Aquellas palabras calaron hondo en Jisung, quien ahora observaba al contrario con cierta pena. Nunca se había detenido a pensar en que los chicos con los que convivía a su vez eran un obstáculo en su oscura carrera, y viceversa. Todo allí era una competencia.
─ Yo... Nunca te había visto como un rival ─la voz del de mechones azabaches tembló al hablar─. No quiero que te echen. Bajaré mi rendimiento si hace falta.
A pesar de su fuerte temperamento, los principios de Han dictaban que jamás debía abusar de nadie que no pudiese defenderse. Y, aunque Minho no fuese un plato de buen gusto para él, jamás renunciaría a su moralidad.
─ No me hagas reír. No voy a dejar que me superes en ningún momento, descuida.
Mientras discutían, Lee se aferraba a la fría barra de metal que se alzaba hasta el techo en una especie de calentamiento. Se había remangado los pantalones para que su piel se adhiriese mejor a ese objeto, ya que de otro modo se escurriría.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo físico, su voz sonaba firme y estable. Llevaba tanto tiempo dedicándose a ello que su cuerpo estaba totalmente acostumbrado.
─ Vaya, ¿tan poca cosa me consideras? Podría superarte si me lo propusiese─ la altanería tan característica del contrario provocó que quisiere retarle, volviendo a ese carácter algo rancio que solía adoptar al mantener una conversación con él. Pero su tono era más bien divertido, como si estuviera bromeando. No buscaba atacarle─. Bueno, monsieur rival, no ensucies demasiado el escenario. A ver quién consigue más billetes esta noche.
El cuerpo del castaño se retorcía de la manera más bella jamás imaginada mientras bailaba ayudándose del caño fijo. Ahora se encontraba boca abajo, solo ayudándose de sus fuertes muslos para aguantar esa postura. Pero esa hermosa bestia parecía no agotarse, como si su cuerpo fuese la más ligera pluma.
─ Inténtalo si puedes, chico bonito. Soy la joya de este cabaret, ningún chiquillo como tú podría pisarme.
Jisung agitó su mano, quitándole peso a la última sentencia que Lee Minho había dictado. Este, por su parte, solo pudo ver cómo el contrario salía de esa sala aún cabeza abajo, en esa extraña posición.
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Los gritos de la madame retumbaron por todo el local, avisando a los chicos de que el cabaret abriría sus puertas pronto.
Minho había estado tan concentrado mientras calentaba que no se había fijado en la cantidad de muchachos que se habían agolpado detrás del telón, observándole con interés. Él solo les regaló una mirada de total desdén antes de salir de allí. Sabía que la mayoría le tenían miedo y le respetaban a partes iguales. Respeto por ser quien más dinero aportaba, y miedo por no saber cuándo se acercaría para pedirles un favor o, dicho de otro modo, acostarse con ellos.
Antes de que las puertas se abriesen, Minho subió a su cuarto para fumar tranquilamente. Aprovecharía para retocar su maquillaje y perfumarse adecuadamente.
Cuando Jisung escuchó las voces de la madame ya estaba casi listo para bajar. Se había vestido con unos pantalones de cuero ajustados que le ayudarían a poder bailar contra el poste, una polera blanca de tirantes y una chaqueta negra que conjuntó con unas botas militares satinadas del mismo color. Se había retirado el pelo de la cara con gomina, y había rasgado su mirada con maquillaje. También había enrojecido sus labios con un poco de carmín, de manera sutil. Sabía que cuanto más femenina fuese su apariencia, más llamaría la atención.
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La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnow
Fanfiction1969. París, Francia. Dos chicos se ganan la vida bailando y vendiendo sus cuerpos en el más famoso cabaret de un tétrico barrio de París. Ambos famosos por sus rasgos orientales en una Europa aún afectada por la guerra, compiten por ser el más po...