Cap 64 Hogar Márquez

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"Un día antes, después de la conversación con Adán"

- Sayuri, ¿A dónde te diriges? -- el humor de Hanabira se neutralizó y su mirada concentrada en lo que hacía dirigiéndose a mi lugar me detuvo con sus ojos. La bolsita morada que me dieron a escondidas, traía consigo un rosario del crucifijo de Cristo. Uno con detalles de madera y tallado de flores. Un rosario igual al de mi abuela madrina. Muy similar. Podía escuchar como algunas monedas, pero no quería revisar por ahora.
- Tengo que ir al pueblo, a confesarme... Adán no se encuentra en Coímbra. -- me colgué la bolsita café que Tsukino me dió en su hogar sobre mi cuello y hombros. El pequeño reloj que Tsukino me dió y algo muy importante.
- ¡No te arriesgues a qué te vean en el pueblo...! ¡No cometas tonterías! -- exclamó -- ¡Improvisar te hará ser el blanco de estos espadachines...!
- Improvisar es bueno, pero en este momento tengo que improvisar más de lo debido -- después expliqué -- Sí tú, mi compañero de viaje, permanece dentro del castillo, no sospecharán que sigo yo aquí. Ya que aquella mujer es el buzón de correos de Adán. -- prosegui en voz baja -- Sí te vas conmigo, te comenzarán a buscar y pensaran que yo tampoco estoy aquí. Además, tus rasgos japoneses te delataran allá afuera. Aquí en España mandarán al periódico que hay extranjeros en el puerto de coimbra. Te estás arriesgando a qué la gente te señale y te perseguirán. Por eso, te pido que improvises como lo hago yo.
- Te estás arriesgando a ir sola... No podemos joder las cosas -- después se detiene a hablar -- Pueden seguirte
- No, porque iré por la parte trasera... Podré tomar camino largo al pueblo, pero no podrán saber que soy yo -- agregué un comentario mientras me ví al espejo -- Yo aún si no soy española, tengo rasgos de mi familia natsl. Por eso, es que iré yo, personalmente. Ya que hablaré con el padre de algo importante -- le mostré una pequeña expresión de decisión y de saber lo que hacía, hasta ahora, un primer paso.

Me dí cuenta que la señora Alheli se encuentra con la chica, atendiendola más cercanamente. Un gesto comprometedor desde mi punto de vista. Si había guardias, pero no por los pasillos parados como tontos todo el día. Ahora, Hanabira no podría acompañarme, nos arriesgaríamos a ser vistos de mala manera. En caso contrario, me arriesgaría a correr un peligro similar a lo que en la antigua Rumania le hacían a las mujeres. Ó a los patos al separar sus cabezas de sus cuerpos plumosos mientras esperan su muerte con dolor y agonía.

La grande iglesia no estaba abierta. La plaza sola y la gente pisando fuera del parque de la iglesia barroca y de vista barrotes negros de diseño de flores nacientes.

Venir al pueblo en un horario sin atención haría comer dudas a la gente trozo por trozo hasta llenarse de curiosidad. Pero si en realidad no me conocen. Pensármelo mucho me tomaría cinco minutos, hasta cinco si quiero pensar como todos ellos. Además, el padre me dejó una nota corta de los horarios que se atiende en las iglesias del pueblo. Sólo me escribió los días y horas para que uno se confesara, hablar con el padre y cuando esté libre, pensándolo de esta forma. El padre quería darme un horario de los días Miércoles y sábado. Esos días, los sacerdotes, monjas y el padre están en servicio. Pero ¿En realidad no sería muy obvio?

"En la parroquia del pueblo, Coímbra"

Tocando el azulejo café deslizante de la iglesia, los taconazos sonaron en eco de estudiantina. El piano se adentraba en él, pero aún no existía la batería para el ambiente de la iglesia. De verdad, si se utilizan.
El sonido de la poca gente que visitaba a nuestro padre, los balbuceos y el olor a incienso, que mi abuela, madre de mi padre, utilizaba en sus oraciones. Un olor que no provocaba dolor de estómago, sino uno que daba esas sensaciones de anhelo. Mi mirada hacia los santos me provocaban una alerta, un mensaje con sus miradas. Por alguna extraña razón puedo ver el cualquier cosa, y en las personas lo que ven desde donde se encuentren. En las expresiones de dios (algo que quiere decirme él). Mis pies desde el altar dorado, pasos se venían acercando con rechinidos. Era el padre con quien quería yo hablar. Corrección, los dos hablaríamos de algo importante.

EL AMULETO CENTRAL DEL UNIVERSO - EL VIAJE A COIMBRA VOLUMEN II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora