Prólogo

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Aterrizar en un país desconocido no era algo que en un principio hubiese entrado en los planes de Han Jisung, pero las estrechas calles de París podrían ofrecer un poco de luz a su oscura vida.

Mudarse había sido su último recurso. Sin embargo, ya se encontraba en aquel mugriento aeropuerto. Volar era muy caro, pues los aviones comerciales apenas se habían empezado a popularizar hacía unos cuantos años. Dado el poco dinero que tenía, el avión en el que viajó parecía que en cualquier momento perdería un motor.

Miró el reloj que se encontraba en el centro de aquella sala. Marcaba las dos en punto. Debajo podía leer la fecha: 27 de mayo de 1969.

Salió de ese lugar con una pequeña mochila colgada del hombro. Esta estaba medio vacía, ya que no tenía demasiadas pertenencias. Sin embargo, tenía claro a dónde debía dirigirse.

Subió a un tranvía en dirección a su destino. Se sentó al lado de una de las ventanas y dejó su bolsa en el asiento contiguo. No le apetecía demasiado entablar una conversación con cualquier desconocido, aún no sabía el suficiente francés para ello.

­─ Qué hambre... ─ murmuró para sí mismo una vez pudo relajarse en ese polvoriento sillón.

Llevaba sin probar bocado desde que dejó atrás su Corea natal, hacía unas largas 20 horas. Pero intentó evadir la sensación de hambruna observando el paisaje parisino a través de la ventana.

Altos edificios se alzaban ante sus ojos, todo lo contrario a la arquitectura típica coreana. Y esto le asombró, provocando que su mirada se iluminase.

Antes de que pudiese darse cuenta, llegó a su destino. La Torre Eiffel se alzaba imponente ante él, haciendo justicia a su famoso mote: La Dama de Hierro. Mas su único objetivo fue sacar un arrugado mapa que mostraba el recorrido que debía seguir para llegar a la famosa calle roja de París. Siguió el recorrido que el papel marcaba y por fin se topó con el nombre de aquella calle: la Rue Saint Denis.

Según había podido investigar y escuchar, esa avenida era famosa en París por la gran cantidad de burdeles que albergaba. A pesar de que Francia había prohibido ese tipo de prácticas en 1946, este barrio marginal aún era hogar de gente que buscaba vender su cuerpo a cambio de unas monedas. Los antiguos prostíbulos, como los míticos La Fleur Blanche, o el Hotel Marigny habían cerrado sus puertas para dar paso a los famosos cabarets. Los cabarets eran lugares que pretendían parecer bares corrientes con la música algo alta, pero cuya aura se caracterizaba por la sensualidad de los bailarines y bailarinas que movían sus cuerpos al ritmo de música exótica.

Jisung había llegado a la conclusión de que esos lugares eran simples prostíbulos con un nombre nuevo, y el más famoso de ellos era el llamado La Belle Époque. Dicho cabaret ya estaba delante de sus narices. Había seguido las indicaciones del mapa al pie de la letra y, para su suerte, no se había perdido. El edificio era alto, de tres plantas, y estaba decorado de manera muy llamativa con flores de distintos colores adornando la fachada. En la puerta, un pequeño cartel colgaba exponiendo uno de sus mayores miedos: Fermé.

─ Cerrado, mierda ─murmuró entre dientes.

Atormentado por el sol, frunció el ceño mientras observaba sus alrededores.

No había mucha gente a esas horas de la mañana por la calle, y los pocos individuos con los que se había podido cruzar estaban ya borrachos buscando a alguien que quisiese saciar su apetito sexual. La fama de aquel distrito no era en vano.

Tomó una gran bocanada de aire para calmar sus nervios y mordió su labio inferior antes de armarse de valor para estampar los nudillos en la madera de la puerta.

La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora