Capitulo 18.

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La sala de conferencias de Industrias Globery había sido transformada. La mesa de caoba se hallaba apoyada contra una de las paredes, servía de buffet y el resto del cuarto estaba lleno de sillas tapizadas y sillones trasladados allí desde el vestíbulo principal. El efecto era encantador y la estancia parecía un elegante sala de estar.

- Es fantástico, Tom -exclamo Amelia-. Sencillamente fantástico.

El hombre sonrío.

- He llenado la mesa hasta los topes, pero si necesitan más, en la cocina, detrás de aquella puerta, hay más.

- Creo que aquí hay suficiente para un ejército. Sólo hay una docena de mujeres invitadas.

- No quería que faltara la comida y supongo que querrán intimidad para la fiesta, así que no me quedaré.

- Gracias, Tom.

El hombre desapareció y Amelia se quedó a esperar la llegada de las mujeres. No tardó en oír el murmullo distante de sus voces. Anne había regresado del aeropuerto con sus invitadas.

- Ven aquí, Amelia. Quiero presentarte a todo el mundo.

La joven no quería conocerlas. De hecho, hubiera preferido largarse con Tom. Pero como no tenía otra opción, se acercó de mala gana al grupo de mujeres que había en la puerta.

En cuanto consiguió ver mejor a las invitadas, su rostro adoptó una sonrisa fría de bienvenida.

Resistió el impulso de soltar una carcajada. Cómo podía haber olvidado su primera impresión sobre Anne? Todas las mujeres que esperaban a ser presentadas parecían sacadas directamente de las páginas de la sociedad. Todas eran delgadas y vestían con una corrección absoluta. Ninguna de ellas se doblaba; de hecho, su espina dorsal podía haber estado hecha del mismo trozo de alambre a juzgar por su postura.

Comprendió en un instante que estaba a punto de soportar la conversación más aburrida e inútil de toda su vida.

- Está es mi madre. Mabel.
Amelia estrechó la mano de una mujer delgada de labios apretados cuyos dedos resultaban tan fríos como el hielo que la joven había servido en los vasos.

- Está es la tía Rose.
Otra mujer adusta y otra mano fría.

- Mis primas, Faith, Hope y Charity.
Fe, Esperanza y Caridad? Amelia asintió con la cabeza. Aquello era demasiado.

- Y algunas de mis mejores amigas, la mayoría compañeras de universidad.

Siguió una lista de nombres que Amelia no se molestó en intentar recordar. Bitsy, Biopsia, Buggy, Snuffy, Tuffy, Tiffi, Muffy. Pensó que parecían una versión retorcida de los siete enanitos.

Con Anne en el papel de Blanca Nieves?

Y su madre en el papel de madrastra mala?

Oh, sí. La tarde prometía ser muy divertida.

Cuando terminaron las presentaciones, el grupo entero se volvió hacia ella y Amelia comprendió de repente que esperaban que les anunciara los eventos de la velada.

- Bueno... -empezo a decir.

Buscó algún rastro de personalidad festiva en cada una de ellas y sus ojos se encontraron al fin con los de Anne.

En ese instante, Amelia admitió que probablemente había cometido un gran error. Estaba segura de que un striptease masculino caería en aquel grupo como un globo de plomo.

- Comida -dijo, señalando la mesa del buffet. Creo que lo primero que debemos hacer es comer.

las mujeres lanzaron grititos de placer y se lanzaron sobre la mesa del buffet como la sutileza de una plaga de langostas en un campo de trigo. Tras llenar sus platos con porciones minúsculas de la gran variedad que había en oferta, se sentaron en grupos y comenzaron a hablar de las ventajas de la dieta de cada una, el ejercicio y los tratamientos de belleza.

Amelia, con el plato lleno de su comida favorita se consoló pensando que al menos aquella parte de la fiesta era un éxito. Se instaló en el único asiento disponible, entre la madre de Anne y una de sus sobrinas.

A medida que las conversaciones la envolvían como una marea, el tono sureño de Georgia tranquilizó sus nervios como el murmullo de las abejas. Se preguntó con aire ausente si debía interrumpir la sesión de grupo para los juegos. Apretó los labios al imaginar la respuesta de las invitadas de Anne cuando les pidiera participar en el juego de las palabras atrevidas que había planeado para la ceremonia de apertura de regalos. Luego, por su puesto, estaba el número de striptease.

De inmediato pensó en James. Casi pudo oír sus palabras.

- Está vez ha sido demasiado lejos. Esa es mi futura suegra, Amelia.

Parpadeo y miró a la señora en cuestión. La mujer seguía siendo la viva imagen de la severidad.
Cuál sería su reacción al ver a un extraño desnudándose?

No podía permitir un striptease en aquella reunión! James le arrancaría la cabeza.

- El ponche! -exclamo, poniéndose en pie-.
He olvidado el ponche y seguro que tienen sed después del viaje.

- Algo de beber nos vendría bien -proclamó Mabel con cierta amargura.

- Ahora mismo -murmuro Amelia; entro corriendo en la cocina.

En cuanto a las puertas se cerraron tras ella, tomó el teléfono. Llamó primero a información para pedir el número que necesitaba y lo marco.

- Vamos, vamos -susurro, mirando el reloj de la pared. Sólo faltaban cuarenta y cinco minutos para que llegara el joven que había de desnudarse.

Tenía que haber alguien que pudiera darle un mensaje.

De no ser así, podría llamar a James y pedirle que esperara a el hombre en la puerta principal.
El teléfono siguió sonando.

Mabel tendría un ataque cardíaco si aparecía el chico y James seguramente le echaría la culpa a ella.

- Amelia -llamó una voz desde la otra habitación.
Era Anne.

Y el teléfono seguía sin contestar.

- Necesitas ayuda?

- No, no estoy bien -repuso la joven.
Maldición! No iba a contestar nadie.

Colgó el teléfono justo en el momento en que se abrió la puerta y Anne asomaba la cabeza por ella.

- Seguro que no necesitas ayuda?

- No, no. Solo estoy llenando el tazón de ponche.

Anne le lanzó una mirada de extrañeza y luego se encogió de hombros y regresó a la sala.

Amelia respiró aliviada y se puso a trabajar. Ponche. Las mujeres necesitaban ponche.

Busco el contenedor grande que almacenaba la bebida y al hacerlo, vio detrás de él una docena de botellas de vino amontonadas en el frigorífico. Después su vista cayó sobre el licor del mostrador. Tom no estaba seguro de lo que querían beber las invitadas, así que había dejado un buen suministro de Ginebra, vodka, Jerez y Bourbon.

- Vodka? Como si alguna de estas pudiera beber vodka -murmuro. Tomó el teléfono y marcó el número de James. Pero para su desgracia solo escuchó el contestador automático-.
James, soy Amelia. Socorro! Por favor, si llegas a casa antes de las ocho, te necesito desesperadamente aquí.

- Amelia? -llamo de nuevo Anne desde la sala.

- Ya voy.

Colgó el teléfono y echó el ponche en el enorme tazón, pero al ver que solo estaba lleno hasta la mitad, se detuvo, asaltada por una idea repentina. Si no podía cambiar los eventos de la velada, quizá pudiera animarlos un poco.

Te Quiero para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora