Capítulo 18. Memorias

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Mystic Falls 1864

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Mystic Falls 1864

Conocí a Katherine en 1864. Ella fue nuestra huésped después de llegar al pueblo completamente sola, con la única compañía de una amiga que apenas conocía, y de memorias que ni siquiera yo llegué a conocer. Sin padres, sin hermanos, y sin un prometido. Mi padre no tuvo como decir que no y le abrió las puertas de nuestro hogar. Damon acaba de volver del servicio, y, por unas semanas, fuimos nuevamente, y por última vez, los dos hermanos Salvatore, los mejores amigos.

De haber sabido que serían los últimos días donde vería a Damon cómo mi hermano y no como un asesino, habría sabido atesorar cada momento que compartimos juntos.

Él sabía de Katherine, pero no la conoció hasta un día después de su regreso a casa. Los dos salimos al patio a jugar un juego que él aprendió en Atlanta. Naturalmente yo no sabía nada al respecto porque nunca salí del pueblo, todo lo que sabía era gracias a Damon.

—¡Espera! ¿Dónde aprendiste este juego?

—En un campo, en Atlanta. Un soldado lo aprendió el Harvard. ¡Atrapa!

—¡Espera! Dime las reglas ¿Cuáles son las reglas?

—¿Quién quiere reglas?

Katherine hizo presencia vistiendo sus mejores galas. Sencilla, pero no había vestido que no le quedara bien.

—¿Puedo jugar?

—Bueno, podría lastimarse. Mi hermano siempre juega rudo.

Yo estaba embelesado por ella. Juraba que era la mujer más hermosa que yo hubiera visto en mi vida, pero era demasiado tímido, y eso me hacía indeciso ante la vista de otros. Dada la época, los planes de casarme ya estaban en la baraja, pero nunca lo pensé hasta que la conocí a ella. Pero siempre que la veía era como olvidar siquiera cómo respirar.

Especialmente cuando ella sonreía y me miraba con picardía. Ella sabía cómo provocar a alguien sin perder sus malos modales. Decía lo que todos querían oír.

—Me parece que tú eres más rudo. —fue lo que dijo, para así quitarme el balón de las manos y echar a correr en dirección al jardín, dejando como rastro su melódica risa.

—¿Qué haces? No te quedes ahí—me había dicho Damon tras verla correr—. Esa señorita desea que la persigas—pero yo no me movía. Era la primera vez que ella y yo intercambiamos palabras. Durante sus primeros días en casa mi padre era el que hablaba, y cuando me tocaba a mí hacerlo siempre era bajo formalidades. No supe que hacer en ese momento—. Si tú no lo haces yo sí.

Damon fue tras ella, y yo lo seguí. Lo que pareció una inocente tarde de juegos pronto se tornó en algo más peligroso para ambos.

Damon partió cinco días después. Los tres pasábamos tiempo juntos, jugando inocentes juegos en el patio. Pero cuando Damon se fue yo empecé a atesorar cada momento que pasaba a solas con Katherine. Y poco a poco fui perdiendo la timidez. Ella me hacía sentir especial, así que yo quería hacerla sentir igual.

𝐒𝐀𝐏𝐏𝐇𝐈𝐑𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 》the vampire diariesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora