Capitulo 20.

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Cuando Anne apareció a la tarde siguiente por la tienda de dulces, muy pálida era evidente que tenía resaca. En cuanto James la vio, dejó de golpear el tablón que estaba clavando, pero solo Amelia notó que torcia a los labios con una mueca sonriente.

— Amelia —dijo Anne débilmente, apretandose de las sienes—. Quería venir esta mañana en persona para darte las gracias por la fiesta de ayer.

No había sarcasmo en su voz, pero eso no impidió que la joven la observara con atención para ver si descubría algún rastro de enfado. Anne debería haber estado furiosa por el resultado de la fiesta.

— Yo... —empezó a decir; pero la otra la detuvo con un movimiento de la mano.

— Lo pasé muy bien —insitio—. En serio. Y quiero darte las gracias también por el striptease.

James, que bebía de la botella de agua, se atragantó y Anne le lanzó una sonrisa.

— Se que debe parecer extraño, pero nunca en mi vida había tenido una experiencia así. Nadie ha dado a entender nunca que me considerara una criatura sexual con tendencia divertirme de ese modo —suspiro—. Sabes que me regalaron las demás invitadas? Espuma para el baño y accesorios de cocina. Tengo nueve frascos de gel, una batidora, un tostador y un montón de toallas. Ni un solo camisón atrevido o una revista erótica de la gente que mejor me conoce.

Parpadeó y Amelia comprendió que estaba al borde de las lágrimas.

— Gracias por hacerme comprender que no soy tan aburrida como todos creen —respiro hondo y enderezó la cabeza—. También quiero disculparme por mi conducta contigo cuando llegaste a Chicago.

— Vamos Anne, interrumpió James.
Su novia le hizo guardar silencio con un movimiento de mano.

— Cuando descubrí que el padrino de James era una mujer, me mostré estirada, enobista y te pido disculpas. Quiero que sepas que te considero una amiga muy querida y espero que te sientas libre para venir a vernos siempre que quieras y por todo el tiempo que desees.

Espero la respuesta de Amelia, pero esta no sabía que decir. Cómo podía decirle que no haría más visitas largas a su casa? No podría compartir el mismo techo con ellos dos sin volverse completamente loca.

— Cómo agradecimiento, me gustaría que vinieras mañana conmigo —prosiguio Anne, al ver que no decía nada—. He planeado algo especial para las dos.

La joven se preguntó por un instante si la otra habría percibido la tensión que impregnaba la atmósfera siempre que los tres estaban juntos. Era aquello una especie de emboscada?

Pero no. En el tono de Anne solo se adivinaba un esfuerzo sincero por agradar.

— Me guscaría  —repuso.

— Bien. Te recogeré a mediodía. Ponte algo informal.

***

— Sólo media manzana más —anunció Anne al día siguiente, abriéndose paso entre los peatones con los ojos brillantes de excitación.

Amelia trató de soltar su brazo para no parecer una niña recalcitrante a la que arrastraba su niñera por la acera, la otra no se lo permitió.

— No me debes nada, Anne. Yo...

— Tonterías. La boda es pasado mañana, así que he decidido llevarte conmigo a una sesión de belleza.

Amelia oyó sus palabras al mismo tiempo que veía la puerta que había delante de ellas. Un anuncio de neón anunciaba que se trataba del salón de belleza Monteur Palace.

Te Quiero para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora