Capitulo 22.

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Desde el momento en que entraron en la iglesia para el ensayo, Amelia hizo lo posible por mantener una distancia estricta entre James y ella.

No porque se avergonzara de haber hecho el amor con él ni lamentara la hora robada de placer. No, todo lo contrario. Estaba exultante al pensar que James no había podido resistirse a ella.

Hacía demasiado tiempo que deseaba aquello, tanto que ni siquiera podía recordar el momento en que había dejado de verlo como un amigo para pensar en él como algo más.

Trató de recordarse que no era libre, que no deberían haber permitido que las cosas llegarán tan lejos, que él iba a casarse, y con una mujer que, a su pesar, le caía bien. Anne no era la mujer estirada de la alta sociedad que había asumido. Era divertida, inteligente y muy vitalista.

Le destrozaría saber que James había besado a Amelia.
Que habían hecho el amor.

Respiro hondo y trato de pensar en su tienda de dulces. Pero su mente volvió enseguida a lo de antes. No quería que James se casara con Anne, quería que se casara con ella.

Maldición, debía haber algo que pudiera hacer.
Una vocecita interior le dijo que él no rompería en su compromiso por nada en el mundo, pero se apresuró a silenciarla.

Tenía que idear un plan antes de que acabara el día o morir en el intento.

— Amelia, querida. Aquí!

Respiró hondo y saludó con la mano a Mabel. Al parecer, Anne no era la única que la consideraba su amiga.

Horas después Anne describió el ensayo como un éxito, las damas de honor y los testigos llegaron puntuales y la ceremonia duró menos de veinte minutos. La novia, a continuación, invitó a los participantes a cenar y bailar en un restaurante local.

James trató de concentrarse en lo que ocurría. Se recordaba una y otra vez que aquello era el ensayo de su boda y Anne su futura esposa. Aún así le resultaba difícil creer que aquella mujer vivad de pelo corto y vestido ceñido color rosa intenso era la misma persona a la que había propuesto matrimonio tiempo atrás. La mujer a la que había considerado como una influencia estable, un modelo de percepciones, un ancla gentil en el mar agitado de su vida.

En su lugar se había convertido en una mezcla de vampiresa y Superwomam. Flirteaba con los testigos, bromeaba con las damas de honor y era constantemente el centro de la fiesta.

Mientras que él, el novio, no podía apartar la vista de su padrino.

En el restaurante no cambio nada. En todo caso, el buen humor de Anne se intensificó más, y James no podía echar la culpa al alcohol, ya que la joven solo tomaba agua mineral. Observó cómo todo su cuerpo se veía envuelto en una alegría que él no comprendía y esa alegría la conducía actuar de un modo tan desinhibido. Bromeaba, coqueteaba y se reía.

Qué le había echo el tal Armando aparte de cortarle el pelo?

Al fin, sabedor de que no podía retrasar lo inevitable, se acercó a su futura suegra y se presentó él mismo.

Mabel era una mujer delgada, de pelo color caoba teñido y labios fruncidos en una mezcla perpetua de crítica. Su esposo era también un hombre incoloro y poco vivaz.

— Me alegro de que hayan podido venir a Chicago para la boda —dijo, después de las presentaciones.

La pareja lo miro. Evidentemente, no creían que su comentario mereciera una respuesta.

— Tienen una hija maravillosa.
Silencio.

— Espero confíen en que la haré feliz.
Nada.

James sintió el impulso de agitar una mano delante de sus ojos para asegurarse de que no estaban en trance, pero se controló.

Te Quiero para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora