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No fue fácil para William adaptarse a la nueva situación en que estaba, cuando solo había tenido el objetivo por semanas de matar a todos sus enemigos, pero bueno ya no podía matar al viejo, así que le tocó prometer a Elizabeth y su madre que sería pacifico, antes de ver al rey Darcy, quien lo llamó a su oficina a la mañana siguiente.

Su encuentro con el mismo le fue difícil, más, cuando se enteró que el viejo inició toda esta guerra por cartas falsificadas por su primo.

William ante esto exigió indemnización, contestándole el rey que solo le daría la compensación económica cuando se casara con Elizabeth con sus apellidos. Maldito, por suerte Elizabeth le aseguró al viejo cuando se metió junto a su madre a separarlos, (porque se fueron a los golpes) que no quería esos apellidos. Apellidos que si ella se cambiaba dejaría de ser su esposa y él podría quedar solo con su matrimonio con la reina Carlota.

¿Ahora que iba a hacer? Tenía acuerdos con esa mujer y si no le devolvía su dinero y sus hombres se pondría violenta y la cuestión es que ya no tenía dinero para devolverle porque lo invirtió en armas, más hombres y en pagar a un país vecino de Ganah que les permitió pasar por ahí para penetrar este país.

Ya no podía darle el reino de Ganah, ni mucho menos el suyo a Carlota, como prometió, porque ¿dónde viviría con Elizabeth, la bebé y su madre?

Luego de tranquilizar a su madre y a Elizabeth por la reciente discusión que tuvo con el viejo, reunió a todos sus hombres, cerca de donde tenía sus barcos, explicándoles la situación y que no debían decir nada porque nunca se imaginó que su esposa no había muerto. Cuando todos prometieron silencio, fue a buscar en uno de los barcos a su primo Reynald Bowes-Teck, ya que el viejo se lo había pedido para juzgarlo ante la corte y darle su castigo.

William le entregó más tarde al viejo a su primo en una jaula, el cual vieron en una de las celdas del palacio, donde le indicaron los soldados de Darcy, debía llevarlo.

A su primo le faltaban partes de su cuerpo porque se había dedicado a torturarlo desde que lo había atrapado, pero aún podía hablar, logrando tensarlo porque delante del viejo insinuó que Elizabeth y su madre pudieron ser violadas al ser prisionera. Por eso cuando regresó con Elizabeth al cuarto donde ella estaba instalada, la interrogó luego de pedirle a la niñera que se llevase a la pequeña Beatriz.

—¿Te hicieron algún daño mientras no estuve cariño? —le preguntó él, mientras se sentaban en un sillón.

—Sí porque al traerme acá, no pude seguir sabiendo de ti. —confesó Elizabeth.

—Lo sé, pero lo que quiero saber es si tu o mi madre...—cerró los ojos y no pudo terminar la pregunta— Hay muchos soldados...ustedes son hermosas ¿querida alguien les puso las manos encima?

—No William. Estaba embarazada. —contestó Elizabeth como si eso fuese una excusa.

—¿Y a mi madre? ¿Alguien la lastimó?

Ahí si demoró Elizabeth en responder, no sabiendo si meter en abuso lo que su suegra tuvo que hacer, siendo amante del rey para tratar de sobrevivir y parar la guerra.

La reina madre había hablado con ella y le había dicho que no era conveniente por nada de mundo que William supiese que tuvo una relación con el rey. Elizabeth la apoyaba, que él se enterara de esto sería terrible. Su marido se pondría como un demonio y mataría ahora sí a medio Ganah.

—No fuimos lastimadas, amor. —contestó finalmente.

Él la besó furiosamente y la llevó a la cama, poseyéndola entre las sábanas, como en antaño.

Su reina por derecho  (LIBRO 2. Trilogía Reino de Baulgrana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora