Vigo, España, 1798 [12 de Julio][Irene]
Fue un sueño aterrador. Colores vivos en las imágenes, una secuencia de movimiento tan excepcional. Estos días no se podía dormir con tanta libertad. Sentía esa necesidad de ver en la ventanilla o la piedra color carmín fulgorosa en medio de la oscuridad eterna.
Aquellas imágenes, llegaban a mi mente tan rápidamente sin previó aviso y con cautela. No me asustaban tal de tener miedo a volverlas a recibir dentro de mí. No quería hacer la falta de despertar a mi padre y a mis hermanas. Ya no tenía ese saciar de seguir durmiendo. Quería ver la noche estrellada desde mi habitación. Ya no quería volver a la cama. El único frío que me abrigaba era el de la noche. Mis pies sentían ese abrigador frío que mis poros se exaltaron por la visita de este clima. Con aquello que ví, tengo el presentimiento que me encerrarían por decir "blasfemias" que otros no entenderían de mi boca y de mí ser. ¿Por qué? Soy sólo una niña para los demás.
En la mañana, horas después del cauteloso frío que me visito a mis cuatro paredes, mi padre se encontraba ocupadisimo como de costumbre, como el girasol viendo al sol en el día cálido y acogedor. Me recordó a eso. Mi papá era el girasol y su trabajo era el sol. En ocasiones, pocas veces, de la vitrina; saca una cosa alargada, café oscuro, que se lleva a la boca dejando cubrir un poco con el bigote de mi padre. Después prende con algo que da calor y después enciende. Pasa todo su tiempo libre contemplando el jardín delantero de nuestro hogar. Eso debe ser bonito padre.
En verdad no deseo a nadie lo que he visto. ¡A nadie!. Espero puedan entender ese malestar sensorial.
- Carta para Luis, de Vigo... ¿Y esto? -- Mi padre prosiguió en voz baja con el suspenso de saber que es lo que él estaba viendo. Parecía ser una carta. ¿Será un ministro? ¿El rey? No lo puedo saber. Seguía parloteando en tono bajo sin saber yo lo que el veía mientras sostenía algo en sus manos. Mi padre siempre le ha dado el interés de leer las postales que le llegan por parte de un hombre que es un "envía paquetes" yo lo denominó así -- Los corredores me dieron demaciadas cartas estas semanas... -- En realidad se les llama "corredor" Ellos recorren largas distancias para entregarnos cosas importantes. Por lo que mi padre mencionó, deben ser cartas, varias cartas. Lo veía atento a todo. La mesa principal, que estaba a la altura de mis rodillas. Muy baja. Mi padre seguía hablando, pero ya no le tome importancia, sino a lo que decía en las cartas.
Hubo un suspenso en él cuando leyó una parte de los renglones de unas de las carta. Quedó inédito ante lo que leyó en sus manos de hoja café de los renglones de la carta.
- Madre mía... Son buenas noticias... -- Mi padre iba a avanzar rápidamente a un lugar de sus espaldas. Tal vez por el pasillo o subir las escaleras ó tal vez informar a alguien. Estaba detrás de él, a la medida de sus codos que me empujó y caí. Mis glúteos me dolieron. Mi padre me tomó de la mano y me levanto con delicadeza. Lo veía feliz -- A vos no la escuché llegar. Vos sois muy sigilosa, querida Irene.
- Estáis tan alegre para aventar las cartas hacia arriba que ni yo me imaginaba que vos estarías como un pajarillo por la mañana... ¿Qué te ha picado? -- mi padre afirmó que lo estaba para mostrar los dientes cuadrados con una sonrisa en modo de gesto amable -- ¿Qué sucede, padre...? -- arqueo más su sonrisa.
- Querida Irene, creo que sería una descortesia que tus hermanas no sepan esta grande noticia, ¿No lo crees así? -- Pensé mi respuesta antes de decirlas a mi padre. Puede que lo sea, pero sería una gran sorpresa.
- Puede que lo sea, padre... Mejor será que nos los digas estando los cuatro juntos.
- Que buena niña eres, pero haré una excepción. Te daré una pista... -- hace una pose de rezo hacia mis ojos y menciona: Las fábricas y las imprentas...
- ¿Ha mejorado...?
- Pero no puedo decirte lo demás hasta que estén tus hermanas... Son buenas noticias, querida Irene.
- ¡Buen trabajo padre...!
- Irene... ¿Ocuparas la piedra roja, en estos momentos? -- Volví sus ojos antes de regresar a mi habitación.
- ¿La necesitas mucho?
- Me gustaría pasar un rato en mi estudio... ¿Crees prestarmela un poco? -- le mostré una sonrisa a mi padre que no tenía ningún problema en dársela. No podía decirle que se la prestaría, porque no es mía, en realidad es de vosotros.Regrese a mi habitación pensando que haría mi padre. ¿Habrá luz desde la ventana de su estudio? Llegué la piedra a las manos de mi querido padre y se la entregué con calma y delicadeza. Mis manos eran más pequeñas que las de mi padre. Las manos de mi padre eran como las de la calle, rasposas como una jerga. Mi padre me mostró una grande sonrisa y me agradeció. Se dirigió a su estudio con la intención a tope. Tan amueblado y fino por cierto. Aunque en esa habitación, no había ninguna alfombra dentro de ella.
Hay una ventana grande, alta, hecha de madera. Era su estudio modelo que tanto le encantaba. En esa misma ventana, la luz del sol siempre llega a la mesa grande de mi padre. Los rayos del sol visitan a mi padre cada que hay sol o él se pone para venir a verlo a él, a mi padre. Eso es lo que inspira a mi padre al pintar. Poner su caballete frente a la luz del sol le ayuda a concentrarse y sentirse cómodo. Siempre el sol saludaba a mi padre, cada vez, en el momento que mi padre se encontraba en su estudio. Lo sé porque él mismo me enseñó, nos enseñó a mis hermanas y a mi su amado y querido estudio. Una de las cosas que le apasionan es la ciencia y el arte.puedo presumir que es un gran estudiador de las ciencias sociales.
Una voz, detrás de las paredes, que pude escucharla detrás de mi, un eco que me heló la sangre, me llamo desde el muro blanco del corredor. Mi hermana patricia, la que es la mayor por su inteligencia, no tenía una cara satisfactoria de permanecer en esas cuatro paredes. Patricia quería huir. Estaba muy nerviosa.
Me acerque sin hacer ruido con mis zapatillas. Me tomó de la mano pero no me miró a la cara. Se sentía extraño caminar a sus espaldas. Nunca me habia dado la espalda al caminar. Siempre iba a mi lado mientras me miraba a los ojos mientras me tomaba de la mano.
Su habitación la caracterizaba en personalidad pacífica, humorística. Un color como del durazno. Su cama, sus sábanas, eran puntos que no estaban en su lugar. Me pidió que me sentará en su cama y no me fuera hasta que ella me lo dijera.
- Tal vez te será descabellado decirte esto pero, como hermana debo a vos decírtelo -- tenía la pelos de punta con esta aura en su habitación. Ella no era la que lo causaba, pero todo se sentía diferente.
- Tú rostro... Pareces tener mala pinta...
- Baja la voz... -- Patricia tragó saliva y volvió a mis ojos -- En este mundo, no todas las personas son como tú crees que son... Pero papá, mamá, y la familia entera es diferente. ¿Vos me entendéis?
- Sí, entiendo. ¿A qué quieres llegar con esto? ¿Conmigo?
- ¡Sólo responde con sinceridad! -- suspira antes de seguir aclarando -- ¿Vos no has sentido... cómo si hubieran ojos invisibles a tu alrededor, ojos que te hunden en la oscuridad dónde ellos habitan... a dónde vayas...?
- No... No los he sentido... -- Patricia cambió su expresión como masa de pan. No he sentido ni he visto que me observan, pero si sueños de los que no estoy segura de contar ni a mis propias hermanas. Siento que no me creerán.
- Irene, mírame... -- Patricia me toma del rostro con suavidad pero aplicando un poco de presión para verla a ella. Subí mis ojos de sus manos a sus ojos café miel. Mostraba seguridad en su ser -- Dirás que estoy loca pero no me siento yo así. De esa manera tan perpleja, de quedarme encerrada en la cuatro paredes de un lugar que no sea cerca del cariño de mi padre y de mis hermanas... -- Patricia me tomó de los hombros con fuerza apretando levemente con los dedos -- Irene, escucha lo que a vos diré... -- Quedé inédita y espere a ese consejo que me dejaría en mi mente los próximos días -- Nunca, Nunca, mires a personas desconocidas a los ojos... Sea hombre o mujer... -- comenzó a dejar de presionar pero ahora daba un cosquilleo -- Nunca hables con desconocidos y nunca regreses los gestos que a vos ofrezcan, como una sonrisa... Por favor... ¿Entendés eso bien?
- ¿Por qué... dices eso...? Me estás asustando...
- Sólo no lo hagas, ¿Entendido...? -- estuve atónita. ¿Qué podía responderle?
- Hermana, dime lo que estás pensando ahora...
- ¡Escucha! -- levantó la voz -- Pase lo que pase, tampoco confíes en cualquier persona excepto la familia... -- Siguió tomandome de los hombros con un poco de fuerza. ¿Estaba segura de lo que decía? -- ¿Lo entiendes...? -- me soltó y llegó a mis manos -- No pases desapercibida ésta plática que tengo con vos... Por eso somos hermanas, como Margareth -- ¿Se lo habrá contado a Margareth? -- Recordarás este mensaje ¿Es una promesa? -- mostré una cálida sonrisa a mi mayor. Me sembró culpa de algo. No lo sé.Patricia se calmó, preguntó por nuestro padre. Estando en su estudio no podrá escucharnos.
- Oye... Si vos tienes algo que contar, hazlo conmigo... ¿Bien? Si sientes que el mundo se viene contra ti, yo estaré ahí para ti... Con quién sólo tengas más cercanía -- Acepté con la cabeza y Patricia me abrazó. Desde su espalda, tuve mis ojos en la pensantes, al final deje que ese abrazo me quitará un peso de encima.
Hecho y escrito por:
Abigail RuizPERPLEJA/ ATÓNITA: Confusión.
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EL AMULETO CENTRAL DEL UNIVERSO - EL VIAJE A COIMBRA VOLUMEN II
Ficção AdolescenteLa época de la juventud de Sayuri la ha llevado por un camino borroso, que por un poco que trate de verlo se corta el camino. Ella intentará de encontrar las gemas que le faltan para completar la magia que está dentro de ella, de Shin y de su famili...