Otra vez

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Y una vez más, usando toda la fuerza que sentía abrió los ojos y solo vio luz, una deslumbrante luz blanca que no la dejaba ver nada más dentro de la habitación.

— ¿Estás bien?

El ser extraño extendió su mano, seguía sin ser capaz de ver que o quien era pero tampoco podía pensar en nada así que aceptó la ayuda.

— Eso creo.

— Me alegra no estar sola en este momento.

No era un ser extraño, era su amiga.

— ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?

— Yo diría que unos minutos en la Tierra, no te preocupes. —Alba se recargó en el hombro de Laila para poder mantenerse de pie, esta vez parecía que le había robado toda la energía.

— ¿Sabes que sucedió?

— No tengo la menor idea.

La maña de los Dioses de materializarse donde quisieran era poco agradable cuando lo hacían detrás de ti, en verdad no solo era "poco agradable" era muy molesto.

— Están aquí por nuestra culpa. — Vociferó Moral con una sonrisa en el rostro.

— Creo que eso lo podía suponer. — Se burló Laila que estaba más bien acostumbrada a eso. — Pero ¿Porqué vinimos?

— ¿Por qué creen que están aquí? —Completó Ética.

— No lo logré. —Laila una vez más tuvo esa voz sin sentimientos que daba tanto miedo.

Como un instinto, uno primario y animal Alba protegió a su amiga con su cuerpo, no quería que se la llevaran, se resistía a aceptar las reglas de un grupo de dioses estúpidos que jugaban con la vida de simples mortales.

— No, no es nada de eso.

— ¿Entonces qué hacemos aquí? Seguro que aún me quedaba un poco más de tiempo.

— Hela, Alba. — Habló Ética con esa apacible voz que ya conocían, que podía calmar hasta al león más enrabiado. — Lo lograron.

No, que eso no podía ser real, Alba no había conseguido la cura, en realidad había abandonado el proyecto algunos días ¿Cómo podían haber logrado algo?

— No lo hicimos. — Afirmó Alba.

— Mentirme a la cara de esta manera es mucho más bajo de lo que cualquier demonio podría llegar a hacer. — Laila se notaba muy molesta, no era una partida de cartas, era su vida con la que estaban jugando.

La situación era surrealista... más de lo que podía ser de por sí, los Dioses se habían vuelto locos, no podía haber otra explicación.

— Cuando Alba llagó aquí le dijimos algo ¿Lo recuerdas? —Completo Moral como siempre lo hacía.

— Estás en un punto en el que podrías hacer algo maravilloso o podrías acabar con muchas vidas, eso le dijeron. —La memoria de Hela era la de una computadora al parecer.

— Exacto, nosotros nunca les dijimos que era en realidad.

— Pero ¿Cómo podría acabar con muchas vidas? ¿Mi investigación estaba mal? ¿En realidad su misión era que la abandonara? — Pensar que el trabajo de años, tuyo y de tu equipo estaban por comenzar una pandemia era en definitiva aterrador pero nada más escuchar eso los dioses echaron una carcajada.

— Tu misión no tiene que ver con tus investigaciones como científica. —Aclaró Ética.

Laila se dio cuenta entonces de que pasaba, o eso creía al menos, Alba se había desmayado justo después de entregar el cuadro en la galería, justo después de haber reconciliado y pulido todos los cabos sueltos que tenía con su hermana, claro, exceptuando quizá su última pelea por ella pero esa no la contaba ya que era una situación extraordinaria.

El Castigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora