capítulo 23

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El dolor me despierta, cierro los ojos e intento volver a dormir, pero no es tarea fácil cuando mi pequeño me da unas cuantas patadas en las costillas. Estoy acostada pero sin dormir durante una hora hasta que comienza a dolerme la parte baja de la espalda. En menos de veinte minutos, comprendo que las contracciones son regulares y que se suceden cada vez más rápido. Entonces me doy cuenta, es hora. El bebé ya viene.

Me levanto lentamente llamando a mis damas.
Keiko y Yuna actúan rápido, llaman a Quinella, al doctor y a mi escolta de turno, Eiji.

—envía un mensaje al rey.— le dice Yuna, pero la detengo. —no, el rey esta en el frente no puede preocuparse por mi. —

—pero… Eiji replica, lo hago callar con la mirada.
—cuando el bebé nazca pueden dejarle saber. — Kirito debe estar tranquilo, no lo quiero en el campo de batalla peleando mientras su mente este preocupada por mi.

Mi escolta asiente no muy seguro pero no dice nada mas al respecto, en su lugar se enfoca en mi estado actual. —Dime qué necesitas.— me dice.

Jadeando de dolor le contesto molesta por su inútil ofrecimiento: —¿Qué te parece otra persona para que dé a luz al bebé?—

La réplica le arranca una carcajada… Pero cierra el pico en cuanto ve la expresión asesina con la que lo estoy  mirando. Recupera la seriedad y carraspea —Ojalá pudiera.—

—entonces no digas tonterías. — otra contracción me pone casi de rodillas. Jamás imagine que esto dolería tanto.

Cuando llega el doctor y la sacerdotisa, el dolor es casi insoportable. Estoy cubierta de sudor y apenas si el parto inicia.

Quinella me ayuda con la respiración cada vez que sufro una contracción. Cada vez que llega una, siento cómo se me tensa el vientre y seguidamente el dolor me hace gritar. Tieze aparece momentos después cuando una contracción me tiene gritando, toma mi mano y al igual que Quinella me ayuda a apoyarme mientras el dolor viene cada vez mas rápido.

Las horas pasan muy despacio mientras lo soporto lo mejor que puedo.

Mi cabeza cae de lado en la almohada enfrentando la ventana. Estoy exhausta, terriblemente adolorida pero casualmente veo algo extraño. Hay un cuervo inusualmente grande parado en la ventana observando todo lo que ocurre, pero mi cerebro no es capaz de darle la importancia que debería tener y se enfoca solo en el dolor.

—tranquila Asuna, lo estas haciendo muy bien. — me dice Tieze limpiando el sudor de mi frente.

Quinella toma mi mano pasándome parte de su magia calmante. —tu puedes. — me dice. —ya casi estas, solo un poco mas. —

Y entonces el doctor anuncia: —es hora Mi Reina, puje con fuerza. —

Grito, con cada empuje un gemido sale de mi garganta, el dolor es insoportable y por momentos me parece que no voy a lograrlo, pero lucho con todas mis fuerzas, este bebé tiene que nacer voy a traerlo a este mundo y nada, ni siquiera mi dolor va a impedirlo.

La campana de la cinco de la tarde suena, cuando por fin, mi hijo nace.

Lo primero que escucho después de un ultimo grito es su llanto, fuerte y claro. Mi bebé tiene unos buenos pulmones. Sonrío con lágrimas derramandose por los costados de mis ojos.

Contemplo al diminuto bebé que la sacerdotisa sostiene mientras llora a pleno pulmón, dejando bien claro que esta sano.

—Está aquí de verdad —sollozo. mientras  contemplo el bebé al que he dado a luz.

—Aquí está, sí —dice Quinella con una sonrisa. —Y es precioso.— lo limpia y lo examina antes de ofrecérsemelo. 

Me quedo sin aliento cuando tomo por primera vez a mi hijo. Tiene cerrado sus diminutos puños y con su llanto nos hace saber a todos los presentes que esta allí.

Dark KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora