Alba y Sahara no pasaban mucho tiempo juntas, la escuela y el trabajo de la mayor no se los permitía pero no le importaba porque cuando regresaba a su casa veía a su hermanita dormir con una sonrisa.
Ella tenía muchísimos miedo de que Sahara se enterara de todos los problemas que tenían, que casi las sacaban de su casa por no poder pagar, pero claro ¿Cuánto dinero podía ganar una estudiante de 17 años? Pensó en dejarlo más de una vez, Sahara entendería cuando fuera grande porque había tenido que crecer en un hospicio pero cuando la veía a los ojos también veía reflejado el rostro de su madre cuando la arropaba justo antes de dormir.
— Alba mira. — Anunció muy emocionada la niña con un dibujo en mano.
— ¿Qué es eso mocosa? — Solo ver la sonrisa de su hermana le daba el ánimo suficiente de seguir adelante.
— Un dibujo. — Rio con mucho orgullo.
Alba le prestó atención a aquella hoja reciclada que su hermana había usado como lienzo para pintar. Para ser tan joven tenía un muy buen dibujo, detallado y lleno de color lo que sorprendía a su hermana.
— ¿Somos nosotras?
— Si, nuestra familia.
Solo ellas dos, ellas solas, eso era triste, debían tener más, Sahara se merecía a una mamá y un papá para crecer, no una hermana ausente. Por eso Alba se había prometido algo, no importaba que debiera hacer ella tendría mucho dinero para nunca más dejar sola a su hermana, para poder cuidarla sin todas las carencias que tenían ahora, así podría darle ropa nueva y no solo remendar la vieja, juguetes en navidad tampoco estarían mal, o en su cumpleaños, o si tan solo pudiera evitar que le cortaran la luz, con eso ya sentiría que es una buena hermana, alguien suficiente.
— Es muy bonito en verdad.
— ¿Lo es? ¿En verdad lo crees?
— Claro que lo creo. — Compartió la sonrisa. — Tanto que debemos mostrarlo. — Caminó hasta el pequeño refrigerador que tenían y lo pegó en este usando un par de imanes en forma de verduras.
— ¡De grande seré una gran artista! — Gritó muy emocionada.
— Claro que lo serás. — Solo debía dejar pasar un sueño infantil, estaba segura que su hermana recapacitaría, ella también se daría cuanta de que lo más importante en la vida siempre sería el dinero.
Alba despertó de un salto asustando a Hela quien descansaba leyendo sentada en el marco de la ventana de la habitación. Las dos se habían quedado juntas hablando después de las confesiones de la ángel. El sudor frio en la espalda de Alba la trajo de vuelta a la realidad solo para darse cuenta que a pesar de haber pasado toda la noche no había cesado el dolor de cabeza.
— Recordé algo.
— ¿A sí? ¿Qué fue? ¿Qué recordaste?
— Soñé con Sahara.
Hela comenzó a prestar más atención cunado mencionaron ese nombre.
— ¿Un recuerdo de las dos?
— Somos un par de idiotas. —Se burló. —Iré a verla hoy.
— ¿Y tú trabajo?
— ¿Piensas que faltar será algo malo? anda aconséjame ángel. — Dijo con alegría y le provocó un genuino ataque de risa a Hela.
— Creo que debería ir a trabajar, sal temprano y ve con ella porque si vas ahora seguro que no la encontrarás. — Ojala pudiera seguir estudiando después de su mudanza pensó. — Además, si no cumples con lo que estás haciendo en el laboratorio es posible que todo esto sea en vano.

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El Castigo.
Romansa¿Me escuchas? El sonido resonaba por toda las paredes de la cabeza de... ¿Quién era ella? Despertar de esa manera debería de ser la más aterradora que se pueda imaginar cualquiera pues ese es el momento en el que te des cuenta que tu vida está a pu...