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No podía creer que mi compañero sería el idiota, ese idiota. El destino lo estaba empujando demasiado dentro de mi vida y no me gustaba nada.
¿Por qué él?
¿Acaso también estaba castigado por lo de la noche anterior?
-Veo que ya se conocen. Los dejo solos para que comiencen con sus tareas.
Haddad se retira y yo miro fijamente al sonriente idiota que tengo delante.
-¿Te quedarás mirándome toda la tarde, Lluvia?
Me congelo al escuchar mi nombre completo. Nadie excepto los profesores saben que me llamo así, bueno y Lucas que me llama Vi y por eso todos suponen que mi nombre es Viviane o Virginia.
-¿No te gusta tu nombre?
-Depende.
Contesto indiferente.
¡¿Es que esa maldita sonrisa no se le borra nunca?!
-¿De qué depende?
Le miré tratando de expandir rayos láser por mis ojos y atravesarle algún órgano importante.
-De quien lo pronuncie.
Él sonrió captando la indirecta y decidí ponerme en marcha.

Termino de sacudir un estante del cual cae un libro hacia el otro lado, provocando un quejido.
-¿Podrías sacudir con más cuidado?
-He terminado. Si no quieres ser lastimado, haber estado en otro lugar. Creí que no era la única castigada. No has hecho más que leer ese ridículo libro.
Se levanta del suelo sacudiendo su trasero y cierra el libro.
-No me merecía aquel golpe, Lluvia, ahora es tu deber pagarme con tu trabajo mientras yo leo tranquilamente en las tardes.
-¿Bromeas? Aún no sé si eso sea cierto. Además, no trabajaría por ti ni aunque así fuese.
-¿Crees que te delataría sabiendo que me estoy delatando también? Por favor, es absurdo.
-Puede que tengas razón sin embargo, no confío en ti, David.
-Veo que ya nos llamamos por nuestros nombres.
Suspiro en la frustración en la que me hace sumirme y tomo de un jalón el libro que tenía en las manos.
-¿Qué lees?
-Acabas de llamarlo ridículo ¿y ni siquiera sabes?
-¿Tocando el cielo? ¿Enserio?
-¿Qué? Es un buen libro.
-¿No te parece algo ficticio?
Se encoje de hombros.
-Supongo que me gusta leer sobre imposibles. De eso se trata la literatura ¿no? Sueños, lo que no seríamos capaces de hacer realidad.
-Pues sí, tienes razón, aunque, quizás no sea tan ficticio que un cantante se enamore de una reportera en dos días. Supongo que cuando el amor llega, no hay forma de pararlo.
Ríe exageradamente.
-La historia de amor perfecta no existe, intrusa.
-Volvemos con lo de intrusa. Da igual, lo prefiero de todas formas.
-¿Por qué odias tanto tu nombre?
-No lo odio, no sé, simplemente es incómodo.
Suspira a la vez que se recuesta sobre su espalda en la estantería.
-¿Y tú? ¿Por qué siempre de negro?
-Odio el color.
Uno mis cejas extrañada.
David parecía un chico tranquilo, misterioso y algo tenebroso. Siempre estaba solo, inadvertido, ausente… tanto que éramos pocos quienes lo conocíamos, no era nuevo sin embargo, ¿por qué nunca lo vi en el Instituto?
Su vestuario negro emanaba peligro con sólo verlo. La primera vez que lo vi no me pareció extraño, el negro es una tonalidad de gran popularidad en estos días, la segunda ya era bastante raro aunque se lo atribuí a la casualidad y ahora me parecía totalmente irracional, nadie, por mucho que le guste un color viste total y diariamente del mismo. Quizás sólo era un gusto bastante terrorífico, una forma de expresar su ánimo según los psicólogos o estaría de luto…?
-¡Lluvia!
Me trae de vuelta a la realidad mi madre.
-¿Dónde estás? Llevo un buen rato llamando tu atención. La cena se enfría, baja ya.
-Eh… ahora bajo mamá, ya voy.
La pelirroja que me mira desde la puerta de mi cuarto me da una mirada de desaprobación y se retira.
Mamá y papá han estado un poco molestos desde el incidente de mi móvil.
Bajo las escaleras que me llevan directo al comedor, me topo con unos rostros algo incómodos sentados a la mesa, así que sin decir palabra alguna me siento junto a ellos.
Mi padre es castaño, ojos ligeramente verdes y barba de unos tres días. Para tener cincuenta, debo decir que se mantiene bastante bien.
En cambio, mi madre es pelirroja, más joven que papá y con la sonrisa más hermosa del mundo.
Aunque en este preciso instante ambos, algo adustos, sospecho me tienen algo que decir.
-Tu padre ha tomado una decisión.
Comienza a alegar la Sra. Sampson.
-Creemos que lo mejor para ti es que cambies de colegio.
Casi me atraganto con un pedazo de salchicha al escucharla.
-¿Qué?... ¡¿Por qué?!
-Hace meses que tus calificaciones no hacen más que bajar, llegas tardísimo en la noche, no haces más que buscarte problemas…
-¡¿Y suponen que cambiando de colegio a mitad de año voy a cambiar?!
El silencio hace acto de presencia unos segundos.
-Vi, creemos que la raíz del problema está en tus amistades, no son buena influencia para ti.
-No me digas eso, mamá, sabes perfecto que nadie puede obligarte hacer lo que no quieres. Son mis amigos, no puedes pretender que de un día para otro dejen de serlo sólo porque creen que son una mala influencia. Alejarlos sólo me hará más rebelde…
Un estruendoso golpe sobre la mesa me sorprende interrumpiéndome. Me sobresalto en el lugar al ver a mi padre de pie enfurecido.
-Te vas a cambiar de Instituto y punto, Lluvia Sampson, no hay nada más que hablar.
Aprieto los labios oprimiendo la ira, las ganas de gritar y me levanto de vuelta a mi habitación.
-¡Lluvia!
Llama mi madre pero no la escucho, cierro de un portazo y le agrego seguro. Lo menos que necesito ahora son más reclamos.
Papá siempre fue un déspota de lo peor pero jamás le interesó mi vida social. ¿Se creen que será tan fácil? No lo permitiré, no puedo dejar Tate, ¡no quiero!
No es menos cierto que desde que conocí a Lucas en segundo año no he hecho más que salir y meterme en problemas, sin embargo, es mi vida, mis errores, debo aprender por mí misma, Lucas fue sólo el detonante de mi rebeldía, mi libertad, de las fuerzas que no tenía para decir: basta, sí que quiero y lo haré. Tocó que fuese él pero no significa que sin él no lo hubiese descubierto, en otro lugar igual hubiese existido otra persona, otro botón detonante, otra fuerza… Soy como soy ahora, y no la versión que me inventaba para obtener la aprobación de mis padres, no tengo malas influencias como amigos, sólo amigos que sacan lo más real de mí.
Amo salir de fiesta, fumar, bailar, cometer locuras de las que me reiré a los cuarenta. Amo vivir y en otro instituto o no, no dejaré de hacerlo.
Ojalá pudiesen entenderme, ojalá mi padre…
Reprimo unas escurridizas lágrimas mirando hacia arriba, tomo un largo respiro y me dejo caer de espaldas sobre el colchón.
Una notificación rompe el silencio llamando mi atención.

^^ ¿Qué carajos haces? Es tardísimo, bitch. ¿No irás a la fiesta?

Lucas.

¡La fiesta!
Me siento de un tirón en el borde de la cama.

Lluvia [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora