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Pronto llegó el turno de Minho. Se subió al escenario con una resplandeciente sonrisa dibujada en los labios. Nada más salir, comenzó a moverse con el erotismo y la concupiscencia que le caracterizaban. Muchos clientes halagaban su manera de bailar, jurando que nunca habían visto a nadie que lo hiciese tan bien como él. Era como si no tuviese huesos.

Su danza provocó una oleada de gritos en la sala. Él, animado por el furor de su público, llamó a un chico atractivo que le observaba con glotonería para que subiese con él al entablado. Agarró una silla en la que sentó a ese desconocido y bailó para él, provocándole.

─ ¿Quieres pasar un ratito conmigo, cariño? Siéntete afortunado, porque te he elegido yo mismo.

Minho no se sorprendió cuando él le ofreció una desorbitada cantidad de dinero por ser el primero en estar entre sus brazos aquella noche.

Nada más terminar la actuación, le entregó el dinero a la madame antes de dirigirse a uno de los aposentos privados con ese muchacho.

Jisung, por su parte, no había tenido la mejor suerte del mundo. Su primer cliente fue un señor muy mayor. Fingió la mejor de sus sonrisas cuando el hombre se desnudó nada más encontrarse en la intimidad de una habitación. 

No pudo evitar apartar la vista durante unos segundos. Aquel cuerpo arrugado era lo más desagradable a lo que se había enfrentado en mucho tiempo.

─ Haz tú todo el trabajo. He pagado bien por ti, no me hagas arrepentirme.

A veces preferiría no entender nada de francés. Detestaba cuando le trataban de ese modo. Sin embargo, tragó saliva, se arrodillo frente a él y comenzó a hacer su trabajo de la manera más profesional posible.

Una vez terminó con ese vejestorio, salió corriendo en dirección a su cuarto con la mirada algo rota. No era la primera vez que un cliente le agredía, mucha gente compartía ese tipo de fetiches, pero en esa ocasión le había afectado más de lo normal.

Se sumergió bajo la ducha y frotó su cuerpo con fuerza, de manera compulsiva. El agua ardía al caer sobre su piel, pero esa era la única manera de sentirse limpio. Su tez se ponía cada vez más y más roja, sin embargo aquello le hacía sentir mejor. No encontró otro modo más efectivo para arrancar el tacto de aquellas manos tan brutas sobre su piel. 

Tras unos largos quince minutos, finalmente se deshizo de aquella sensación tan desagradable. Su cuerpo estaba repleto de arañazos que él mismo se había provocado. Para tratar de esconder aquel lienzo tan rayado, se untó crema. 

El resto de la noche pasó con relativa normalidad. Jisung había podido atender a cuatro clientes más, mientras que Minho se había retirado tras complacer a un segundo cliente. Aprovechó que la madame no le obligó a seguir trabajando para escabullirse del cabaret.

Nada más escapar de ese escandaloso edificio, se encendió un cigarrillo. A pesar de las horas, las calles hervían llenas de gente. No obstante, caminó discretamente a través de todas esas personas para dirigirse al puente del río Sena. Allí podría estar más tranquilo, alejado de todo el barullo.

Cuando llegó, se asomó por encima de la barandilla para observar el agua manar. A los pocos minutos, se terminó el cigarro y tiró los restos al río sin remordimientos. Aquel fluir era tan agresivo y veloz como la vida misma, y el líquido que trasportaba se alejaba mucho de poder denominarse "cristalino". Irónicamente, Minho se describiría igual.

Alzó su mirada al cielo, fijándose en todas las estrellas que el firmamento dibujaba. A veces se preguntaba por qué no salía corriendo y huía de esa oscura rutina. Mas bien sabía que en aquella época, teniendo ya veinte años y siendo extranjero no podría encontrar algo mejor que eso.

La Belle Époque || Taste (+18) || Minsung|HanKnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora