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Félix sostenía una pequeña libreta y un bolígrafo. En ella, apuntaba las bebidas que hacían falta en el bar del cabaret. No se explicaba cómo faltaba tantísimo alcohol. Habían desaparecido varias botellas.

Normalmente era la madame quien servía las bebidas, por lo que él no tenía control alguno sobre lo que se consumía. Sin embargo, eso no era su problema. Simplemente apuntó todos los refrescos y marcas de alcohol que faltaban para que la madame supiese qué debía comprar.

─ Innie, ¿te falta mucho? ─se volteó al más pequeño cuando terminó de redactar la lista.

─ Como diez minutos, ¿tú ya has acabado? ─respondió Jeongin mientras secaba el sudor de su frente.

Félix asintió con la cabeza, pero no dudó en dejar la libreta sobre la barra. El de ojos rasgados estaba agachado, limpiando el entablado del escenario. Y el rubio se unió a él.

─ Te ayudo, ¿vale? Así serán cinco minutos ─sonrió de esa manera tan característica, contagiando el gesto al contrario.

─ ¡Gracias!

Ambos frotaron el piso hasta que este quedó impoluto. Jeongin lucía muy cansado, así que Félix decidió saltarse las normas y tomar un refresco para ofrecérselo a su amigo.

─ Te lo has ganado.

Jeongin admiraba a Félix por esa luz tan única que solo él irradiaba. Era un verdadero angelito, un rayo de sol, y se sentía muy afortunado por tenerle como amigo. Jamás había conocido a una persona tan buena como el australiano.

─ Muchas gracias ─sonrió ampliamente, y agarró la pequeña botella de cristal para darle un gran trago.

Félix revolvió un poco la sedosa cabellera del contrario, de manera fraternal. Sabía que ambos se tenían mucho cariño, y agradecía enormemente la compañía que el contrario le brindaba.

Desde que Félix había llegado al cabaret hacía algo más de un mes, había sentido una fuerte conexión con Yang Jeongin. Lo consideraba como un hermano pequeño, y por tanto lo cuidaba y consentía como tal.

Ambos habían recurrido a ese lugar por el mismo motivo. Ellos se reían asegurando que estaban destinados a encontrarse.

A pesar de que Félix venía de Australia y Jeongin había nacido en París, los dos habían acudido al cobijo del cabaret con el mismo objetivo. Buscaban poder ayudar a sus desempleados padres a conseguir dinero para dar de comer a sus familias.

Jeongin ya llevaba trabajando medio año en el lugar, pero era tan joven que la madame prefería no obligarle a atender clientes. Él tenía prioridad en presentar el espectáculo y también ayudaba a servir las bebidas. Además, solía hacer bailes privados de manera esporádica, pero no permitía que nadie le tocase. 

Aunque ganaba menos dinero, la madame consideraba que aún no era lo suficiente maduro como para enfrentarse a las exigencias de los clientes más extravagantes. Y él internamente lo agradecía, pues era consciente de los problemas mentales que sus compañeros acarreaban por esos motivos.

También le había relatado a Félix por qué vivía allí y no en su hogar, siendo que este se encontraba a una escasa media hora del cabaret.

Sus padres creían que él trabajaba de camarero, dadas las horas a las que volvía a casa. Mas no tardaron más de un par de meses en descubrir la mentira. La ropa reveladora y excéntrica que escondía en su armario le delató. Y estos, disgustados por ese tipo de prácticas homosexuales, le echaron de casa.

A sus inocentes catorce años, Yang Jeongin se quedó metafóricamente huérfano. Pero la madame no tardó en darle un cuarto en el que vivir.

Él había intentado en un par de ocasiones volver a su hogar, pero su padre no le dirigía la palabra y su madre le echaba de allí a empujones, alegando que era una deshonra para ellos. Él echaba mucho de menos a sus hermanos, pero estos no estaban interesados en saber de él. Seguramente sus padres les hubiesen amenazado o lavado el cerebro.

La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora