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Pasaron tres días mas y no reaccionaba, el pulso era mucho mas fuerte, ya se podía observar en su pecho la respiración.

-Vamos rata tu puedes…..sabes, aquí es un caos, no lo digo por algo de Chávez, el cabron sigue haciendo ventas, ahora esta mas tranquilo, tu equipo ha bajado la caza contra él, no han puesto nada sobre tu supuesta muerte, me preguntaras ¿Cómo lo sabes?, bueno pues Nina, recuerdas que te conté sobre ella, quien es nuestra cómplice junto con Huerta, como te decía Nina ha estado al pendiente sobre alguna noticia sobre ti, dice que tiene contactos pero yo digo que alguien le gusta del FBI, me alegro que se enamoré pero si el cabron la daña le haré una visita, es un caos en mi interior, una lucha de sentirme de la mierda por no sacarte de aquí antes y otra parte de que hice lo que pude- rei -Espero que me escuches…aunque no se si en verdad quiera que lo hagas, te he dicho que soy agente y no quiero que me odies, te extraño demasiado- acariciaba su mano.

La relación entre Andre y yo era tensa, lo evitaba cada que podía, no me había reportado porque no recibí una llamada, Liz había obtenido información acerca de las pequeñas ventas en los diferentes puntos en la ciudad, llegó un hombre nuevo, alto, moreno, que solo lo miraba entrar a las 10 de la mañana y entraba a la misma habitación donde trabajan Joseph y salía hasta las 6 de la tarde

-Oye Joseph ¿Ya no trabajas en el cuarto?- siempre en nuestro almuerzo nos la pasábamos aquí en la bodega, me sentaba a un lado de mi rata y él por la puerta para escuchar si alguien venía, ahora cocinaba para él y para mi, tenia tanta ganas de volverle a preparar la comida a mi rata y volver ver los gestos que hacía cuando le gustaba

-No, él jefe me mandó a darle mantenimiento a un cuarto, esta repleto de cajas, tengo que desarmarlas y ahora que solo vengo un día me tardo, aparte el jefe dijo que no me apurara- alzo los hombros, terminamos de comer y volvimos a trabajar bueno yo solo me quedaba en la cocina a esperar que llegara la hora de volver a cocinar.

Esta rutina me estaba enloqueciendo, cocinar, hablar un poco con mi rata pero no me respondía, volver a cocinar, en las noches el mismo día repetirse una y otra vez, sentir que fue demasiado tarde.

Verlo ahí sin que despierte me estaba matando -Esta noche me lo llevaré-

-Emilio es imposible, esta inconsciente aún, el jefe te verá, ambos no saldrán vivos de aquí-

-Joseph ya ha pasado una semana y aun no reacciona, debo de ayudarlo-

-Tienes que calmarte- Joseph me miraba de una esquina

-No puedo y si fue demasiado tarde- caminaba de un lado a otro

-Niñero- detuve mis pasos, al verlo fui de inmediato con él, tome su rostro, pedía que no fuera un sueño -¿Lo logramos?- su voz, asentí

-Lo logramos- junté nuestro labios, no era un sueño

-Lo sabía, ustedes dos tienen algo- me había olvidado de Joseph

-No, solo me gusta besarlo, nunca me lo ha dicho- le dijo, no podía creer que ya había reaccionado

-Te lo preguntaré cuando salgamos de esta, te lo aseguro- le sonreí, aunque venía a mi mente que podría odiarme al saber la verdad.

Joseph se tuvo que ir, le conté todo lo que había pasado en su ausencia excepto por lo de Andre, y se le ocurrió la grandiosa idea de quedarse, es tan terco que me convenció al final, una parte de mi acepto su propuesta de quedarse aquí porque quería más tiempo con él, nuestro futuro era incierto, no se como valla a tomar mis mentiras.

Ese mismo día fui directo a mi casa, fui demasiado cuidadoso para que nadie me siguiera -Despertó- dije al entrar

-Mierda Alexander, me vas a matar de un susto pendejo- había dado un pequeño brinco cuando entré

HelsinkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora