Capítulo 12 - Una boda y otras revelaciones

4 3 0
                                    

—Me siento mejor, de verdad, no te preocupes—intento mentirle a Vicki.

—Cualquier cosa me llamas.

—Claro, recuerda que yo siempre estoy bien.

—El día en el que te des cuenta de que no eres una mujer de hierro comenzarás a ser feliz.

—Puede ser pero por favor, las cosas cursis se las dejamos a Lucifer.

—¡Oye!, que yo también puedo decir cosas cursis.

—Claro y con el enamoramiento con ese David.

—No empecemos Am...

—Perdón, hablamos luego.

—Bye, te quiero.

—Yo igual—cuelgo.

Estoy cubierta de sábanas y colchas con una fiebre muy alta. Recreando la noche anterior en mi mente todo el maldito tiempo.

—Toc, toc, ¿se puede?.

—Ya entraste mamá.

—Cierto, ¿cómo vas?.

—Fatal.

—Yo aún no entiendo en qué momento te enfermaste, tú no sales nunca de aquí.

—Ni yo mamá, no entiendo nada.

Mentiras y más mentiras rodean mi existencia.

—Por cierto, tengo algo que contarte.

—No estoy para chismes.

—Hija reconoce que te gusta estar enterada de todo.

—A ver, que a mí me guste ser una persona perspicaz que sabe las cosas con anticipación—estornudo—no significa que me guste el chisme.

—Como digas, en el desayuno Jax anunció que su novia vendrá hoy a comer y habrá un anuncio importante.

Creo que empeore.

—No sabes la emoción que me produce.

—No seas tan sarcástica, tienes que estar bien para entonces, aunque de todas formas te vas a enterar.

—Trataré pero no prometo nada.

—Ahora sí lo más importante. Tómate la pastilla.

—Ay mamá...

—Ámbar eres demasiado madura pero hay rasgos en tí de cuando eras pequeña que nunca cambiarán, como tú fobia a los medicamentos.

Luego de un rato sin querer tomar la pastilla diminuta al fin lo hago y  comienza a darme mucho sueño.

—Señorita, ¿va a bajar a cenar?.

¿A cenar?.

¿Qué hora es?.

Observo la hora en mi reloj y efectivamente he dormido todo el día. Estoy un poco resfriada aún pero la fiebre ha cesado.

—¡Ya bajo!.

Me visto con lo primero que encuentro y bajando las escaleras escucho risas provenientes del comedor.

Y al entrar menuda sorpresa me llevo. Linda está aquí, en vivo y en directo, llorando como una tonta.

—¡Ámbar acércate a recibir la buena noticia!.

—¿Qué noticia?—le pregunto a una muy emocionada Linda.

—¡Jax me ha pedido que sea su prometida!. ¡Me pidió que me case con él!.

La observo sin dar crédito a lo que escucho. Mis oídos se han quedado en esas dos oraciones repitiendolas sin parar en mi cabeza, aunque para ser sincera lo único que escucho son los acelerados latidos de mi pobre corazón.

Lo prohibido detrás de tus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora