Capitulo 26. Punto De Inflexión

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Cora abrió lentamente sus ojos solo para volver a cerrarlos y acurrucarse más sobre su almohada

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Cora abrió lentamente sus ojos solo para volver a cerrarlos y acurrucarse más sobre su almohada....de la cual se percató de que en realidad no era una almohada, sino un pecho desnudo. Y aquella no era su cama, y mucho menos su habitación.

Volvió a abrir sus ojos y las imágenes de lo que había ocurrido entre ella y Stefan asaltaron su mente como un flash que la dejó deslumbrada y apenas siendo capaz de asimilar la situación. No obstante, si bien al comienzo se sintió avergonzada y llena de pánico, pronto una sonrisa pequeña aún llena de vergüenza pero con matices de alegría adornó su rostro y acariciar el pecho de Stefan, a quien descubrió que seguía despierto y estaba acariciando cada uno de sus mechones dorados sin prisa alguna.

Cora alzó su mirada, intentando ignorar el pudor, pues en realidad ya no tenía razón alguna para avergonzarse teniendo en cuenta lo que había ocurrido, y miró sonriente a un sereno y feliz Stefan.

—Hola. —saludó ella con voz ronca.

Se había quedado dormida a los pocos minutos cuando acabaron. Recordaba haberse acurrucado sobre una de las almohadas de la cama de Stefan, y él la cubrió en su momento con el edredón, pero en realidad ella seguía desnuda, mientras que él se había puesto únicamente los pantalones.

—Hola.

—¿Me quedé dormida mucho tiempo?

—No en realidad. Menos de una hora.

Cora asintió y se acercó más a él para así apoyar su cabeza contra su pecho y acariciar con sus manos el brazo izquierdo de Stefan, quién seguía sosteniendo entre sus dedos los mechones de su larga cabellera rubia.

—¿En qué piensas?—le preguntó él al cabo de dos minutos donde volvieron a guardar silencio, cada uno sumergido en sus respectivos pensamientos.

Cora se estremeció, pero al instante se encogió de hombros y suspiró.

—En que mi madre me matará—contestó e inmediatamente escondió su rostro debajo del edredón que aún la cubría—. Lo siento, no debería mencionar ahora mismo a mi madre. —murmuró un tanto avergonzada, pero Stefan, aunque ella no podía verla, le sonrió con ternura, como si ella fuera la criatura más adorable, hermosa y compasiva que había visto en su vida.

—No, está bien. Es comprensible que estés pensando en tus padres.

Cora bajó nuevamente el edredón a la altura de su pecho, cubriendo apenas sus senos, para así volver a sujetarse de los brazos del castaño y sentirse así acobijada como hace una hora atrás, donde ella era consciente de que en esa cama se había ido la niña, y otra Cora había despertado en su lugar. Solo que todavía no sabía exactamente qué pensar al respecto, pero si sabía que no se arrepentía. Aunque todavía le costaba creer que ella hubiera accedido a semejante impulso, confiaba en que no se había equivocado. Stefan la había tratado con tal dulzura que incluso cuando ella llegó a sentir dolor, pues al ser la primera vez era obvio que pasaría por dolor, él hizo todo lo posible para hacerla sentir cómoda y segura.

Sabía que el dolor estaría presente, era completamente natural, se trataba de un proceso, como todo en la vida, pues de algún modo se está yendo el cuerpo de una niña y se abre paso el de una mujer. O algo semejante. Pero no imaginó que por un minuto completo ella sentiría un dolor tan agudo que la hizo sentir en el infierno, y que no desearía a su peor enemigo. Pero después de eso, ella podía decir que todo fue maravilloso.

Mientras sus manos recorrían los brazos de Stefan hasta entrelazar sus manos por encima del pecho de la rubia y acariciarse mutuamente sin prisa alguna, Cora, quién aún seguía sonriente aunque con atisbos de seguir un poco cansada, finalmente se dignó en echar un vistazo hacia la habitación donde ella había decidido entregarse a Stefan. Y su sonrisa no pudo hacer más que acentuarse.

Aquella estancia era como trasladarse a la época victoriana. Todo estaba hecho de madera firme y bien conservada por el tiempo que ni siquiera se llegaría a imaginar que tuviera, mínimo, cincuenta años o más de cien. Había un escritorio donde había velas y una lámpara eléctrica que apenas y parecía usarse, y sobre la superficie había un diario apilado sobre varias novelas, y junto al escritorio se podía apreciar un gran librero donde se podían admirar títulos como la divina comedia hasta el gran Gatsby, junto a varios cuadernos que debían ser los diarios de Stefan.

—Sé que cada habitación es el reflejo de la persona—comenzó a decir—, pero tú habitación es como adentrarse a tus ojos, e inmediatamente cuando logras ver más allá de la imagen superficial que intentas dar, descubres exactamente esto: pasión por los libros, y demasiados recuerdos de todas las vidas que has vivido.

—Se podría decir que esta habitación es lo único que sigue constante en mi vida—murmuró él mientras depositaba un beso en la coronilla rubia de Cora—. Demasiados recuerdos.

Si bien era consciente de que era probable de que en esa misma cama él y Estella hubieran tenido intimidad, así como otras chicas, llegar a sentirse celosa o incluso asustada sería irracional. ¿Cómo sabría Stefan que la conocería? En ese entonces no le debía nada pero si que era cierto que era un poco intimidante, pero no por Stefan, sino la idea de imaginar a Estella desnuda. Era ella misma, su cuerpo, su cara, su cabello; ella era la copia física de Estella Sherwood, y tenía el presentimiento de que la vez que perdió la virginidad no se sintió asustada, sino que era muy probable que pensara que le estaba haciendo un favor a Stefan al concederle el privilegio de poseerla. O a Damon. ¿Como saber con cual lo hizo primero?

Sacudió su cabeza. No era el momento de compararse con Estella. Y jamás debía hacerlo, pues Stefan hacía ya tiempo que dejó de compararlas, así que ella, quién jamás conoció a su doppelganger, no tenía por qué sentirse intimidada por un fantasma. No porque tuvieran el mismo cuerpo significaba que Stefan pensara en Estella, sino que la estaba conociendo a ella, a Cora Beckham. Stefan sería incapaz de hacer algo así, lo demostró al cuidarla en el acto, sin forzarla a hacer algo que ella no deseara.

Stefan, como si presintiera los pensamientos turbios que rondaban la mente de la pequeña rubia, le depositó un beso más prolongado en su coronilla para después dejarle otro en su hombro desnudo y enterrar su nariz en su clavícula.

—Ningún recuerdo se puede comparar con lo que siento por ti. Sé que puede ser difícil de creer, pero te lo digo tras todo lo que he vivido: nunca conocí a alguien como tú, Cora. Tan noble, pura, sensible al arte, y aún así con un carácter que controlarías al mismo satanás de tenerlo frente a ti.

—¿Hablas de Damon?—inquirió, y Stefan se rio a carcajadas por la comparación hacia su hermano.

—También.

Pero Cora inmediatamente retomó su semblante serio para después suspirar y formar una mueca con sus labios.

—No, no quiero ponerme por encima de tus recuerdos. Son tuyos, y sería una idiota de pedirte que olvides a Katherine, Estella o a otras personas. Porque sé que hubo más, aunque tal vez no las amaste como a ellas dos—añadió apresuradamente antes de que él pudiera refutar al respecto—. Pero eso no impide crear nuevos recuerdos para los dos. Se llama vida, ¿Sabias? Cada persona es como un capítulo del libro de tu vida, o en este caso, tomos de tus diarios que narran tu vida inmortal. Y ahora que te conocí créeme que no tengo la intención de que nuestro capitulo sea efímero.

Y así, pasara lo que pasara, ella estaba segura de que al final de los días sería lo último que ella recordaría con gran afecto. Pero, claro, tampoco era el momento para pensar en ello.

Trazando líneas invisibles en su brazo, Cora ascendió hacia el tatuaje que descansaba en el hombro de Stefan y siguió cada trazo del dibujo hasta llegar al corazón de la rosa, y de este modo, desviar un poco el tema de conversación. Aunque si bien no era incómodo, en realidad ya no había nada más para decir al respecto.

—Tengo el presentimiento de que ese tatuaje esconde otra historia. ¿Estás seguro de que no lo elegiste por una razón al perder la apuesta?

Por supuesto que creía lo de la apuesta, pero, conociendo a Stefan, debía tener un significado. Todo en su vida tenía una historia profunda por detrás, y algo que llevaría para siempre tatuado en su piel no podía ser solo algo aleatorio.

Stefan, por otro lado, recostó su cabeza sobre su brazo derecho mientras que con el izquierdo, dónde se podía apreciar su tatuaje, seguía abrazando a Cora.

—No te rías—empezó a decir él—, pero, aunque si estaba ebrio, pensé en que no quería tener algo desagradable para mí tatuado en mi piel por siempre. Quería algo que me gustase ver, y me recordara quién fui, quién era en el momento que me hice el tatuaje, y quién deseaba ser. Y supe que ningún tatuaje podía reflejar eso—Cora alzó sus cejas, pero no dijo nada y siguió escuchando—, pero si algo relacionado a algo en mi que jamás cambiaría, y eso sería mi amor por los libros. Así que pensé que libro me gustaba, y pensé en cientos de ellos, hasta que pensé en el principito, así como en la rosa de la bella y la bestia. Porque fui una bestia a absoluta por un largo tiempo, y pensé que, en ambos cuentos, la rosa es significativa y me sentí identificado por su historia. Así que pensé que si veía a diario en el espejo ese dibujo, sería un recordatorio de que, con o sin alguien que cuidara de mi, y me salvara de la oscuridad, debía avanzar y ser mejor.

Cora, quién había estado escuchando atentamente el relato en silencio, asintió cautelosamente con la cabeza y esbozó una sonrisa para sí misma, porque tuvo razón: nada era al azar con Stefan.

—Creo que es algo hermoso, Stefan—susurró mientras giraba sobre si misma para quedar bocabajo sobre su pecho y así mirarlo directamente—. Gracias por compartirlo conmigo.

Stefan inclinó su cuello hacia ella para así unir sus labios en un beso fugaz para después abrazarla nuevamente y ayudarla a recostar su cabeza sobre su pecho y los dos disfrutaron del silencio al estar en la compañía del uno del otro, pues no había necesidad de decir nada más. Sin embargo, cuando Cora empezó a pasar saliva con más insistencia, Stefan, quién gozaba de un buen oído, acarició su frente para quitarle algunos mechones de cabello.

—¿Tienes sed?—preguntó, y ella asintió en silencio.

—Un poco. ¿Tú?—pero inmediatamente, al comprender que tener sed o hambre para Stefan era más que pensar en agua o carne, gimió y volvió a esconder la cara bajo el edredón. Más Stefan se rio nuevamente ante este gesto adorable de ella y la volvió a besar en la frente.

—Esta bien—la ayudó a sentarse sobre la cama para así poder incorporarse y se colocó su camiseta blanca que tenía a la mano—. No tardo.

Cuando Stefan abandonó la estancia, sin olvidarse de cerrar la puerta en el supuesto caso de que llegase Damon a casa, Cora se dejó caer sobre la cama y lentamente recorrió su cuerpo con sus manos, sintiendo una leve pero notable diferencia en ella. Podía ser ridículo, pero estaba segura de que sus caderas habían aumentado uno o dos centímetros, y su cintura tenía un poco más de forma, sin mencionar que entre sus piernas aún sentía un poco de dolor. Pero eso no le impidió sonreír y rodar sobre sí para esconder la cara sobre la almohada y sonreír como si fuera la misma hada del sol.

Jamás creyó que se necesitaba conectar emocional y físicamente con una persona para conocer la felicidad absoluta que incluso la hizo olvidarse de que él es un vampiro, y ella una humana con leucemia. Y ni siquiera le importaba esto ahora. En todo lo que podía pensar era en que había encontrado el lugar donde se había escondido la felicidad, y era en los brazos de Stefan.

Suspirando un tanto soñadora, Cora volvió a girar sobre sí y miró el techo. Era más alto que su habitación, tal vez solo por cuestión de unos cuantos centímetros. Pero ella no veía la madera, sino lo que estaba más allá. Las estrellas, la luna llena que debía seguir brillando en el cielo nocturno como una lámpara para todo el pueblo de Mystic Falls, brillando para cada persona y pareja de enamorados. Cómo aquella lámpara que brillaba a su lado...

La joven Beckham giró bruscamente su cuello al reconocer aquella luz parpadeante que estaba sobre la mesa de noche; se trataba de su celular, el cual había sido acomodado encima de su ropa que estaba doblada.

Cómo un balde de agua helada, la realidad la golpeó en la cara y rápidamente se levantó de la cama de un salto, olvidándose de que estaba absolutamente desnuda y tomó el dispositivo para así ver qué se trataba de una llamada de Cedric, la cual ella, a causa del shock, no atendió y se fue al buzón de voz. Pero ella apenas y prestó atención en el contacto de su amigo pelirrojo, ya que solo podía ver los dígitos que marcaban la hora, y fue como si su corazón se hubiera detenido para después acelerarse como si estuviera en la carrera por su vida.

Era la una y media de la madrugada, y ella no le había dejado excusa alguna a sus padres por estar ausente por tanto tiempo, y mucho menos por no haberse presentado en la escuela para la exposición. Y ni siquiera debía pensar en su medicamento, pues la hora ya había pasado hace mucho.

Su cerebro empezó a trabajar a mil por hora, preguntándose en que podía hacer, y lo primero y más evidente era ponerse su ropa.

Dejó con cierta torpeza su celular sobre la almohada de la cama y comenzó a vestirse. Se puso su ropa interior, aunque al estar tan nerviosa tuvo un contratiempo con su sostén, y después siguió con su blusa y chaqueta para después ponerse los jeans, pero en cuanto quiso colocarse dicha prenda, ella misma tropezó con los que eran sus zapatos, los cuales no había visto hasta ahora, y cayó estrepitosamente sobre el suelo alfombrado, arreglándoselas para conseguir hacer ruido como si una manada de elefantes hubiera ingresado a la habitación.

En ese momento, Stefan, quién claramente había oído el ajetreo desde el piso de abajo, volvió a la habitación y de llegar a imaginarse lo peor al oírla caer, se quedó sorprendido por verla en el suelo a medio vestir mientras que la mitad de su cabello le caía en la frente.

Dejando la bandeja con una jarra de agua y un vaso medio lleno sobre su escritorio, se acercó a Cora y, aunque ella insistió en poder levantarse sola, la ayudó a ponerse en pie mientras que la rubia se aferraba a sus pantalones. En otras circunstancias aquella sería una imagen embarazadora, y aún lo era, pero consolaba un poco el hecho de que ya la había visto desnuda.

—¿Intentando huir?

—¡No!—exclamó, aunque él había hecho dicha pregunta con humor y sin un atisbo de malicia—. Quería vestirme nada más para decirte que no puedo quedarme como hubiera querido. Porque mis padres no tienen idea de dónde estoy y me consta de que mi mamá moverá a todos los oficiales de la Sheriff Forbes para buscarme si no estoy en casa en media hora.

—Te acompaño. —dijo él, impasible, más ella abrió sus ojos como platos y negó rápidamente con la cabeza para después soltar una risita nerviosa.

—Stefan, aunque quisiera que conocieras formalmente a mi madre, no creo que sea buena idea presentarme en casa en plena madrugada con un chico. Ella te va a disparar, y mi padre te interrogará, y dado que eres vampiro y no sé aún que tan involucrado está él con el tema, prefiero volver sola. Será lo mejor.

Y a pesar de que Stefan se mostró renuente en dejarla conducir sola de madrugada, Cora le presentó el alegato de que Mystic Falls era un pueblo pequeño, y comparado con las calles ajetreadas de Chicago, en menos de quince minutos estaría en casa.

Así pues, Cora se tomó la libertad de retrasarse diez minutos más antes de abandonar la residencia Salvatore. Bebió gustosa el agua que Stefan le había traído, y, tras terminar de vestirse, se despidió de Stefan en la entrada de la casa, dónde él no volvió adentro hasta verla partir de la mansión en el Jeep, no sin antes prometerse que hablarían al día siguiente.

Mientras la joven Beckham conducía radiante de felicidad de vuelta a casa, cruzando el puente no pudo evitar pisar un poco más el acelerador y pensar en como un día podía traerle mil emociones y pensamientos. Por la mañana creyó que nunca más volvería a ver a los Salvatore, y después Damon prácticamente la obligó en cazar a Logan, pero gracias a ello, ella había encarado a Stefan y confesado sus sentimientos.

Odiaba admitirlo, pero sin la intervención de Damon, posiblemente esa noche hubiera acabado de otro modo, y ella estaría en su cama con otro estado de ánimo sin poder dormir por los pensamientos intrusivos que llevaban atormentándola desde hace una semana. Pero esto parecía haber acabado.

Al estar exaltada por la dicha, Cora no se percató a tiempo de la neblina que cubría la carretera en cuanto cruzó el puente que estaba sobre el río, más no le dio importancia, solamente hizo menos presión sobre el pedal del acelerador. Sin embargo, un segundo después la neblina se disipó lo suficiente como para mostrarle a un hombre vestido de negro de pies a cabeza en medio del camino, a tan solo tres metros de distancia.

Cora soltó un grito ahogado y sus manos temblaron sobre el volante para así pisar el freno y dar un volantazo. No obstante, esto no pudo impedir el impacto.

Vio aterrorizada como el hombre se estrellaba contra el parabrisas hasta romperlo y rodar por encima del Jeep, mientras que el vehículo giró violentamente hasta sacarla del camino hasta volcarse y dar dos vueltas completas con ella adentro aún sujetándose del volante, como si fuese una clase de escudo que la protegería, cuando en realidad de nada servía.

Paralizada por el miedo, cerró sus ojos y sintió como el auto finalmente se detuvo, pero quedando bocabajo. Su cabeza le latía con molestas palpitaciones a causa de la adrenalina y de la contusión causada por un golpe en su cabeza contra el marco de la ventana de su coche, la cual, igualmente, se había roto y tenía algunos cristales incrustados en su frente. Su corazón latía desbocado hasta amenazar con salirse por su boca, mientras que su estómago parecía estar a punto de expulsar el almuerzo, que fue su última comida.

Aún así, logró abrir nuevamente sus ojos al sentir como sus manos se acalambraban por la fuerza que usó al sujetarse del volante, así como los vidrios incrustados en sus nudillos.

No sabía que pensar, no sabía que sentir. Por su cabeza cruzaban miles de pensamientos desde el pánico hasta la confusión, y la sensación de ahogarse por eso pánico le impedía respirar.

Pero un pensamiento resonaba con fuerza en su mente por encima del caos: ¿Que acababa de suceder?

Acababa de atropellar a alguien, y ella estaba sangrando; lo cual era terrible dada su leucemia. Estaba atorada bocabajo, y no podía llamar a emergencias porque había dejado su celular en su bolso, el cual no se encontraba ya adentro del vehículo, puesto que el impacto lo catapultó lejos. Y por si fuera poco, estaba en una zona retirada, dónde la casa más cercana era de la de los Salvatore, por lo que era probable que una sola alma se apareciera por ahí.

Jadeando, empezó a mirar a su alrededor una vez que su respiración se tranquilizó levemente, aunque tampoco se podía decir que ella se encontrase serena ni mucho menos. Pero debía procurar mantener la cabeza fría su quería descubrir como salir de ahí lo más pronto posible antes de desangrarse.

Sus ojos azules miraron a través del parabrisas roto, y vio como a unos pasos de ella había césped, viró su cabeza hacia su lado izquierdo, del lado de su ventanilla rota, y fue cuando se encontró con el hombre que había atropellado, totalmente inmóvil sobre la carretera.

Cuando la rubia emitió un sollozo lleno de pánico, el hombre movió bruscamente su brazo, así como una de sus piernas, y empezó a incorporarse de manera mecánica, como un robot que acababa de ser derribado y ahora reunía sus piezas para alzarse nuevamente.

Cómo un vampiro.

Su sollozo de lastima y angustia se convirtió en un grito ahogado de terror. Mystic Falls ya no tenía más vampiros, y de tenerlos, eran como Logan: sedientos de sangre.

Llevó sus manos hacia su cinturón que la mantenía sujeta al asiento y empezó a tirar de él, pero este no respondía. Se había atorado, y con ello, Cora igualmente estaba atrapada.

Volvió a mirar por la ventanilla, y observó como el hombre ya se había puesto de pie y se acercaba con pasos pesados y firmes hacia ella. Tiró más fuerte del cinturón, pero fue como si acabase de clavarlo aún más hasta que fue imposible encontrar un punto flojo.

Mientras sus labios temblaban, sus manos, las cuales habían resultado lesionadas y todavía tenían los fragmentos de cristal incrustados, empezaron a temblar igualmente, emanando una chispa azul de las yemas de sus dedos.

Magia caótica, la cual se desataba cuando se dejaba dominar por el odio y el miedo.

Cora entonces se armó de valor, y soltando el seguro del cinturón, alzó sus manos frente a ella hasta crear una esfera de magia, la cual sostuvo con su palma derecha, giró sobre sí y la lanzó a través de la ventanilla.

Sin embargo, el hombre dio ágilmente un salto hacia atrás y se colocó en posición lateral al caer nuevamente sobre el pavimento, evadiendo así el golpe de la esfera, la cual terminó por impactarse contra un árbol y dejar una marca negra de hollín, como si hubieran intentado quemarlo.

La joven bruja caótica jadeó. No podía ser posible. O bien él tenía buenos reflejos, mejores que los de Damon, o sabía quién era ella, y su encuentro no había sido una simple casualidad.

El hombre se acercó nuevamente, está vez más determinado, y cuando sus zapatillas de correr negras quedaron a menos de treinta centímetros de la cara de Cora, la rubia lanzó un alarido de horror cuando escuchó como la puerta del conductor chirrió cuando él la golpeó con su puño, haciendo una abolladura, y lanzó un gemido lastimero cuando hizo palanca con su brazo para así arrancarla y llegar a Cora.

Sin embargo, su acción fue interrumpida de forma brusca y retrocedió unos pasos, y aunque ella estaba congelada de miedo y apenas era consciente de lo que sucedía, pudo escuchar como su atacante lanzaba una maldición para después desaparecer entre la niebla.

Cora, si bien sintió alivio aunque también confusión, pues era claro que él había planeado esto para matarla o incluso secuestrarla, no pudo recuperar del todo el aliento, pues en menos de dos segundos lanzó nuevamente un alarido de terror cuando vio a un hombre de cuclillas junto a su ventanilla mirándola con sus gélidos y destellantes ojos azules, los cuales parecían brillar con mayor intensidad gracias al contraste que hacían con la noche y su cabello negro azabache.

—¿Cora?—escuchó como el recién llegado la llamaba por encima de su grito, y ella lo miró entonces con mayor atención para así fruncir su ceño.

—¿Damon?

Y si bien no tenía idea de que hacia el mayor de los Salvatore ahí, inmediatamente suspiró aliviada por ver finalmente un rostro familiar.

—¿Cómo estás?

—¿Tu definición de estar bien incluye estar de cabeza mientras me desangro? Porque de ser así, estoy perfecta. —contestó jadeante, aunque sin olvidarse del sarcasmo.

—¿Estás atorada?—preguntó mientras sus ojos azules recorrían meticulosamente cada centímetro de la puerta y analizaba el escenario y sus posibles desenlaces.

Cora quería contarle sobre el hombre que intentó atacarla, que viera la abolladura de la puerta, pero en su lugar sintió como si un nudo se hubiera formado en su garganta y el aire empezaba a faltarle nuevamente. La adrenalina ya empezaba a desaparecer, pues inexplicablemente ver a Damon le trajo la sensación de seguridad, y ahora solo quería cerrar sus párpados ante la perdida de sangre que llevaba.

Damon evidentemente se percató de ello, ya que se puso de pie e intentó volver a girar el Jeep, pero se detuvo y volvió a mirar a Cora a través de la ventanilla.

—Oye, mantente despierta—le dijo con aprensión mientras la sacudía ligeramente del hombro—. Te voy a sacar de aquí. Coloca tus manos sobre el techo.

Si bien Cora quiso preguntarle cómo pensaba hacer esto, a falta de aliento, obedeció y cerró los ojos.

—¿Lista?—ella únicamente asintió con su cabeza, manteniéndose en silencio y apenas lúcida—. Uno, dos, tres.

Esperó sentir miles de sensaciones, como vértigo, o incluso mareo y náuseas. Pero de estar atorada en el asiento de conductor de cabeza mientras el cinturón de seguridad la tenía prisionera, pasó a sentir la brisa fresca de la noche y los brazos fuertes de Damon sosteniéndola, ya fuera del vehículo, el cual seguía en su sitio.

—¿Estás bien?—le volvió a preguntar él mientras ella hacia un esfuerzo monumental por mantener sus ojos abiertos. La fatiga parecía estar apoderándose de ella y amenazando con llevarla a un agujero oscuro—. ¿Te rompiste algo? ¿Puedes caminar?

Cora gimió e intentó sujetarse de los hombros de Damon, pero sus manos se vieron envueltas de un tirón que la hizo sentir un dolor agudo, el cual la hizo gemir nuevamente, pero a pesar de esto, hizo ademán con sus piernas de que él la dejase en el suelo, y si bien su estado le decía a Damon de que no era una buena idea, la complació.

No obstante, apenas estuvo en pie, sus rodillas se doblaron como si carecieran de huesos, más Damon reaccionó rápidamente y la sostuvo nuevamente, atrayéndola así hacia él.  Sus ojos, los cuales cada vez estaban más cerrados que abiertos, vieron como él llevaba el dorso de su mano hacia su frente, colocándola sobre su herida abierta.

—Oye—llamó con una dulzura que en otro momento hubiera confundido a la rubia, pero en ese momento solo podía sentirse agradecida y protegida por él—, no te desmayes ¿Está bien? Quédate conmigo. Háblame.

El miedo parecía haberse apoderado de la mirada de Damon, quién intentaba disfrazar esto con una dulce sonrisa. Pero Cora apenas y vio esto, pues ya estaba cayendo en el estado de la inconsciencia.

—Él sabe lo que soy. —susurró.

—¿Qué?

—El hombre que quiso matarme—balbuceó con su voz ahogada a causa del dolor—. Sabe que soy una bruja caótica—entonces gimió—. ¿Por qué sigo atrayendo a los problemas?

Y antes de poder decir algo más, o escuchar lo que Damon tenía por decirle, se permitió caer finalmente en los brazos de Morfeo, quién la llevó a las aguas oscuras del estado de la inconsciencia mientras que Damon la sostenía con fuerza y evitaba que su cabeza golpeara el pavimento.

𝐒𝐀𝐏𝐏𝐇𝐈𝐑𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 》the vampire diariesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora