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Capítulo 3: Sasuke.

Mei se llevó a la boca unos dangos con dificultad, mientras cargaba tres bolsas. El sol de la tarde caía con fuerza sobre la aldea de Konoha, iluminando su figura. Llevaba tres bolsas en la mano, y su rostro mostraba signos de agotamiento.

Había hecho dos clones para facilitar las compras del hogar, pero estaba agotada y necesitaba dulces para recuperar energía. Había llegado hacía poco de una de sus misiones extras, y no tenía mucho chakra.

Debía descansar, pero lo haría después de llevar las compras, enviar el reporte de su última misión al Hokage, ver cómo estaba Sarada y hacer el almuerzo.

Mei pasó por delante del monumento a los Hokage, y su mirada se detuvo en el rostro de piedra de Naruto. El rostro estaba lleno de pintura de colores, y Mei sonrió. Boruto era un niño problemático, pero sabía que lo hacía para llamar la atención de su padre.

En ese momento, su vista se nubló y se tambaleó. El cansancio se apoderaba de ella, y sentía que iba a desmayarse.

—Creo que ya no me queda chakra —murmuró.

Mei se apoyó en una pared para recuperar el equilibrio. Contaba las calles hasta terminar el recorrido hasta su casa, y soltó un bufido. Quizás no llegaría, pero debía intentarlo. Era el único día libre de Sakura, y no le dejaría todo el trabajo de casa.

Uno de sus clones desapareció, al tiempo que todas las bolsas que sostenía este, cayeron. Mei intentó alcanzarlas, pero algunos de los recipientes salieron de las bolsas. Antes de llegar al suelo fueron atrapados por alguien, reconoció la cabellera característica Nara acompañada de unos ojos verdes que indicaban una clara preocupación.

—¿Estás bien, Mei-chan? —preguntó Shikadai.

—Sí, no te preocupes, haré otro clon para que sigas con tu tarea —soltó un bostezo e intentó hacerlo, pero él tuvo que dejar las bolsas en el suelo para evitar que cayera.

—Qué fastidio, ¿cuándo fue la última vez que dormiste? —se quejó—. No falta mucho para llevarte a casa, ¿crees resistir?

Mei asintió. —Sólo... no dejes que las bolsas caigan, si esos recipientes se rompen, Sakura-okasan no podrá hacer el almuerzo, entonces tendrá que volver a la tienda y... —soltó otro bostezo—. Necesita el dinero para terminar de pagar la hipoteca.

—No te preocupes, lo cuidaré —dijo Shikadai, y se puso las bolsas al hombro.

El último clon de la chica ayudó a cargar la mayoría de las bolsas, mientras ella seguía caminando delante de ellos. Shikadai tomó la otra parte, vigilando que la chica no fuera a desmayarse.

Una vez frente a la puerta de su casa, ella abrió invitándolo a pasar. Shikadai entró en la casa Uchiha, y la ayudó a dejar las bolsas en la cocina. El clon de Mei desapareció.

—Gracias por ayudarme —dijo la pelinegra.

—No hay de qué —respondió Shikadai, con un suspiro—. ¿Quieres que te ayude con algo más? ¿Vas a dormir, cierto?

Mei negó con la cabeza. —Estoy bien. Haré el almuerzo, y luego voy a descansar un poco —dijo, con un tono de voz que delataba su agotamiento.

Shikadai se dio la vuelta, dio unos pasos y volvió a mirar a la pelinegra sobre su hombro. Algo le indicaba que no debía dejarla sola o se desmayaría, pero no tenía la suficiente confianza para quedarse con ella. Le comenzaría a doler la cabeza si seguía debatiendo consigo mismo.

—De acuerdo —dijo—. Pero si necesitas algo, no dudes en llamarme.

Mei lo miró divertida. —Oye, no te preocupes —le dijo, con una sonrisa—. Recuerda que soy una de las chunin más fuertes.

Mei Uchiha. | Shikadai Nara. EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora