Capítulo 6. Adaptaciones

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Cora cerró su ejemplar de Historia de dos ciudades y suspiró con frustración

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Cora cerró su ejemplar de Historia de dos ciudades y suspiró con frustración. Desde que había llegado a Mystic Falls tenía problemas para concentrarse en cualquier lectura, y ahora que parecía tener tiempo de sobra para leer su mente se encontraba bloqueada, haciéndole imposible salir de la página veinte del libro. Levantó su mirada azul de su regazo donde tenía descansando su libro y miró la calle poco transitada que tenía delante suyo.

Después de clases su madre la había recogido y llevado a casa, pero apenas y ella se descuidó al recibir una llamada telefónica por parte de Liz Forbes Cora recogió su bolso junto a su libro y le hizo señas a su madre de que saldría. Antes de que Lydia pudiera presentar alguna objeción ella ya estaba fuera de la casa avanzando a grandes zancadas. Sentía que necesitaba estar tiempo a solas, sin su familia que la mirase como si fuera una flor que estaría por marchitarse en cuanto la descuidaran por un minuto, o por las miradas curiosas de sus compañeros y de los mismos profesores. Desde que llegó a Mystic Falls no había tenido la oportunidad de estar realmente sola, recorriendo las calles por su cuenta sin ser interceptada por alguien. Quería ver el pueblo, descubrir los encantos de los que tanto le hablaban, y tal vez así podría sentirse como si estuviera en un nuevo hogar y no en una prisión.

No obstante, esto no parecía estar funcionando. Todo lo contrario, Cora sentía que cada día que pasaba ella se estaba asfixiando. Y la reciente conversación que mantuvo con su nueva maestra de artes tampoco le ayudaba demasiado como para sentirse serena. Era como si ella fuera un pez de agua dulce y sus padres acababan de lanzarla a un cuerpo de agua salada. Se sentía sofocada, superada por todo, y tenía la impresión de cómo si ella fuera a cometer la imprudencia de hacer o decir algo indebido todos sabrían que ella padecía de cáncer.

No quería pensarlo, no quería ser una víctima que culpaba al cáncer de cada una de sus desgracias, porque ella misma sabía que no era así, pero tampoco podía negar que esa enfermedad la estaba limitando. Tenía que aferrarse a una dieta, tomar medicamentos a una hora correspondiente, no podía hacer deportes extremos por que corría el riesgo de desmayarse o de que su propio cuerpo la derribase al tener sus articulaciones más frágiles que otra persona. El cáncer podía ser tratable, pero se le advirtió que ella no podía ser insolente y creerse superior a la enfermedad. Tenía que ser prudente, pero tampoco encerrarse. Pero no veía como podía seguir con su vida con tantas restricciones.

El cáncer la llevó a mudarse a un pueblo pequeño, su madre la trataba más como a una enferma que como si fuera su hija, y Cora tenía terror de salir de casa porque nadie podía saber que ella estaba enferma. No quería la compasión de nadie más, suficiente tenía con estar confinada en su casa, la cual parecía más un hospital. Su mamá estaba acondicionado el baño con toallas de papel, gel antibacterial, y jabones especializados para piel sensible. Cora ni siquiera había llegado a un estado tan crítico como para requerir semejantes tratados. ¿Cómo podía sentirse normal cuando su mamá era como su enfermera?

Solo quería tener un espacio donde pudiera ser ella misma, que alguien fuese capaz de mirarla y ver a una chica normal, con quien ella pudiera conversar sin temor alguno de que se le escapase la palabra leucemia. Deseaba que Mystic Falls tuviera algo más para ofrecerle además de una prisión.

𝐒𝐀𝐏𝐏𝐇𝐈𝐑𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 》the vampire diariesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora