Late -Catradora/Glitra (Omegaverse)

13. Sadness

Maratón (1/3)

El tiempo pasaba lento, silencioso, como torturando a las pobres almas de aquellas jóvenes. La poca luz que quedaba en Adora se había apagado. Como la llama de una vela desgastada que hacía lo posible por seguir brillando. Casi inexistente, casi extinta.

Fingía sonreir, pero Catra sabía bien lo que pasaba; oía a la omega llorar amargamente casi todo el tiempo, y los sollozos solo la hacían sentirse más culpable por no poder hacer nada.

Ver a la rubia ahí, sufriendo, y no poder ayudarla la hacía sentir una completa inútil, y, otra vez, sentía que no era suficiente como alfa, ni como esposa, ni como madre o novia. Simplemente sentía que jamás sería suficiente.

Quizá Weaver tenía razón después de todo...

No importaba lo que Scorpia dijera, o si Perfuma le recordara que no era inservible, y mucho menos la hacía sentir mejor que Adora se repitiera, cuando creía que no la oía, que no era su culpa.

Pero, ¿Qué podía hacer después de todo?

Solo quería borrar ese dolor, pero lo único que era capaz de hacer era apoyar en silencio a su novia. Cuidándola y queriéndola, recordándole, casi a diario, que no era una carga ni mucho menos un problema.

(...)

—¿Quieres cenar algo?—Preguntó la morena entrando a la habitación de la que la rubia pocas veces salía.

—No tengo hambre...—Respondió con un hilo de voz. La de ojos bicolor suspiró, acostándose a su lado y llevando suavemente la cabeza de la ojiazul hacia su pecho mientras acariciaba su cabello. Adora suspiró cansada, sintiéndose tranquila al menos en la presencia de su contraria.

—¿Necesitas hablar sobre eso?—Cuestionó despacio, casi en un murmullo. La omega negó con la cabeza, cerrando sus ojos con fuerza en un intento de olvidar, de alejar de su cabeza los pensamientos que la atormentaban. La alfa depositó un pequeño beso en su frente y dejó su boca allí.—No te juzgaré, lo prometo.

—Tú no, pero mi madre sí.—Soltó aferrándose al cuerpo de su contraria fuertemente.—Ella me llamó.—Confesó.—Dijo que vendría hoy.

—¿Marlena?—Cuestionó, sintiendo a la rubia tensarse con la sola mención de su nombre.—¿Va a quedarse aquí?—Inquirió.

—No lo sé.—Contestó lentamente, con un suspiro.—Solo llamó y dijo que iba en camino. No pude decirle nada.—Explicó, levantando la mirada.—Catra... yo... mi madre...—Intentó explicar sin encontrar las palabras para hacerlo.

—¿No sabes cómo decirle lo de tu embarazo?—Adivinó. La rubia asintió, con lágrimas bordeando ya sus orbes azules.

—No lo quiero.—Sollozó.—Pero no está bien... mamá va a...—Sin poder terminar, la rubia se entregó al llanto como últimamente lo hacía, pues ella no quería decepcionar a su madre; de hecho, no quería decepcionar a nadie con sus acciones, y eso incluía a Catra.

La de ojos bicolor suspiró, triste.

(...)

Y ahí estaban; Adora, Catra y Marlena sentadas en el sofá sin decir palabra fuera del anuncio de aquel embarazo desde hacía más de veinte minutos.