William abrió los ojos y vomitó agua cuando sintió una bota golpeando su dolorido costado. Ahora mismo estaba tirado la arena de alguna playa de Siam, lugar donde seguro lo había arrastrado la represa que provocó y quienes lo evaluaban en ese momento, mientras él estaba en el piso, sin poder moverse, era un grupo de hombres con pinta de piratas, quienes trataban de robarle sus pertenencias. La ropita de su hijo, se acordó de la pieza alarmándose, mientras uno de los ladrones la sacaba de su levita, hombre al que le viró la muñeca por osar a tocar algo tan sagrado. Él infeliz le respondió con una patada en el estómago que lo hizo ver doble y botar más agua de la boca. Los demás quisieron venir a golpearlo tambien, pero otro dijo:
—Basta, no dañen su cuerpo, que al médico de Prusia no le sirven dañados para sus experimentos y no querrá comprarlo. Súbanlo al barco, que está a nada de morirse sin ayuda.
William apenas pudo moverse cuando aquellos andrajosos, con olores putrefactos lo cargaron a una embarcación, pero en lo más lejano de su mente se dijo que subiéndose en ese barco podría llegar a Chipre, el reino de su tío a pedir ayuda para su venganza. Por ahora se dejó conducir por cuatro o cinco hombres que se quejaban por lo gigante que era y luego de meterlo a una cabina lo tiraron a un suelo duro, sintiendo el agua, que se metía por las ventanas írsele encima cuando el barco empezó a andar, entonces vio a otros hombres tirados, heridos, entre cuerpos sin vida.
Malditos, seguro los piratas iban a venderlos tambien a ese doctor que mencionaron experimentaba con cuerpos, pensó William tirado entre los tablones. Él sabía que los piratas mientras viajaban por los mares vendían el alma para conseguir dinero, ya que no siempre era fácil atacar ciudades y saquear, así que no le sorprendía que tambien tuviesen este negocio con alguien de vender muertos para experimentos.
Ojalá pudiese moverse para darles su merecido a estos desgraciados, pero estaba muy débil.
Cerró los ojos, deseando volver a abrirlos, despertando en su cama de Baulgrana, viendo los ojos verdes de Elizabeth, pero eso solo podría darse en su imaginación.
Un nudo en la garganta de dolor le sobrevino, recordando a su familia muerta, por ello apretó la pieza que no se dejó robar, rogando al cielo recuperar algo de fuerzas para conseguir su propósito. Matar a esta manada de imbéciles para tomarse el barco. Dentro de su duro entrenamiento tambien le enseñaron a navegar, así que no sería problema guiar esta embarcación.
Estos infelices no sabían a quién habían subido aquí, pensó, diciéndose que ya llegaría su momento.
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Baulgrana
—¡Es mejor empezar a disparar a matar! ¡Eso controlará a los demás! —decía esa mañana Reynald Bowes- Teck, el conde Ambrose, en la mesa del despacho que había pertenecido a su primo. Estaba reunido con el general de Darcy que había venido con él a tomar Baulgrana, los dos ministros del reino y soltados. Todos estaban preocupados por las manifestaciones afuera del palacio de los pobladores, que se revelaban a este nuevo gobierno.
—El rey Darcy no desea sangre. —respondía el general. —El deseo del mismo es que usted se ganara la aprobación del pueblo de forma pacífica, pero lastimosamente no ha sido así.
—La corte si me acepta y los nobles son los que importan—espetó Reynald.
—Pues resulta que los habitantes del país pueden acabar con un gobierno, bowes Teck. Ellos son más y si se unen todos podríamos vernos en serios problemas. Ya el rey Darcy está al tanto de todo y es capaz de quitarnos de la misión que nos encomendó, si ve que estamos siendo ineptos—respondió el general mirándolo con la autoridad que le confería ser un militar.
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Su reina por derecho (LIBRO 2. Trilogía Reino de Baulgrana)
FantasíaWilliam y Elizabeth esperan la llegada de su hijo con ilusión, pero los enemigos del rey harán peligrar la felicidad que tiene junto a su esposa y su madre en el reino. Inevitablemente estallará una guerra donde William tendrá que dejarlas solas, si...