Lo haces bien.

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Sahara sentía que su brazo se caería de su cuerpo cuando despertó, juraba que ya no lo sentía, quiso darse la vuelta pero la cabeza de Laila se veía tan cómoda utilizándola como almohada, claro ¿Por qué otra cosa le dolería el brazo? Sonrió solo hasta que se dió cuenta que sonreía ¡Laila dormía en su misma cama mientras la abrazaba! Sintiendo sus mejillas tan rojas que explotarían, se atrevió a levantar un poco la sabana que cubría el cuerpo de su amada, en efecto, estaba completamente desnuda, eso era todo, se desmayaría en cualquier momento, estaba alucinando.

No podía creer lo que había hecho, no tenía sentido, ¿Cómo algo tan bueno le había pasado a alguien como ella? ¿Cómo? Laila era tan buena, tan perfecta... claro, si no hubiera intentado asaltarla pero, al final no lo había hecho y se arrepentía de ello, cada persona tiene derecho a equivocarse se dijo a sí misma para no sentirse mal aunque para ser muy honesta en ese momento seguro le hubiera perdonado hasta el peor de los crímenes.

Miró por la fría ventana que ahora solo mostraba las estrellas y quizá también le reflejaba un poco el miedo que sentía ¿Cómo afrontarían todo lo que venía? Ella estaba muy segura de su sexualidad pero era obvio que Laila no lo estaba, ella más bien se había dejado llevar por el placer, si, seguramente solo había sido eso, una clase de desahogo sexual que para Laila sería una noche más pero para ella significaría su estabilidad emocional por meses.

Entonces se decidió por despertarla, no quería hacerlo porque aquello terminaría con su fantasía pero tampoco quería seguir viviendo una mentira. Agitó con sumo cuidado el hombro de Laila solo para escucharla quejarse y sentirla aferrarse con más fuerza a su brazo.

— Laia, despierta, tenemos que hablar.

—No, quiero dormir ahora.

— Por favor. — Dijo con voz suplicante, llena de angustia y tristeza.

— Solo unos minutos más.

— Laila, esto fue un error.

La habitación se quedó en silencio por un minuto, un completo y agobiante silencio hasta que Laila saltó de la cama para colocarse sobre Sahara obligándola a recostarse por completo, la observó un momento, parecía que lloraría en cualquier momento, ella no quería eso, no permitiría que llorara, no más ahora que entendía que era lo que en verdad quería en su vida. La besó sin esperar consentimiento alguno, rezando por ser bien recibida una vez más.

— No te atrevas a decir que fue un error, fue loco, y apresurado quizá, pero no fue un error.

— No sabes que estás diciendo, esto está mal.

— ¿Qué está mal? Sahara, solo cállate un momento y disfruta. —Soltó un tanto influenciada por su mal humor al despertar. — Aquí no hay nada mal, te lo juro, disfruta.

Disfruta ¿Qué cosas decía Laila? ¿Era tonta? Bueno, eso se lo podía cuestionar en otro momento, lo que realmente le preocupaba era saber que estaba sucediendo.

— No, esto no está bien. —Se repitió aferrándose a esa idea pues creía era lo único que tenía.

— Basta, no hay nada de malo aquí.

Sahara intentó quitársela de encima, quería huir, o por lo menos poder moverse con libertad. Tomó la cintura de Laila para moverla pero al sentir la piel rozando con las yemas de sus dedos, el calor de esa hermosa piel, tuvo que tomar un segundo para procesar lo que acababa de hacer mientras que el color rojo subió de nuevo por sus mejillas.

— Solo muévete por favor. — Murmuró mientras intentaba esconderse entre las sabanas para que no pudiera ver lo sonrojada que estaba.

— ¿Incluso cuando tienes esas bonitas mejillas sonrojadas quieres que me quite?

El Castigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora