Capítulo 9. El Ojo De La Artista

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—¿Damon?

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—¿Damon?

Cora tuvo que aclarar su garganta cuando escuchó como su voz salió un tanto aguda, pero fue algo inevitable. ¿Qué demonios hacía en la casa de Elena?

El pelinegro emitió una risa ronca que aceleró todavía más los latidos del corazón de Cora, y la rubia le miró un tanto anonadada.

—Caroline y yo decidimos visitar a Elena—dijo, y fue cuando ella supo que había hecho aquella pregunta en voz alta y no en su mente. Damon inclinó su cabeza hacia la izquierda, dejando al descubierto su pálido cuello, y le miró con una sonrisa traviesas que la hizo sentir como si cayera en caída libre—. ¿Te molesta acaso que este aquí, en casa de Elena y con Caroline?

—No—tragó en seco—. Es solo que no esperaba verte aquí.

«A solas con Elena y Caroline» Pensó para sus adentros.

Damon chasqueó la lengua y fingió una mirada avergonzada, cuando en realidad tenía el aspecto de estar disfrutando de la situación.

—Oh. Pero ¿dónde están mis modales?—dijo y abrió todavía más la puerta—. Adelante, pasa. Siéntete cómo en tu casa.

Cora titubeó. No creía que fuese una idea sensata de su parte convivir en el mismo espacio donde estaban Damon, Caroline y Elena. Lo mejor que podía hacer era dar la media vuelta e irse.

—No, gracias. Solo venía a entregar esto para Jenna, la tía de Elena.

—Ah, sí. Elena mencionó algo de que tú y su tía son amigas—su sonrisa burlesca se acentuó todavía más hasta llegar a sus ojos azules—. Bien por ti, chica nueva.

La rubia ojiazul tuvo que contener el aliento para controlar así mismo su voz, la cual amenazaba con romperse en cualquier momento a causa de los nervios. ¿Cómo era posible que a cualquier lugar donde ella fuese Damon tenía la habilidad de aparecerse justo ante ella? De no ser una situación donde ella estaba frente a la casa de su potencial amiga Jenna donde Damon acababa de abrirle la puerta, seguramente se habría reído por aquel escenario. Nunca creyó encontrarse a sí misma en un momento como ese, y ciertamente no tenía idea de qué hacer o decir. Era como si su mente hubiera quedado en blanco y todo lo que era capaz de ver era aquel peligroso destello deslumbrante de la mirada azul del pelinegro.

—Solo dile a Elena que estuve aquí y que solo quería dejar esto—musitó con una débil sonrisa—. No tengo mucho tiempo para quedarme y...

—Perfecto. Quince minutos no es mucho tiempo. Hace mucho frío afuera, no quiero que te resfríes.

Sin previo aviso, Damon le quitó de las manos el postre que ella llevaba cargando y, con una sola mano, el ojiazul lo sostuvo para así tomar del brazo a la rubia y así invitarla, o más bien obligarla, a entrar a la casa. Su agarre fue más gentil de lo que ella había esperado, y como ella era más baja de estatura que él fue fácil que Damon la hiciera cruzar el umbral y así cerrar la puerta detrás de ella sin hacer esfuerzo alguno.

𝐒𝐀𝐏𝐏𝐇𝐈𝐑𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 》the vampire diariesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora