Mucha información.

135 15 0
                                    

— Pero miren. —Gritó Laila atrayendo la atención de más de un transeúnte. — Pero si es la chica del banco.

Por un momento la calle entera se detuvo, el grito de Laila fue suficiente para distraer a la gente de sus vidas, pero por obvias razones la gente volvió a la normalidad segundos después excepto para Sahara, para ella ver a esa chica no solo la detuvo un momento, para ella fue una vida completa. Sonrió al ver una vez más a Laila, ya se comenzaba a hacer a la idea de que no volvería a toparse con ella porque no se les ocurrió intercambiar sus teléfonos así que encontrarla era especial.

— Hola, veo que estás mejor. — Aseguró refiriéndose al labio de Laila en el que ya comenzaba a asentarse la cicatriz que le quedaría de por vida.

— Mucho mejor. — No era verdad, en lo absoluto, esa misma mañana había despertado en el departamento de su amigo junto al cuerpo de algún drogadicto que aún no despertaba, había caminado sobre el suelo lleno de colillas de cigarrillos viejos para llegar a la cocina donde encontró una única lata de cerveza que tomó sin pensar demasiado, sin duda estaba en una muy mala etapa en su vida. — ¿Y sabes algo? Mucho mejor ahora que te puedo ver.

Eso era el cliché más grande del planeta, una frase genérica sacada de alguna película adolescente o quizá de una novela juvenil pero a decir verdad escucharlo de ella se había sentido como el mismísimo paraíso.

— No digas tonterías.

— ¿Tonterías? Pero si digo la verdad, acabas de alegrar mi día chica del banco. —Escuchar a Laila llamarla chica del banco la ponía un poco incómoda, era tonto y lo sabía pues no eran nada pero Sahara ya no podía parar los pensamientos que tenía, no podía curarse de su enfermedad que ahora la atormentaba con una chica hermosa que no recordaba siquiera su nombre.

— Soy Sah...

— Sahara Gutiérrez, tranquila, no me olvidaría de ti tan fácil pero llamarte chica del banco me parece mucho más especial porque me recuerda a cómo te conocí.

Así era Laila, una persona coqueta, esa era parte de su personalidad cuando trataba con personas en fiestas, no buscaba nada en especial ni intentaba conquistar a nadie aunque ocasionalmente terminara con algún chico en la cama.

— Eres muy linda conmigo.

— Bueno, no creo que exista otra forma de actuar contigo. — Cada frase que decía sonrojaba un poco más a Sahara, había logrado ese efecto en muchas personas pero Sahara parecía diferente, con ella en verdad le alegraba hacerla sentir bien, quizá esa era su forma de expiar el casi asaltarla.

Sahara quería seguir ahí una eternidad más, lo deseaba pero al ver su reloj tuvo que apresurar sus pasos.

— Me gustaría hablar contigo Laila pero debo irme.

— ¿Será que vas a trabajar?

— Tengo un ensayo con mi grupo, pronto tendremos una presentación. —Con mucho orgullo mostró su mochila que a falta de un estuche guardaba un violín.

— Wow, la chica del banco es talentosa.

— Para nada. —La sonrisa en su rostro era tan contagiosa que Laila pudo dejar de fingir para por primera vez reír con el corazón. — Esto solo es un capricho, en realidad soy estudiante de artes visuales.

— Entonces debería corregir mi oración, no eres talentosa, pareces ser brillante.

— Oye, sé que puedo parecer un poco intrusiva pero ¿Estás ocupada esta semana? Es solo que, aunque suene raro me gustaría pedirte una cita... como amigas claro.

— ¿Y qué tal si la tenemos justo ahora? ¿Puedo acompañarte a tu ensayo? —Todo era mejor que volver a ese horrible departamento.

— Eso me encantaría de verdad. —Dijo con tal sonrisa que incluso los pensamientos de Laila se revolvieron, la hacían sentir tan distinta a diferencia de cuando estaba con cualquier otra persona.

El Castigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora