Capitulo 6.

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James se despertó en el enorme sillón de piel colocado afuera de los vestuarios y resistió el importante impulso de bostezar.

Estaba seguro de que el sillón había sido puesto allí para los pobres novios destinados a esperar a que sus prometidas se decidieran de una vez.

A decir verdad, aquella actividad no lo había aburrido tanto como pensara. De hecho, tuvo que apoyar el codo en el brazo del sillón y taparse la boca con los dedos para ocultar una sonrisa.

El viaje en coche había sido relativamente pacífico, pero desde el momento en el que entraron en el establecimiento conocido como Cherry Amour, Amelia y Anne parecían decididas a salirse con la suya.

Anne llevó a la otra de inmediato hacia la sección de vestidos, pero Amelia se entretenía más en la de los esmoquin. Anne la empujó de nuevo hacia los vestidos y Amelia volvió a los chalecos. Aquel choque de voluntades había tenido lugar durante casi una hora, pero James no esperaba que terminara pronto.

—  Bueno, qué te parece? — preguntó Anne, mostrando el mismo estilo de vestido que llevarían en sus damas de honor— . Es un rosa más pálido, así que resaltará entre los demás; se notará que eres especial.

James sabía que su prometida creía estar haciendo una gran concesión. No quería que Amelia destacara en absoluto.

— No me gusta el rosa —repuso a Amelia.

—  Creo que estaría encantadora de rosa, no te parece, James?

El hombre abrió la boca para hacer algún comentario que no irritará a ninguna de las dos, pero Anne empujó a la otra hacia el vestuario.

— Pruébatelo, es lo único que te pido. Pruébatelo y verás como te sienta de maravilla.

Amelia levantó los ojos al techo, pero desapareció detrás de la elaborada cortina de brocado. James oyó una conversación apagada seguida por un giro de placer de su prometida.

— Vamos, enséñaselo.

Se apartó la cortina y apareció Amelia. James abrió la boca para decir algo, pero sus ojos recorrieron el pelo revuelto de la joven y bajaron por su cuerpo hasta las puntas de sus zapatos. El vestido se apretaba en su figura, realtándo los pequeños y firmes pechos, la minúscula cintura, las estrechas caderas y las larguísimas piernas.

Trago saliva y se removió en el sillón al sentir una punzada de deseo.
Maldición! Aquella mujer era Amelia! La había conocido toda su vida.
Pero no sabía que ocultara un cuerpo así bajo aquellas ropas amplias.

—  Está... —se interrumpió al notar que su voz era demasiado ronca.

—  Parezco un monstruo — murmuró Amelia— . Ya te he dicho que no me quedaba bien el rosa.

—  Te sienta de maravilla — le aseguró James.

El color pálido del vestido combinaba muy bien con sus brazos bronceados y la pierna que se veía a través de la hendidura.

— Quiero que vea el esmoquin antes de dar su opinión — dijo Amelia con terquedad.

Anne suspiró con impaciencia, pero la otra la ignoró y volvió a entrar en el vestuario.

James contuvo el aliento y luego lo solto, expulsando con él parte de la tensión que lo invadía.

—  Creo que está divina, tú no? — preguntó Anne, que pensaba utilizar aquel momento a solas para hacer prevalecer su opinión.

— Desde luego.

— Es una chica muy bonita.

Chica? Amelia había celebrado su treinta cumpleaños antes de irse de África, así que aquella palabra no podía aplicarse en realidad a ella.
En especial con aquel vestido que le hacía parecer tan mujer.
James hizo una mueca y fijó la atención en su prometida.

— A lo mejor se siente más cómoda en pantalones, Anne.

— Por qué?

— Esta acostumbrada a la ropa suelta y amplia. Con todo lo que se mueve en su trabajo, no tiene mucha necesidad de vestidos.

— Eso son tonterías. Todas las mujeres quieren sentirse guapas y femeninas alguna vez, sea cual sea su trabajo.

— Puede que sea cierto, pero...

— Y esto es una boda, no lo olvides — gruñó Anne—. No creo que sea mucho pedir que ceda un poco.

—  Supongo que no.
Oyo un portazo y levantó la vista a tiempo de ver a Amelia salir del vestuario.

— Y bien? Qué te parece?

La mujer que tenía delante se parecía mucho más a la que estaba acostumbrado a ver. Sus hombros quedaban bien delineados por el esmoquin. Una camisa blanca se complementaba con una corbata anticuada y un alfiler de diamantes. Un chaleco de brocado de brillantes  colores llegaba hasta el pantalón, que caía sobre zapatos negros brillantes.

Aquello habría parecido absurdo en cualquier otra mujer, pero cuando Amelia adoptó una expresión indolente de modelo, sacó una cadena y metió las manos en los bolsillos, James comprendió que podría aparecer en cualquier pasarela de París.

— Me gusta —dijo.
Anne frunció el ceño.

— Pero James...
Aquella vez fue él el que interrumpió su comentario.

—  Amelia es mi padrino y creo que tengo derecho a opinar sobre su atavío. Deja que se quede con el esmoquin.

— Pero...
Lanzó una mirada severa a su prometida, y esta cedió de inmediato.

— Creo que Amelia nos ha invitado a comer — prosiguió él—. Y me parece que debemos aceptar su oferta, no?

Anne apretó los labios, pero se encogió de hombros.

— Muy bien.
Se alejó para recoger sus cosas y hablar con el gerente y James se puso en pie. Amelia se acercó a él.

— Gracias por tu ayuda.

— No parecías muy a gusto con ese vestido.

Pero a él le había gustado más de lo que quería admitir.

— No era tanto el vestido como los tacones altos. Los has visto bien?

Si, los había visto. Uno de los zapatos le apuntaba desde abajo del vestido. Recordaba vívidamente como mostraban las tiras sus pies, sorprendentemente delicados teniendo en cuenta todo lo que andaba.

— No creo que pudiese pasar un día entero con esas cosas. En mi opinión, el único mérito de un traje es que ayude a seducir.

Seducción? James pensó de inmediato en una mujer ataviada con tacones altos, medias de seda y un vestido ceñido. Pero la melena oscura que imagino al principio se convirtió de inmediato en otra corta y rizada.

Aquello tenía que terminar! Amelia había hecho un comentario en su presencia, pero eso no implicaba que él tuviera derecho a pensar en su amiga en aquellos términos. No era una mujer seductora; era su camarada.

Y haría bien en no olvidarlo.

Te Quiero para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora