5

1.9K 212 42
                                    

Reino de Ganah

El rey Darcy finalmente sí acudió por su hijo a la cabaña aquella noche y Elizabeth pudo notar la incomodidad de ese hombre recio de fino traje y barba entrecana cuando ella y su suegra lo recibieron en el vestíbulo de ese lugar. El rey luego de mirarla de reojo, seguro analizando su embarazo, le apartó la mirada, como si desease estar en cualquier lugar menos allí.

¿Tenía vergüenza?

—Su majestad que honor estar por fin ante su presencia. —le dijo Elizabeth punzante, ya que era la primera vez que lo veía, luego de todo el mal que había hecho contra ella y los suyos.

—Buenas noches a ambas—dijo él, sin dejar de parecer incomodo—He venido por mi hijo. —agregó como si desease salir de la situación con apremio.

—Él ahora mismo está dormido, Darcy, pero siéntate. Necesitamos hablar contigo sobre él, antes que te lo lleves. —le dijo su suegra al hombre, viéndose muy seria y Elizabeth se sintió algo sorprendida que lo tuteara.

Bueno, era normal que la reina tuviese esa familiaridad con el rey maduro, si todas las noches iba a su cama ¿no?

—Discúlpame Beatriz, pero no tengo nada que hablar sobre mi hijo con ustedes—respondió el hombre con frialdad.

—¡Pues no se lo lleva hasta que hablemos! —exclamó Elizabeth, provocando que él se girara a mirarla, seguro impactado por su atrevimiento.

—Estoy de acuerdo con mi nuera. No sales de aquí hasta que nos oigas—la secundó su suegra

—¿Y usted es quienes se creen para decirme si puedo o no llevarme a mi hijo? —se oyó molesto el hombre que por ser rey no parecía familiarizado con la idea de oír órdenes.

—Sí, lo sé, no somos nadie. Solo somos las mujeres que usted mandó a atacar cobardemente al sabernos indefensas en nuestro reino. Solo somos las prisioneras que usted tiene escondidas, en una esquina de su palacio. Tiene toda la razón, no somos nadie, pero de aquí no saca al niño, sin que escuche lo que tenemos que decir. —tambien sacó su genio Elizabeth, soltando lo que llevaba dentro.

Al menos el hombre tuvo la decencia de parecer avergonzado, porque lo pudo leer en sus ojos oscuros.

—Basta, no tengo por qué escucharlas. —pareció querer escapar de ella, caminando hacia donde estaban los cuartos, pero se tuvo que girar, cuando ella no quiso dejarlo ir.

—Le da vergüenza que alguien le diga lo cobarde que ha sido, su majestad.

—Usted es bastante atrevida ¿sabe? —le replicó, mirándola sorprendido por su osadía.

—Sí, me lo han dicho—replicó Elizabeth alzando la barbilla, porque aunque estuviese en la peor desventaja, siendo la prisionera de este hombre, tenía por defecto no amedrentarse ante nada.

—Cálmate Elizabeth—le pidió su suegra, yendo a tomarla de los brazos—y tu Darcy, siéntate, que es muy importante lo que te tenemos que decir de tu príncipe. —agregó su la reina, señalándole el austero sillón del lugar.

—¿Qué pueden decirme del mi propio hijo que no sepa? —pareció fastidiado el rey— Se cómo es y de seguro se metió a jugar y ustedes se aprovecharon.

—¿Aprovechamos en qué sentido? —fue su suegra la que replicó, viéndose sumamente molesta.

—Tratando de sacarle información. —respondió el rey—Te conozco Beatriz y esta vez llegaste demasiado lejos.

—Nosotras no hemos hecho tal cosa Darcy, ni siquiera sabíamos quién era en realidad el niño. Lo conocimos un día que se subió al árbol de atrás y se cayó. Luego lo curamos y nos dijo que se llamaba de otra forma. —su suegra intentó explicarle.

Su reina por derecho  (LIBRO 2. Trilogía Reino de Baulgrana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora