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Cinco Años Después…

Cinco años, cinco largos años habían pasado desde la última vez que pude ver sus ojos. Extrañaba a David de una forma sobrehumana y había logrado sobrevivir gracias a los recuerdos que había dejado en mi mente, a lo mucho que me había enseñado.
Me disculpé con mi padre al regresar a Lindau pero fue él quien se disculpó conmigo por todas sus acciones, incluso confesó arrepentido saber o al menos deducir por sus consultas que el señor Haddad era el asesino, persona que murió en prisión pasado un año.
Mi madre me abrazó fuerte al saber lo que había pasado, sin embargo no podía seguir viviendo con ellos.
No volví a compartir casa o relación con ellos… jamás me entendieron o apoyaron mis decisiones. No merecían mi amor o compasión. Ya nada tenia sentido, nada si David faltaba.
Sentí lástima por mi madre, tan amarrada a una relación insana en la que era sumisa. Jamás abandonaría a mi padre y en cierto modo lograba entenderla, cuando el amor es fuerte no hay nada que pueda romperlo, ni siquiera la muerte.
Me había graduado, vivía sola en un apartamento en Kiama que yo misma pagaba religiosamente cada mes con mi trabajo. Mis abuelos insistían en que viviera con ellos pero necesitaba estar sola, empezar de cero.
Era solamente una aprendiz de diseñador pero tenia la esperanza de comprar una tienda y vender mis propios diseños en unos años.
Nunca tuve la oportunidad de hablar sobre vocaciones con David. Solo sé que ser modista me permitía mostrar al mundo mi creatividad, mi verdadera personalidad.
Era como sentarme a dibujar en una tarde lluviosa las gotas de agua, o en una mañana soleada los rayos de sol.
Adoraba los colores y diseñar me hacía feliz.
Tomé asiento en la terraza de la cafetería que solía frecuentar por las mañanas para tomar el desayuno.
Pedí mi café negro de siempre, el que me recordaba a David.
Antes de poder lamentar nada algo a mi alrededor llamó mi atención.
Las personas se amontonaban en un círculo cerca de donde estaba. La curiosidad me invadió y miré por un orificio entre cuerpo y cuerpo.
Las acrobacias de un chico en medio de la gente fueron captadas por mi iris ocular. Realmente temí por su vida al observar sus piruetas.
Eran tan intrépidas y sinsentido que terminé por volver a mi asiento.
El tumulto se dispersó entre aplausos en pocos minutos.
El muchacho con ayuda de un gorro de lana recolectó la propina que las personas deseaban darle y me sorprendió encontrarlo frente a mis ojos estirando el brazo con el gorro en las manos.
-¿Hola?
Pronuncié sin entender.
-Tú has visto mi show, ¿No tienes nada para mí?
Preguntó con una sonrisa y casi enrojezco.
-Ah, claro.
Saqué unas monedas de mi cartera y los dejé caer al gorro.
-¡Señorita!
Gritó al instante.
-Un café con leche, por favor.
Tomó asiento frente a mí luego de pedir y sin poder entender por qué, lo ví tomar mi café y beberlo tranquilamente como si suyo fuese.
-Acabas de ordenar uno ¿Por qué necesitas el mío?
-Si tomas este, no estarás tomando uno que yo compré, quiero invitarte al desayuno.
-¿Gracias?
Dije sin encontrarle sentido mientras él sonrió terminándose mi café.
-¿Cómo te llamas?
-¿Qué te hace pensar que quiero tener esta conversación contigo?
-Tus ojos.
Le miré rápidamente.
-¿Perdona?
-Ellos están llamándome, hablan por sí solos.
- Y ¿Qué te dicen?
Pregunté sin creer que estuviese haciendo tal pregunta.
-Dicen que te sientes algo sola, que vas de fuerte pero extrañas los abrazos. Pides café negro cada mañana a pesar de que en este lugar lo sirven horrible porque te has acostumbrado o lo necesitas por alguna razón. Te sientes tranquila en tu rutina, a salvo pero en el fondo necesitas que te muevan el mundo, volver a sentirte joven, viva, incluso extrañas beber el café con leche, ese que hace años dejaste atrás.
- y ¿sabes todo eso por mis ojos?
- por eso y por todos los días que llevo observándote.
- ¿perdón?
- Vengo cada mañana, divierto a la gente con mis trucos, pero nunca me habías notado ¿cierto? Supongo que hoy es un día distinto para ti, eres la única que jamás se acercó a mi espectáculo.
- Lo siento.
- No tienes por qué, supongo que tus problemas son demasiado importantes como para distraerte en un número de circo.
- ¿Qué sabes tú?
- Se llama conductismo, he aprendido a leer a las personas.
El corazón me latió con fuerza al escucharle.
¿Cómo es posible que sepa tanto de mí sin conocerme?
Me perdí en sus ojos por un instante, en la tonalidad familiar que me llamaba.
-Y ¿Entonces? ¿Me dirás tu nombre?
- Lluvia, me llamo Lluvia.
- Vaya…
Pronunció fascinado.
-¿Cómo te llamas tú?
-David.
Por un segundo el aire se estancó en mis pulmones, no podía articular palabra.
-¿Estás bien?
-¿Qué… qué edad tienes?
Pregunté intentando parecer cuerda.
-Veinte y tres, aunque solo he vivido unos cinco.
-¿Qué quieres decir?
-Nací con un problema respiratorio, estuve internado casi toda mi vida hasta que hace cinco años el problema pareció esfumarse, y aquí estoy.
-Vaya, eso sí que es suerte.
-Pues sí, la verdad.
La muchacha deposita el café con leche sobre la mesa y lo tomo dándole tantas vueltas a mi cabeza como soy capaz.
David… será…?


Lluvia [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora