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Reino de Ganah

Elizabeth había pasado los días más horribles de su vida sin saber de William, siendo prisionera junto a su suegra del rey Darcy. Los hombres de este último, luego de sacarlas de Baulgrana, las habían traído a Ganah desde un barco y ahora el rey las tenía a ambas en una acogedora cabaña custodiada por guardias y no en una cárcel como pensó que haría, por extraño que pareciese. El lugar quedaba a un costado del palacio del rey, ella se había dado cuenta cuando días atrás habían llegado en un carruaje que las recogió en el puerto de este lugar con clima tan frío y había visto la poderosa edificación del palacio vagamente, antes que el carruaje curvara y las trajese aquí. Al rey no lo había visto ni una sola vez desde que había llegado porque él solo había querido negociar con su suegra, citando a esta última en su palacio el primer día.

Elizabeth había pensado al principio que las matarían y hasta había visto a su suegra preocupada por temer lo mismo la primera vez que ellos se reunieron, pero habían pasado los días y seguían vivas, siendo atendidas hasta por criadas en esta cabaña, donde tambien venía un amable doctor a verles, porque este joven le había dicho que el rey había pedido que le llevase el control del embarazo.

¡No entendía que pasaba, todo era muy raro, lo único que quería era ver a su marido y escapar de aquí!, pensaba una noche en que lloró de desesperación, no aguantando la asfixiante situación, hasta que se sumió en profundo sueño.

«Aquí estoy contigo...», escuchó en la bruma, la voz de esa mujer misteriosa con que soñaba.

Elizabeth no pudo evitar despertarse gritando, ya que aparte de tener una pesadilla con William, viéndolo tirado en un charco de sangre, soñó con aquella desconocida con la que había soñado, algunas veces, desde que tenía entre once o doce años. Todo había empezado una noche en el convento, ella recordaba que aquel día había llovido mucho, entonces las ventanas de la estancia donde dormía, se abrieron de par en par, parándose ella de la cama a cerrarlas, viendo por el reflejo del cristal a una mujer pasar por la puerta que estaba abierta, tras ella. Elizabeth se había asustado porque aparte de ella no había nadie sin habito en el lugar y las únicas dos criadas que tenían eran rollizas. Luego de eso ella había empezado a rezar y al día siguiente no recordó si todo se había tratado de un sueño o de algo real, pero había soñado dos veces mas con la misma mujer, volviéndose a repetir hoy el sueño, oyendo esta vez, hasta su voz.

«Aquí estoy contigo...», le había dicho. Santo dios, ¿Qué significaba eso? Se preguntó, luego tomando su crucifijo para pedirle a Dios la oportunidad de volver a estar con William. Amaba tanto a su marido que confesaba que se había abstraído de dolor estos días, luego del secuestro, ya que cuando ella sufría mucho, su mente tendía a desviarse para protegerse, pero no era justo dejar a su suegra sola en esto. Ella tenía que compartir su fe de que volverían con William, mismo por quien rogaba ojalá estuviese bien ahora y esa fea pesadilla que tuvo no fuese cierta.

—¿Muchacha que ocurre? —Elizabeth paró de rezar y alzó la mirada para ver a su suegra entrar a la habitación, pareciendo muy preocupada, seguro por haber escuchado su grito. La misma ya estaba ataviada con un camisón, teniendo que llevar una bata mullida arriba, ya que había visto que ella era intolerante al frio de este horrible lugar, donde las habían traído.—¿Le pasó algo al bebé? —hizo la segunda pregunta su interlocutoria al ver que ella no le respondía.

—No sé alarme; solo tuve una pesadilla con William. Discúlpeme por haberla preocupado con mi grito—le respondió Elizabeth, no contándole lo otro.

Su suegra pareció aliviarse con su respuesta, entonces se sentó en la cama al lado de ella y siguió repitiéndole que todo estaría bien, aunque Elizabeth notaba que en su rostro había mucha tensión y ella estaba así desde la mañana que había ido a hablar con el rey Darcy. Incluso había estado ida, sin apenas contestarle a cosas, todo el resto del día, hasta que habían ido acostarse, como si algo muy grave pasara por su cabeza, que no quisiese decirle.

Su reina por derecho  (LIBRO 2. Trilogía Reino de Baulgrana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora