Capítulo 14 - Hasta las últimas consecuencias.

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Me he pasado la tarde entera buscando el momento oportuno para buscar entre sus cosas y encontrar la bendita llave, no puedo seguir esperando así que lo haré ahora.

Sigilosamente penetro su habitación y él no está por ninguna parte. Comienzo a buscar en silencio sobre su cama, en sus gavetas pero no encuentro nada. Me acerco al baño que es mi última esperanza, la ducha está encendida y la figura a través del cristal solo puede ser él, me obligo a mi misma a no mirar y a no ser vista.

Observando la habitación desde la distancia diviso el pantalón que se ha quitado y sobresaliendo de él un llavero.

¡Una de esas tiene que ser!.

Me acerco lentamente y estiro mi mano dispuesta a tomarlas.

—Hola, ya que estás aquí haciendo sabrá Dios qué, ¿puedes alcanzarme la toalla para averiguarlo?.

¡MIERDA!.

Pillada.

—Claro.

Tengo que buscar una excusa que no implique la verdad y tampoco que quería verlo y menos así desnudo.

Le acerco la toalla sin mirar y espero a que salga.

Al salir lo hace con la toalla a su cintura tentándome a mirar.

—¿Y bien?. ¿Qué hacías en mi cuarto?.

—Yo...yo estaba en tú cuarto, porque yo...

—¿Porque tú...?.

—Quería que habláramos sobre lo de esta mañana.

No se me ocurrió nada mejor que decir y pensar que ese es el último tema del que quiero hablar al menos hoy.

—¿Y no podías esperar en mi cuarto a que yo saliera?.

—Jax, ¿qué quieres que te diga?. No estoy para tus juegos.

—Volvió la Ámbar que conocí.

—La que nunca debí dejar de ser.

Él suspira.

—Bueno, te escucho.

—Vas a tener que controlar a tu noviecita sino quieres que existan problemas en la convivencia.

—Ella ni siquiera se enojó.

—Pero yo te advierto que yo no soy una princesita como ella, es por su bien no por el mío—le dedico una sonrisa de suficiencia.

—Eres la chica perfecta pero con carácter, ¿no?.

Yo pongo los ojos en blanco.

—Sólo quería advertirte.

—De acuerdo, trataré de que no vuelva a suceder.

Nos miramos directamente a los ojos, por un instante siento que puedo cortar el aire con un cuchillo de tanta química y tensión.

—Me largo—rompo el silencio.

—¿No tienes nada más que decir?.

—No. ¿Qué más hay que decir?.

—Tienes razón, todo está dicho—yo asiento ante lo dicho por él.

—Voy a cambiarme.

—Ah claro, mi turno de salida.

Giro sobre mis talones y al dar el primer paso me resbalo cayendo hacia atrás pero unos brazos fuertes me sostienen.

—¿Estás bien?.

Lo prohibido detrás de tus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora