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David

Habían sido pocas las veces que me había disculpado por algo, y fue extraño darme cuenta que de esas pocas, Lluvia había recibido la mayoría para ser a una sola persona. Sonreí al recordar sus acusantes y agrandados ojos cuando me contradecía en la fiesta, y a pesar de que siempre he tenido la razón, Lluvia la ha tenido desde el principio en cada conversación que hemos compartido.
Me sentí profundamente estúpido cuando vi esos mismos ojos cristalizarse ante mi estúpido comentario. ¿Qué pretendía lograr hiriendo sus sentimientos de esa forma? Supongo que no medí la crudeza de mis palabras, no pensé bien y confundí las cosas… algún motivo desconocido en mi interior me impedía volver hacerle daño, no quería volver a sentirme estúpido, volver a mirarle cristalizada, lastimada… la imperiosa necesidad de disculparme se apoderó de mí y corrí a su encuentro. ¿Dónde podría estar? Lucas me comentó sobre un río cercano y le agradecí al instante. Era un lugar que de seguro visitaba mucho.
Acerté con la ubicación, tomé asiento a su lado. Ni siquiera sabía qué expresión mostrar, jamás estuve en una situación como esta y realmente agradecí ser perdonado.
La lluvia comenzaba a amenazar y le tendí la mano. El establo abandonado cercano al río nos serviría de refugio, sin embargo sólo yo pensé que sería una buena idea.
Lluvia se mostró tan graciosa al no querer entrar que tuve un ataque de risa. Era tan predecible a veces que caminé en su dirección buscando que entrara de alguna forma. Casi ni escuchaba mis propias palabras, la sorprendí observando mis labios y vocalicé: Si tú te mojas, yo también.
Ella sólo cambió su expresión a una un poco incómoda y entró al establo sin soltar palabra.
Tan predecible como la lluvia y nunca mejor dicho.
La seguí y cerré la puerta.
La calidez nos envolvió de inmediato y tomamos asiento en unos bloques de sucio y viejo heno.
Lluvia exprimió su cabello y lo liberó de la liga que lo sostenía en una alta coleta. De inmediato cayó a ambos lados de su rostro y sonreí ante tal espectáculo. Era realmente linda y actuaba como si no lo fuera.
- ¿Tanto odias la lluvia?
- Ya te he dicho que no la odio, simplemente es incómoda, pegajosa y no me gusta tener el mismo nombre que un fenómeno meteorológico.
Río y la miro.
- Claro.
- Mi madre en serio se dio gusto con esa obsesión enfermiza que tiene por la lluvia. Se mudó aquí porque llueve casi todo el año y como si fuera poco me insertó el nombre como lo más normal del mundo.
-  Es que es normal. Existen chicas con nombres parecidos, Luna, Jazmín, Marina, Alba, Anochecer…
- ¡¿Anochecer?!
Suelta una carcajada.
- Existe, y así un sinfín de ellos.
- En serio, empiezo a amar mi nombre.
- Esos tipos de nombres naturales representan gustos y deseos de quien los adjudica. Lluvia es un nombre tan bonito como lo es la lluvia propiamente. ¿Acaso no te gusta leer en medio de un chubasco?
- Puede que tengas razón. Amo todos esos nombres en esencia, la naturaleza es tan mágica que invita a sentirse bien.
- Así como el tuyo, que fue mar, nube, y desciende en forma de agua dulce o nieve. La conexión entre el cielo y el mar. Tan cambiante y hermosa como tú.
Garraspa ante mi comentario mientras sonrío.
- ¿Qué tiene de atractiva la vida sin la naturaleza?
- No lo sé, las almas quizá.
¿Almas?
- La mayoría de las personas no conocen el significado de esa palabra.
Entrecierra la mirada.
- ¿Y qué más da? De eso se trata, cada persona es un alma distinta y se interesa por las cosas que la hacen ser única.
- ¿Eso crees?
- ¡Por supuesto! Es eso lo que nos hace sentir vivos.
- ¿Qué importan las almas y la supuesta acción de estar vivos si vivimos temiéndole a la muerte? ¿De qué nos sirve amar lo insuficiente? La vida nunca será para siempre.
- Y justo eso la hace tan extraordinaria, justo eso nos hace vivirla intensamente, como si cada segundo fuese el último, no temiendo a la muerte, simplemente recordando que en cualquier momento puede llegar y atraparnos sin haber hecho lo que más deseábamos. La risa vale tanto porque existe el llanto, y eso, David, también es hermoso.
- ¿Y qué si alguien amado por ti muere? ¿También te parecerá hermoso?
- Pues sí, la vida y la muerte no son opuestos, no tienen por qué serlo y no entiendo por qué se empeñan en verla como algo malo. Si alguien deja este lado del mundo se entristecen egoístamente queriendo retenerlo para siempre, pero si su alma decide irse es porque así debe ser.
- No puedo creer lo que escucho. Estás diciendo que qué alguien muera es hermoso. No tienes idea del dolor que alguien puede sentir por algo así, no tienes idea de lo mucho que puede sufrir alguien que sabe que morirá en unos meses, no sabes cuánto puede llegar a doler querer vivir y no poder hacerlo, la vida es una tortura, la muerte un castigo y lo único aparentemente bello es aquello que no está amenazado, que puede brillar por siempre sin temor, dándole una pizca de paz y armonía a los mortales.
El nudo en la garganta comenzaba a crecer entorpeciendo mi acto de hablar. De lo más profundo de mi propia alma emergía la amargura, los tristes recuerdos de un amor que no pudo ser, de una vida que se apagó queriendo iluminarlo todo con una sonrisa…
Me vi obligado a irme en medio de la lluvia. No aguantaba seguir debatiendo lo indebatible para mí.

Lluvia [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora