba a entrar a ese auto.

–¡Por favor, por favor! ¡Déjenlo! ¡No nos hagan esto, por favor! –lloriqueo sintiendo la mucosidad escurrir por su nariz. Pero no le importaba.

–Lo sentimos, señorita. –murmuró aquel hombre usando un poco de fuerza, pero no tanta como para lastimarla.

–No… por favor… –logró decir con mucha dificultad. Forcejeó una vez más en vano y antes de verlo venir, sintió otros brazos rodeándola, unos que ya conocía. –Jae… no…

–Lo siento, Tommy.

–¡NO PUEDEN HACER ESTO! –volvió a gritar, y por poco salió de los brazos del coreano, pero él lo evito antes.

Y solo en segundos, lograron que el pequeño pelinegro estuviera dentro del auto, gritando, llorando y mirando a su familia lejos de él.

–¡TOMMY!

Habló. Gritó por su hermana… después de casi ocho años de no querer hablar, lo hizo solo para llamarla a ella las veces que pudo hasta que el vehículo desapareció por la calle y no dio la vuelta.

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*dos más y esto se acaba*

*******dos más y esto se acaba*

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3:00 a.m «Jackson Wang» (complete)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora