13.

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Capítulo 13. Ladrones nobles. 

Mei caminaba por la aldea con algunas compras del hogar, cuando notó a lo lejos a su amigo solo en el parque. Pronto sería hora de cenar, ¿por qué Shikadai no seguía su juego en su casa? Estaba anocheciendo. 

—¿Todo en orden? —. Apareció detrás suyo mirando el tablero, Shikadai dio un salto del susto, los colores se le subieron al rostro al ver a la pelinegra tan cerca. —¿Por qué juegas aquí solo?

— Tengo un nuevo amigo que quedó en venir a jugar esta tarde, quizás estuvo ocupado.

Los ojos de Mei brillaron. —¡Eso es genial, Shikadai! ¿Cómo se llama? ¿Tiene tu edad? ¿Cómo es? ¿Lo esperamos juntos? 

Shikadai soltó un suspiro para guardar las piezas en la bolsita y cerró el tablero. —La verdad, sólo lo vi ayer, pero jugamos toda la tarde. Apenas tenga esa información, serás la primera en saberlo. 

—¿Entonces por qué guardas todo? —. Preguntó confundida. —¿No vamos a esperarlo? 

El ojiverde negó suavemente, para luego tomar con su mano libre una de las bolsas que tenía Mei. —Ya es tarde. Te acompañaré a casa, y luego iré a la mía, necesito que mi papá siga enseñándome estrategias de ese juego. 

Mei lo miró con una ceja alzada. —¿Por qué me acompañas a casa? Sabes que puedo con esto.

Shikadai quedó estático en su lugar. —S-Sólo quería hablar contigo, no hemos entrenado debido a las misiones y casi no nos vemos—. Comenzó a rascar su nuca en señal de nerviosismo. —Aunque si no quieres que te acompañe, lo entiendo, no quiero obligarte. 

Mei se sintió mal enseguida por estar a la defensiva. —No, está bien, tienes razón—. Dijo comenzando a caminar junto con él. 

—Escuché que los chunin deben estar atentos a cualquier movimiento de la pandilla byakuya—. Le dijo mirándola con reproche. Mei desvió la mirada emitiendo un silbido. 

Soltó un bufido. —La verdad, es aburrido hacer vigías, así que me tome la libertad de comprar algunas cosas importantes.

Shikadai abrió la bolsa, y una gota de sudor apareció en su frente. —¿Los dangos son importantes para la misión? —. Mei sintió sus mejillas calentarse, y Shikadai comenzó a reír al verla. —Mei, eres todo un caso.

—¿Vas a ayudarme o vas a molestarme? —. Le preguntó intentando quitarle las bolsas, pero al ser más alto que ella le era imposible, Shikadai siguió riendo por lo que la pelinegra podría fácilmente hacerse pasar por un tomate de la vergüenza. —¡Shikadai!—. Lo retó con la mirada de tal forma que Shikadai sintió un escalofrío al reconocer la mirada que a veces su madre le dirigía. 

—Lo siento—. Dijo rápidamente asustado.

—¿Eh? —. Se detuvo para mirar su expresión. —¿Por qué te disculpas?

Shikadai rascó su cabeza. —Es que no debí burlarme o reprocharte algo, si dices que es importante, pues lo es. 

Mei dejó caer su mano libre en la cabeza del chico sorprendiéndolo. Tragó saliva, y desvió la mirada perdiendo la batalla entre la intensidad de sus ojos verdes. —Es tu forma de pensar y es válido. No te disculpes por eso. 

—Lo siento, tienes razón—. Volvió a disculparse, ella comenzó a reír mientras seguía caminando.  Shikadai llevó su mano a donde anteriormente estaba la de ella, y su corazón se aceleró. Se puso derecho al ver que volvió a girarse a verlo. 

—¿Sabes? No te ríes muy seguido, es lindo saber que ya tenemos esa confianza. Normalmente para ti todo es un fastidio. 

—Nuestra amistad no es un fastidio—. Dijo alzando una ceja. —Además, luego de tantas misiones, necesitaba un descanso—. Se omitió el hecho de que ella emitía esa tranquilidad. 

Mei Uchiha. | Shikadai Nara. EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora