Cap 71 Mensaje imperialista

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Oporto, España, 27 de julio 1798

[Luis]

Mi palpitación persistía como los rayos y Relámpagos durante una tormenta lluviosa por ahora solo rayos, me molestaban al llegar a las puertas de la mansión de Sebastián con el amargo sabor de boca que tenía que saborear al instante de decirle a Emily lo que en realidad sucedió no sabía cómo empezar. Me llevaría a los niños el silencio incómodo alertó a la señora Ramírez a subir las presencias de los niños a la habitación para visitas llevando, si al crío de nuestro hijo, Sebastián tendría que estar con nosotros. Emili esperaba con la mirada larga una explicación, como sí se escribiera sobre una hoja de papel de tinta negra fina, que no llenaría ni un párrafo.

El reloj seguía produciendo su coloquial sonido de cada segundo que pasaba en silencio hasta que escuchamos a nuestra compañía que la puerta de la segunda planta había privado nuestra conversación de los jóvenes y de los problemas a la señora Ramírez con un portazo con la hostigante y molesta aguja en el estómago que perturbaba la cansada y vieja menta de la señora ama de llaves. Sebastián nos dejó a solas. Nosotros teníamos que saldar cuentas.

- ¡Quiero una explicación, la más congruente que te llegues a inventar! -- Sus ojos parecían un charco de agua dulce que querían reflejar un cielo lleno de sol, pero la neblina lo opacaría -- ¡Y que sea razonable! -- Tragué saliva, miré a todos lados luego mis zapatos y manos, al fin pude verla sus hermosos ojos carbón sin leña para fuego.
- Emili... -- suspira profundamente -- La casa, la hacienda, se incendiaron, no quedó nada de ella.
- Luis... ¡¡No, quiero decirlo...!! -- volví a mirar sus zapatos más limpios - En una noche de tormenta un árbol fue incendiado cayó a las habitaciones de las niñas... -- Un gran suspenso expreso mi pesar. Casi quedábamos atrapados en esa casa -- Dude rescatar los derechos de la fábrica, objetos de valor, al menos tener un sustento a cambio de comida y ropa. Lo más importante, que nuestras hijas salieran ilesas -- Tenía la cabeza baja -- Pensé en lo material que en sus vidas... Soy un cabrón -- Emili no comentó al respecto de lo que mencioné, a pesar de esperar una respuesta de su parte. Me sentí acorralado, como el cerdo en el matadero. No escuché la respiración de Emili. Sentí negación en su ser -- Ahora la casa está hecha cenizas. Para hablar de ella es pura paja en el contexto de nuestra seria conversación -- Encontraré un trabajo, uno que sea sustentable... no puedo quedarme todo el tiempo sin hacer nada.
- Luis -- La voz de Emili desató el nudo que contrarresto mi entendimiento ante la situación. Era cansado desenredar el nudo de hace años, que poco a poco los caminos del hilo se han amarrado entre sí, unos con otros. Dejar una fábrica tan fácilmente tendría que recurrir yo a darle la propiedad a alguien más, que no sea de la familia. No sabría manejarla. La mayoría, en estos años no sabe cómo funciona. No puedo hacerlo -- Estás sobrepensando que harás si no puedes proteger la fábrica a tales alturas de distancia de Oporto a Vigo -- Cada vez se me acercaba y ponerse de rodillas podría hacerme ver qué camino tomar. Es nuestro sustento por ahora -- Recuerdo que dejaste a dos personas a cargo de la fábrica, las que son de confianza absoluta -- Mostró una sonrisa -- Podrás hablar con ellos cuando sea el momento, las razones por la que estamos aquí. Tampoco estoy de acuerdo que sigas con ella. No me entenderías si te lo dijera...
- Puedo intentar resolver este problema a mi manera. Pienso mandar una carta...
- Deja la fábrica de una buena vez.
- ¿Vas a volver a ese punto, Emili?. ¡A vos lo dije, no puedo!
- ¡Luis, entiende por el amor de Dios!. En estos años, las fábricas tienen alta demanda, y si no la controlas, te la quitarán a la fuerza.
- ¿De dónde sacas todas esas tonterías, Emi? -- Estaría más confundido sí Emili dice protegernos. ¿Debo hacerle caso?. Debería ser como obtener la piedra sagrada más buscada del mundo, que el color del carmín no se compara con su belleza. Fruncí el ceño. No podía decirle eso -- ¿Vos lo dices por el beneficio de mercado en el pueblo o ser la tapadera de alguien?
- ¿Qué me estás encomendando?. ¡Te estás yendo a otro sitio!.-- Emili no quería llegar al grano. ¿Estaba segura de debatirme? -- Por la avaricia de la gente, Luis. Es a lo que me refiero.
- No lo entiendo. ¿Que mierda quieres decirme?. ¡Dilo de una buena vez antes de que mis casillas revienten!
- ¡Cambia tu forma de vivir!. ¡Piensa!. ¡Hay otras maneras de ganar dinero no sólo en una fábrica de pescado!.
- ¡Déjame hablar! -- Parecía ser el pescado sin su interior. Interrumpí a Luis. Estaba en apuros. Tenía que tenerlo a mi corriente.
- Eso no importa. ¡Escúchame tú!. Esto tiene una razón y yo la tengo para discutir contigo...
- ¿Crees que no podré mantener otro negoció?
- ¡¿Y tú crees comenzar tan rápido?!. Me doy cuenta que los hombres piensan con sentir monedas de oro en sus callosas manos que con la cabeza sin lavar -- Luis se mantuvo quieto, como un poste de luz en las esquinas de las calles. Parecía no poder expresar sus pensamientos desde el sentir de las cosas. Me desesperé.
- Me preocupo por nuestra familia.
- No es verdad...
- ¡El único sustento que tenemos ahora es esa fábrica!. Sin ella, es como traicionar nuestro apellido
- Te preocupa lo que piensen los demás de tí que la seguridad de tu familia. Menuda tontería... -- suspiró dando un suspenso corto -- No nos queda otra más que ser pacientes... Parece que el destino quiere que vivamos a nuestras estancias como podamos -- comenzó a susurrar -- Si supieras que el peligro de seguir manteniendo esa fábrica entenderías que es por nuestra seguridad... pero no lo entiendes...

EL AMULETO CENTRAL DEL UNIVERSO - EL VIAJE A COIMBRA VOLUMEN II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora