Cap 70 Cenizas

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- Que locura que hayas llegado de esta forma a Oporto. No me espere que sería hoy...
- ¿Vos a qué te refieres con eso? -- Mi hermano Sebastián no quería completar su oración de tal cuestionamiento que aplique. Bajo su mirada. Regresando su mirada a otro lado sin justificar sus expresiones. Su esposa, Caterine, lleno ese hueco incómodo de su esposo con el fin de darme una copa de vino, comida que al verla estéticamente complaciente, la mirada de Caterine fue accesible a que accediera a degustar. Mi hermano mantuvo una sonrisa en su rostro. Estuve agradecido.

Su mujer fue con los niños a mantenerlos sin causar preocupaciones. Los hermanos Márquez, nos quedamos en solitario y en silencio en la gran sala blanca, extendida de azulejo de ajedrez. Las ventanas altas como un muro del imperio otomano, pero sin aberturas negras de ventanales.

- ¿Tienes dinero, tu vistimenta...?
- Pude rescatar los más apropiados de la familia, mi patronato, papeles judiciales -- Se me vino la imagen de la fábrica como una corriente de luz viajando a miles de kilómetros por hora en los sensores del cerebro, en caso de no recordarlo por algun error mío -- No puede ser...
- ¿Luis...?
- ¿Te conté sobre una fábrica costera en la que tenía mi negocio en levantamiento, una fábrica que fue un apoyo a la gente del pueblo...? La he dejado... Aunque no perdí los derechos de la propia fábrica... Ahora mismo, la gente del pueblo se dará cuenta que no hay quien les de instrucciones, tal vez me buscarán y verán que la hacienda se partió en dos por un rayo que casi acaba con la vida de mis hijas... No quedo nada de esa casa, sólo, cenizas... La única opción que tuve fue ir al lugar donde solo esa gente me conoce, y puede cuidar de mis hijas. Estoy acabado.
- Luis, que mal royo... ¡Y no es tu culpa!
- ¿Y yo que quieres que haga? ¿Qué tengo que hacer sin que nada le pase a mis hijas? Menudo día de mierda... Yo puedo irme, pero involucrar a mis hijas en este juego, nunca.
- Hermano, ya que nadie nos escucha. Yo te había enviado un mensaje, y puedo ver qué a pesar que apenas me creíste, fue algo inconsciente de que te movieras de ese lugar. Me alegro que a vos no te haya pasado algo, más a esas niñas que amas con toda el alma -- dirigió su mirada al pasillo que conectaba a la segunda planta dónde Caterine y los niños se resguardaron con tranquilidad, pero no las tres almas que protegi. Los cocheros y la señora ama de llaves tuvo que ingresar con las niñas y cuidarlas.
- Mis conocidos están bien, sólo falta la presencia de mi esposa, para saber cómo se encuentra -- comencé a sacar lágrimas de capricho por reconocer que no fui un imbécil después de decir que esos lugares eran una mierda para curar gente. Apoyé mi codo en mi pierna derecha y cubrí la mitad de mi cara llorando que mi mujer tendría su parto de la mejor manera posible -- Todos están bien... Con eso estoy bien... -- levanté un poco la voz de llorón en el asiento que estaba acomodado mirando mis zapatos llenos de polvo y suciedad. Mi hermano se encontraba del otro lado de la circular sala principal que nos encontrábamos en suspenso. Me invitor a seguir tomando vino. Empine de coraje y me limpie las lágrimas.

- Si tu mujer está bien, ¿De qué te preocupas? ¿Qué ella se quedaría en Vigo y no saliera de esos lugares peligrosos? -- Hace una pausa -- Me alegro de haber advertido a vos desde meses atrás que debías de hacerlo. Eso me reconforta. -- bebe su copa del fino vino tinto y se pone serio ante mis ojos -- Quédate el tiempo que consideres. Tus hijas no estarán preocupadas... Si dices que tu esposa está del otro lado, deberías de pensar que ahora está más cerca de ustedes cuatro. Considera eso, una buena suerte desde la punta de la lengua, hermano -- comencé a carcajear altamente. Sebastián frunce el ceño sonriendo con confusión.

"cuatro meses después"

- Luis, te tengo una sorpresa -- Parecía sonreír, pero guardo esa expresión que cubrio no por mucho. Llegamos a un lugar del que sólo Sebastián me pedía que nadie se enterará hasta que yo lo supiera -- Abre este sobre... -- Apenas sonreía. No quería mostrarme esa inquietud de abrir más rápido el sobre. Con cuidado pidió que lo abriera, pero apenas una rasgues paso de los dobleces del sobre blanco y sellado color rojo por alguien que desconocía. Sebastián la tenía guardando desde el principio del camino. No parecía haber abierto el sobre, seguido sellado hasta dármelo en las manos y abrirlo por mi propia cuenta.

EL AMULETO CENTRAL DEL UNIVERSO - EL VIAJE A COIMBRA VOLUMEN II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora