ⅩⅩⅧ

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El reencuentro se sentía irreal. Tantísimo se había anhelado el par de enamorados que lo único que confirmaba que aquello no se trataba de un sueño idílico era el calor que ambos cuerpos generaban. Sus pieles transpiraban una fina capa de sudor a causa del ambiente cálido que el verano traía consigo, mas ninguno quería soltar al otro. Se acariciaban mutuamente con ansia, desesperados, casi con el temor de perder aquella tangibilidad en cualquier momento.

La cantarina risa de Jisung fue calmándose conforme los segundos pasaban, hasta que el meloso llanto de su amado se sobrepuso a esta.

El cuerpo del moreno convulsionaba sobre él como consecuencia de los pequeños golpes de hipo que el lloriqueo traía consigo. Esos tiernos espasmos le provocaron algo de molestia en sus maltratadas heridas, pero decidió anteponer el bienestar ajeno al suyo propio.

Deslizó las manos hasta posarlas sobre la cabeza contraria y enredó los dedos en esas castañas hebras de pelo, brindándole una pizca de consuelo con ese inocente acto. Esto pareció surtir efecto, ya que poco a poco los sollozos fueron silenciándose hasta que el único sonido que interrumpía aquella inmaculada paz era el de una nariz algo congestionada.

─ ¿Tienes moquitos, chico lindo? ─musitó Han.

Minho se separó un mínimo de él, lo justo para poder cruzar sus miradas de nuevo. Tenía las mejillas empapadas y las pestañas apelmazadas. Un tierno puchero decoraba esa imagen tan etérea que terminó por derretir el corazón del menor.

Entonces, respondió a la pregunta con una sacudida de cabeza.

─ Espera un segundo ─murmuró el azabache.

Enjuagó los rastros que los ríos de lágrimas habían dejado en su impoluta piel con suaves caricias, hasta secar la tez contraria por completo. Retiró muy delicadamente al joven de su regazo para intentar ir a por algún pañuelo, pero enseguida notó unos delgados dígitos alrededor de su muñeca que detuvieron su marcha.

Sorprendido, se giró para buscar la causa del agarre. La expresión de Lee no era difícil de leer, pues sus ojos reflejaban el miedo de alguien que no soportaría volver a hallarse en soledad.

─ No te vayas ─rogó el mayor.

─ Oh, Min, no voy a dejarte otra vez ─aseguró─. ¿Me acompañas?

No sabría decir con exactitud en qué momento habían desarrollado tal dependencia emocional, pero no podía juzgarle. A Han también le aterrorizaba alejarse ahora que el caprichoso destino había decidido brindarle una segunda oportunidad junto a su alma gemela.

Minho siguió al menor hasta el baño, sin deshacer el agarre de sus manos. Tomó asiento en el borde de la bañera y separó sus piernas mínimamente. Así, el contrario pudo arrodillarse frente a él y acercar un trozo de papel hasta su nariz.

Jisung le ayudó a expulsar la mucosidad que obstruía sus fosas nasales, como si de un niño se tratase. Esa acción tan innecesaria no era más que una vaga excusa para cuidarle, para asegurarse de que tenía todo bajo control. No podía permitirse el lujo de perder a otro ser querido, y atesorar a aquel muchacho era lo único que saciaba sus ansias por traer a su familia de vuelta a la vida.

Una vez Lee hubo despejado sus pulmones, tomó una bocanada de aire que exhaló en forma de suspiro. Con este, estiró sus brazos hasta posarlos sobre los hombros opuestos, y seguidamente le atrajo hacia su cuerpo para terminar con la poca distancia que los separaba.

─ ¿Mejor ahora? ─susurró Han en su oído, provocándole un agradable escalofrío.

Juntó sus torsos, unió sus frentes y deslizó la punta de su nariz en los cachetes del otro, como una dócil carantoña. Minho, sin poder regentar todas las emociones que esto causaba en su interior, le devolvió el roce para, después, llenar todo su rostro de castos besos que Jisung le devolvía con la misma ternura.

La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora