Capítulo 31. Lluvia de Otoño

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Era una noche fría de otoño en Mystic Falls

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Era una noche fría de otoño en Mystic Falls. El pueblo, por primera vez en varios días daba la impresión de haber recuperado la calma que tanto le caracterizó. Las calles se encontraban en absoluta paz, dentro las casas las familias cenaban en armonía y tanto la policía como los doctores estaban relativamente libres esa noche al no suceder algún percance. Mystic Falls era, una vez más, un pequeño pueblo ubicado en el rincón más tranquilo de Estados Unidos donde nada interesante sucedía. O al menos eso era lo que el foráneo podía ver desde la carretera que lo llevaba a dicho pueblo.

El recién llegado detuvo su Dodge Neon color rojo frente al cartel que rezaba "Welcome to Mystic Falls, Virginia" y se tomó su tiempo para buscar algo en su maleta de mano que llevaba consigo en el asiento del copiloto. De ella extrajo un pequeño cuaderno de apariencia desgastada a causa del tiempo, y que parecía tener apuntes desde hace cuarenta años. Sin embargo, él sabía perfectamente lo que buscaba, pues entre tantos apuntes realizados encontró sin problema alguno una dirección, la cual tenía el apellido de una familia: Salvatore.

El joven hombre cerró abruptamente el cuaderno y lo dejó sobre la maleta para así bajar la intensidad de las farolas de su auto y retomar la marcha, cruzando lo que parecía ser la línea invisible que resguardaba a Mystic Falls con el resto del mundo.

Al otro lado de la carretera, la casa de los Beckham era la única que destacaba por la ausencia de los padres, puesto que André tuvo que recibir el nuevo inventario, mientras que Lydia hizo un turno extra, por lo tanto, Cora disfrutaba de tener la casa para ella junto a Stefan, su novio.

Pensar que finalmente podía llamarlo oficialmente su novio le parecía tan irreal que inmediatamente sonreía, pensando que, tal vez, solo fuera una ilusión de la cuál tarde o temprano despertaría. Después de tantas dudas inducidas por el miedo, Cora nunca antes creyó posible encontrar la felicidad en una persona, pero así era. Cuando estaba con Stefan todo lo malo se iba de su mente, incluida la leucemia.

En ese momento, Cora dio un respingo al sentir dos cálidos y fuertes brazos rodear su pequeña cintura, pero inmediatamente se relajó y sonrió aún más al reconocer el aroma de Stefan. Él siempre olía a madera y pino.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó Stefan un tanto curioso y con voz melosa, refiriéndose así al motivo de su sonrisa.

Cora, quien estaba acabando de glasear los cupcakes de chocolate que preparó durante parte de esa tarde, arrugó la nariz y se encogió de hombros, al tiempo que sus mejillas se sonrojaban.

—Solo pensaba en nosotros—contestó—. En cómo en dos meses todo cambió. Estamos juntos, y aunque sé que dijimos que iríamos despacio, estoy maravillada en cómo me es tan fácil y relajante estar contigo. Es como si pudiera ser yo misma.

Sabía que no era del todo cierto, ya que todavía no le contaba referente a la leucemia, pero todo lo demás que dijo era la verdad. Era sorprendente como en un par de días ella se acostumbró a estar con él, a tenerlo a su lado, y sobre todo, en cómo la comunicación era fluida y a veces no ameritaban de palabras para expresarse lo que pensaban o sentían. Estaban en la misma sintonía. Simplemente todo parecía ir mejorando para Cora.

𝐒𝐀𝐏𝐏𝐇𝐈𝐑𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 》the vampire diariesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora