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Al llegar a casa del campus, la rubia buscó con la mirada a su novia, esperando atenta a que saliera de algún lugar a recibirla, pero no estaba allí. Eso la decepcionó un poco, pero se convenció a sí misma de que debió haberse ido por alguna razón importante.

Aunque siempre le avisaba.

Minutos después llegó la morena, una expresión abatida pintando su rostro; pero sus ojos se iluminaron de nuevo al ver a Adora por un eterno momento, para segundos después olfatear su dulce aroma, un poco más fuerte de lo usual.

<<Ella realmente huele a hogar>> Pensó antes de besarla suavemente al acercarse.

—Catra...—Saludó con una sonrisa ocultando—o tratando— su nerviosismo.—Hay algo que debo decirte.—Sentenció.

—¿Y qué es?—Inquirió.—Solo no me digas que es algo malo, porque pareces emocionada.—Notó, tocando la punta de la nariz de su contraria con su dedo índice, quien soltó una risita con el acto.

—No es algo malo.—Negó sonriente.—Creo.—Afirmó un poco inquieta, alejándose para buscar en su bolsa algo, que, en cuanto encontró, se lo entregó directamente a la morena.—Bueno... no tengo ni idea de cómo decirte esto, así que quizá deberías verlo tú misma.

La alfa miró a la rubia, luego al papel doblado, y luego otra vez a la rubia, para mirar de nuevo al papel con extrema curiosidad, leyendo cada palabra con detenimiento hasta encontrar el motivo de la alegría y nerviosismo de su novia.

Segundos después el papel cayó al suelo silenciosamente y la casi felina miró nuevamente a la omega, esta vez con una expresión de incredulidad y lágrimas bordeando sus ojos; la rubia asintió a la pregunta formulada tan solo con una mirada y se lanzó a los brazos de Catra, quien besó todo su rostro con alegría desbordante de su ser.

No podía creer que su novia llevaba dentro de sí a su hijo, su cachorro. El fruto del amor que ambas se tenían y que se asegurarían de transmitir a ese pequeño ser que Adora cuidaba.

Y entonces, sin quererlo realmente, la castaña empezó a llorar. Y no era de las personas que lloraban tan fácil.

Eran lágrimas de felicidad, la felicidad más pura que había experimentado jamás. Tan fuertes fueron sus sollozos que la rubia se preguntó si era de tristeza.

—¿Qué sucede?—Cuestionó con un ligero tono de preocupación, abrazando a la morena con fuerza.—¿No estás feliz?

—Es todo lo contrario.—Respondió con voz trémula.—Creo que nunca he estado tan feliz en mi vida.—Confesó, volviendo a besarla con cariño, levantándola del suelo despacio.—Te amo demasiado.—Dijo con una sonrisa brillante, bajando su cabeza hasta el vientre plano de la rubia y plantó un beso en aquel lugar.—Y a ti también, pequeño.

(...)

—¿Me dirás ahora por qué tenías una cara tan triste cuando llegaste?—Cuestionó la rubia, acariciando el castaño pelo salvaje.

—Tenía una mala noticia...—Recordó, nuevamente abatida.—Tendremos que regresar a Bright Moon.—Explicó. La ojiazul la miró con una pizca de pánico en sus orbes azules.—Solo serán unos días para terminar de transferir tus notas y la beca a la universidad de aquí.—Se apresuró a decir.—En otras circunstancias iría sola, pero necesitan tu firma. Lo siento por obligarte a volver.—Se disculpó. La omega acarició la mejilla color canela y la besó con delicadeza.

—Sabes que no es necesario disculparse. Iré contigo siempre.—Aceptó, con un intento de tranquilidad que, por supuesto, sabía que era mentira.—Además, no será mucho tiempo.—Se convenció a sí misma, aún sintiendo algo de escalofríos al recordar los hechos allí sucedidos.

Late -Catradora/Glitra (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora