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Reino de Ganah

Elizabeth no entendía por qué Rory, el niño que les había aparecido días atrás en la cabaña, le causaba tanta ternura. El mismo había seguido viniendo a verlas más veces, trayendo incluso unos soldaditos de plomo, para jugar con ella y su suegra. Ahora mismo estaban los tres en la cama de la habitación asignada a su suegra, mientras Rory hablaba colocando los soldados en el tablero donde venían y las dos se habían mirado extrañadas cuando el mismo les hablase de estrategias de guerras y posiciones, hablándole hasta de guerras pasadas con precisión. Ciertamente el niño era muy extraño, porque su forma de expresarse parecía muy estudiada como si tuviese profesores, cuando él les había dicho que su familia no tenía dinero, se había dado cuenta Elizabeth.

—En la batalla de las termopilas trecientos espartanos ganaron con estrategia a un grupo de un millón de persas. — decía el niño y Elizabeth sintió un mal sabor de boca, pensando en William en ese momento en guerra. Imaginó que su suegra se sintió igual, porque sus ojos azules se vieron afligidos antes de preguntarle a Rory como sabía todo eso. El niño entonces se puso nervioso y dijo que tenía hambre, seguro para escapar de las preguntas, como Elizabeth había observado con cierta aprensión, solía hacer.

—Pediré a las criadas que nos hagan de comer. —propuso Elizabeth levantándose, agarrándose la panza prominente, alzándole la mano cuando su suegra quiso hacer la tarea por ella.

—Estoy embarazada; no enferma. Tranquila, puedo hacerlo—le respondió cálida y se salió del cuarto, luego de dar un beso a Rory en el cabello, sintiéndole tanto cariño al ver sus ojitos negros llenos de adoración hacia ella, puesto que el niño les había dicho que nunca había visto a una embarazada y le alegraba conocer por fin a una. Era extremamente tierno y siempre le rompía el corazón con las cosas que les decía, una de ellas, como que le encantaría conocer al bebé.

Elizabeth sabía que eso no sería posible, porque quizá ellas no estarían vivas para ese momento, O quizá William lograra salvarlas del secuestro, aunque cada día perdía las esperanzas, pensaba saliendo del cuarto, entonces fue a decirles a las dos criadas que ella y su suegra tenían hambre, no mencionando al niño porque siempre lo metían a escondidas, utilizando tácticas de distracción para que las criadas no lo vieran entrar, cerrando luego las puertas dependiendo del cuarto al que lo metieran, para hablar con él.

Tuvo que esperar un rato que las muchachas en la rustica cocina, empezaran a preparar algo, entonces escuchó un estropicio y gritos y regresó al cuarto de su suegra, donde no vio a nadie, metiéndose al suyo luego, donde vio su mesita de noche volcada y a su suegra discutir con una señora anciana vestida de negro. A Rory tambien lo vio siendo agarrado por un hombre grande, de barba y aterrador, que le recordaron a los que la raptaron cuando se salió del convento y la vendieron a William.

—¿Qué ocurre aquí? ¡Oiga suelte al niño! —exigió al hombre, entonces la anciana se giró y pareció perder el color al verla.

—Que no oyeron: ¡Que suelten el niño ya mismo! ¡Lo están lastimando! —repitió Elizabeth, viendo como la anciana y el hombre extraño intercambiaban mirada de estupefacción, luego de mirarla con atención.

—¡Esto es un ultraje, como se atreven a lastimar a un pequeño indefenso!

Continuó desesperada diciendo Elizabeth al ver a Rory desesperado, peleando y pataleando.

—Hagan lo que dice mi nuera. No es posible que ese sea el trato que se le esté dando a un hijo del rey, su alteza. —dijo su suegra y Elizabeth abrió la boca, ante sus palabras. ¿El hijo del rey? ¿Rory era el hijo del rey Darcy? Entonces reparó en la corona de la anciana y cayó en cuenta que era una reina. ¡Esa debía ser la madre del rey, porque la esposa de él había muerto, como él mismo le había contado en Baulgrana!

Su reina por derecho  (LIBRO 2. Trilogía Reino de Baulgrana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora